El conflicto en Villa Mascardi es fogoneado por los grandes medios que construyen un escenario destituyente para el actual proyecto político. No buscan solucionar el conflicto sino echar nafta al fuego. No caer en las provocaciones y construir un escenario de dialogo son las tareas del campo popular.
La tarde del sábado con la movilización interrumpida (por orden de Arabela Carreras) a Villa Mascardi se coronó un proceso de boicot al incipiente dialogo que venía enhebrando el Gobierno nacional para resolver el conflicto en Villa Mascardi de forma pacífica. Algunos actores y medios actuaron con clara intencionalidad política para horadar al gobierno nacional, otros aportaron funcionalidad a esos mismos intereses, tal vez sin percibirlo o porque no pueden ver en escala de grises y consideran al actual gobierno en esencia igual al anterior. Hoy el proceso tiende a radicalizarse por izquierda y por derecha; y la posibilidad de resolución pacífica del conflicto pende de un hilo. Estas líneas tratan sobre eso. De encontrar una tercera posición que calme los ánimos y propicie el dialogo entre las partes en conflicto.
La firma del decreto 690 por Alberto Fernández que decretó a las telecomunicaciones como “servicio público en competencia” motivó que el holding Clarín, las empresas afectadas a dicho decreto y las no afectadas que también operan contra el proyecto que derrotó al modelo neoliberal en las urnas, profundizaran la línea de “periodismo de guerra”.
Con la toma de tierras fiscales en El Bolsón y el escalonamiento de casos de violencia en la zona periférica donde la Lof Winkul Mapu reivindica su derecho territorial encontraron un flanco por donde atacar al gobierno nacional y construir sentido destituyente en este momento que aumentan los contagios, la economía no deja de desplomarse y el consenso social para sostener el aislamiento social parece haber perdido fuerza.
El relato que construyen los medios hegemónicos es que el derecho a la propiedad privada está en riesgo y que el gobierno a través de su Ministerio de Seguridad, lejos de defenderla, criminaliza a vecinos y vecinas que intentan restituir ese sagrado derecho, por mano propia.
Esa construcción de sentido común que este domingo convergió en las tres tapas del tridente Clarín-Infobae-La Nación se venía sembrando hace tiempo. El decreto 690, el tratamiento a la reforma de la justicia y el impuesto a las grandes fortunas aceleraron las cosas. El paradigma sobre el cual trabajan y colonizan las subjetividades sería: mapuches, hippies, okupas, organizaciones de DDHH, militantes de izquierda, Juan Grabois (que hoy representa el fantasma de la reforma agraria), la CTEP (los choriplaneros que no trabajan) , entre otros.
Al igual que con el endeudamiento con el FMI, lo que omite la derecha neoliberal (conducida por Juntos por el Cambio) es que fueron ellos quienes activaron el conflicto Mascardi y es ahora el gobierno del Frente de Todxs quien tendrá que hamacarse para desactivarlo. El intento de desalojo violento de la Lof Winkul Mapu el 23 de noviembre de 2017 que desembocó en el asesinato de Rafa Nahuel por la espalda dos días mas tarde, fue producto de la política represiva que con mano de hierro ejecutó Patricia Bullrich cuando comandó el Ministerio de Seguridad. Un conflicto que se intentó solucionar con el uso de balas y represión y que solo logró radicalizar a referentes y comunidades del pueblo mapuche que interpretó rápidamente que no habría dialogo posible con quien utilizaba el poder de las armas. Tres meses antes en el operativo comandado por Pablo Nocetti (viceministro de Bullrich) el desalojo del Lof Cushamen también terminó de forma trágica con la desaparición forzosa seguida de muerte de Santiago Maldonado. Doctrina Bullrich en estado puro. El asesinato de Rafa Nahuel sigue impune a pesar que está demostrada la autoría material del homicidio a manos del prefecto Pintos. La impunidad de la que goza el asesino de Rafita y los responsables políticos, es otro de los condicionantes para que el dialogo prospere.
La cuestión indígena en la argentina tiene raíces históricas y profundas en la historia del despojo y el genocidio sufrido por los pueblos originarios. Desde cierta perspectiva a quienes sufrieron a manos del Estado argentino (y su ejército), despojo, persecución y muerte les es difícil aceptar dialogar con ese mismo Estado. Urge reconocer como genocidio la campaña perpetrada por Julio A. Roca y el reconocimiento de las naciones indígenas en el marco de la creación de un Estado plurinacional.
También urge que la Lof Winkul Mapu pueda sostener una mesa de dialogo con el actual Estado nacional hoy representado por el Ministerio de Seguridad y el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas conducidos por Sabina Frederic y La rionegrina Magdalena Odarda respectivamente. Aceptar el dialogo para arribar a una solución implica reconocer a los interlocutores, su legitimidad y creer a priori en sus buenas intenciones. Implica también que durante el transcurso de ese dialogo (que es complejo e intermitente por la actual pandemia y la distancia que media entre las partes en dialogo) que no tienen que mediar otras acciones que no sean los acuerdos a los que se arriben por consenso de las partes. Crear confianza es parte del juego de la negociación política. Minar esa confianza con actitudes hostiles y provocativas solo alimenta el lado de la grieta que es necesario desmovilizar. Mostrar acciones de fuerza aisladas y sin consensos sociales oculta en realidad una posición de debilidad.
La única salida al conflicto será a través del dialogo. No hay lugar ni consensos para otras alternativas. Los sectores de derecha están empoderados y corriendo los límites de lo políticamente correcto. Mensajes cargados de odio, xenofobia y hasta llamados a armarse se han podido ver en las últimas semanas. Consideran un triunfo la movilización del 17 A. Desconocen también los esfuerzos hechos para lograr sentar en la mesa del dialogo a la comunidad Winkul Mapu.
La decisión de la gobernadora de prohibir el paso en la ruta nacional 40 (sobre la que no tiene jurisprudencia) ha sido correcta y reflejo del dialogo que el viernes por la tarde tuvo con Sabina Frederic y Wado de Pedro, ministros de seguridad e interior respectivamente. Si la movilización llegaba hasta la lof y se desmadraba, podría haber terminado con gente herida. Llegar a esos niveles de conflictividad a los únicos que favorecen es a la entelequia Clarín, a la Asociación Empresaria Argentina (que conduce el multimedios junto a Techint) y Juntos por el Cambio que quieren desestabilizar al gobierno, forzarlo a una devaluación y alinearse con la Casa Blanca.
Mirando a los costados en la Patria Grande el escenario no es muy alentador, gobiernos neoliberales de derecha ocupan el continente a excepción de Cuba, Venezuela y México. Tener claro ese panorama no implica la defensa irrestricta al proyecto político del Frente de Todxs, ni renunciar a las banderas históricas del movimiento popular, ni guardarse las críticas constructivas al proceso politico que se abrió en Argentina el último 10 de diciembre. Pero negar el proceso de cambio, no encontrar matices también es necio o inmadurez política. 10 meses atrás Macri, Bullrich, Nocetti, Michetti y Dujovne ocupaban Casa Rosada. En Patagonia dejaron 2 muertes trágicas que aún están impunes. Endeudaron el país, lo saquearon, primarizaron su economía y lo alinearon con Donald Trump y la Casa Blanca.
Retomar el dialogo de forma urgente, sumar interlocutores con llegada a ambos lados del conflicto, recrear una mesa de dialogo amplia, con actores que tengan consenso y legitimidad social (sobre todo en la localidad) debe ser el camino. En Bariloche hay mucha construcción en ese sentido, la pandemia también visibilizó las enormes reservas de solidaridad que existen en nuestro pueblo. Hemos podido encauzar conflictos sociales como el estallido del 17 de junio de 2010, la explosión del volcán Puyehue en 2011 y la actual pandemia. El conflicto de Villa Mascardi necesita lo mejor de nosotros para arribar a buen puerto. Que estas líneas aporten al entendimiento y la solución pacifica de un problema que es complejo.
Por Alejandro Palmas
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen