La movilización de ayer mezcló reclamos y demandas incomprensibles para las mayorías que respetando la cuarentena no se movilizan. Analizamos las causas que ligan el egoísmo, el odio y la negación de la ciencia constituyendo un discurso político aceptable para ciertas minorías destituyentes.
La pandemia vino a poner en cuestión el sistema político y económico dominante a nivel mundial. Sin los trabajadores, sea por estar enfermos o en cuarentena, el sistema sencillamente se desplomó. Fueron los Estados que salieron al rescate de toda la sociedad, incluso de las grandes empresas, a fin de evitar mayores pérdidas económicas y laborales que dificultad aún más la crisis actual y la reconstrucción posterior. Ante esto, la derecha global apeló a una de las herramientas que viene cultivando en las últimas décadas, correr el arco de lo discutible y tolerable en las democracias.
A partir del poder de manipulación de los grandes medios y las redes sociales se instalan debates contra consensos sociales básicos para la convivencia democrática y/o saberes consolidados por décadas de investigación científica tecnológica.
La magia de estas grandes redes de manipulación esta en apelar a lo emocional en el peor sentido, al prejuicio, al odio y el egoísmo. Se creía que solo el dinero podía romper cualquier barrera económica, cultural, religiosa o social, pero el odio y la mentira también pueden hacerlo. Con estrategias cada vez más sofisticadas segmentan a las sociedades para recibir distintas formas de manipulación de la verdad. Y esto es lo más importante. La verdad y realidad no existen como algo absoluto, se construyen con las experiencias e informaciones que recibe cada persona. ¿Pero qué pasa cuando se manipula como percibe la realidad cada persona, según su edad, su género, su status social, su poder adquisitivo, su ideología, su religión, sus prejuicios, sus gustos, sus miedos? Literalmente pueden crear realidades que no existen. Los hechos no son lo importante, sino lo que se cuenta de ellos. El gran problema es si esa “realidad” logra cambiar comportamientos sociales de cuidados colectivos o la más básica convivencia en sociedad.
No importa si enferman millones y mueren miles, importa quien se entera de ello. El problema que con este tipo de mensajes nos hace entrar en discusiones ridículas e imposibles, como si la tierra es redonda, y dejamos de discutir lo importante, que es como hacemos un mundo más vivible para todos. Cuando deberíamos estar discutiendo como hacemos para que a nadie le falte comida, salud, educación y las posibilidades de una vida digna durante la pandemia y en lo posterior, nos hacen discutir si existe o no la pandemia. Cuando deberíamos discutir cómo hacemos para tener una justicia mejor en nuestro país, nos hace discutir si todo es para la impunidad de Cristina. O cuando deberíamos discutir cómo hacemos un país más federal, menos centralizado, nos hacen debatir el derecho humano a jugar al golf o a contagiarse.
En estos meses se ha convertido en una bandera de la militancia popular el cuidarnos entre todos y todas. Ellos, el poder concentrado, está apelando al más rancio espíritu individualista. Deberíamos poder parar la pelota y hablar lo importante. Tenemos que seguir sintiéndonos orgullosos de nuestro sistema de salud y su gente, de nuestra ciencia y tecnología, de nuestros laburantes en general, de nuestras PyMES, de nuestra sociedad en general. Tenemos que seguir viendo el lado positivo de todo esto. De que como afloró la solidaridad, de cómo es mayoritario el cuidado entre todos. Y cuando se dude un poco, hay que mirar lo que pasa en otros países, incluso los llamados serios. Incluso en sociedades donde han sufrido más muertes, la única forma que la gente se siga cuidando es a la fuerza, con toques de queda y estado de sitio. En muchos países la situación social está desmadrada, hay saqueos, represión descontrolada. Puede haber muchos problemas acá, y muchos que ya existían desde la “pandemia macrista” y se agravaron. Pero más allá de todas las autocriticas sociales que podamos hacernos, lo estamos haciendo bastante bien. Más allá de muchas críticas que puedan hacerle, el gobierno nacional es uno de los que mejor ha manejado la situación sanitaria y social en el mundo. No solo se multiplicó la capacidad del sistema de salud, se crearon test, respiradores, tratamientos y hasta se va fabricar una de las vacunas contra el Covid en nuestro país. Hasta se está logrando en varios rubros sociales y económicos mejor desempeño que en los años previos. La contención social, el sostenimiento de las PyMES, de los puestos de trabajo y la economía en general está alcanzando niveles inéditos en nuestra historia, aún con todas las falencias que puedan encontrársele. El Estado le está dando literalmente de comer a una porción gigantesca de nuestra población en medio de una crisis mundial que es inédita. Y todo eso se logró en medio de una crisis social, política, financiera y económica heredada de la gestión macrista y agravada por la pandemia. También, a pesar de los gravísimos e intolerables casos de violencia institucional, que hay que frenar de una vez y para siempre, hay que destacar el nuevo rol que se está construyendo de nuestras FFAA y fuerzas de seguridad, la ayuda y la logística en la emergencia. Todo esto necesita de críticas, reajustes y mejoras, que solo serán posibles sino dejamos que nos distraigan de lo importante.
Cultivadores del odio
Nos equivocamos si caracterizamos a todos los que se movilizaron ayer son solo la derecha más rancia. Si es ese sector, con la ayuda de todo el poder económico y mediático a su favor, el que ha procurado incentivar el odio en un sector de la población. Más nos confundimos y se confundiría el Gobierno Nacional si considera que ese sector de la población confundida es mayoritario. No hay que ser muy informado para saber que una marcha en la Capital Federal de 10-20 mil, o siendo muy generosos 50 mil personas, es una marcha pequeña en Argentina. Se escucharon algunos bocinazos y cacerolas aisladas en algunos barrios porteños y también hubo manifestaciones similares en Córdoba, Mendoza, Bariloche, entre otras ciudades. No es menor lograr expresiones en distintos puntos del país, aunque sean de pequeña escala considerando incluso otras movilizaciones en este mismo año pandémico. Pero el objetivo de este tipo de acciones políticas, no es el hecho en sí, sino lo que resulta de lo que se cuenta después en los medios concentrados. Y eso que se busca es correr el límite de lo aceptable, correr el sentido común hacia lo más rancio, hacia el odio. Hace un tiempo no era aceptable para la mayoría la justicia por mano propia o el gatillo fácil. Después de años de los medios concentrados fogoneando con la mano dura, no es raro escuchar hoy gente cercana justificar esas acciones. Cuando fue gobierno, “Juntos por el Contagio” y sus jefes del poder real, naturalizó en democracia despidos sin justificación, la precarización, los tarifazos, el gatillo fácil, la represión a la protesta social, la falsa meritocracia, la persecución a los opositores, el apoyo a golpes de Estado en países vecinos, la desaparición de personas, entre otras. Especialmente, la huella que dejó esa gestión es la posibilidad de que las máximas autoridades políticas del país pudieran mentir de la forma más descarada casi sin consecuencias al ser cubiertos por un inmenso blindaje mediático, económico y judicial. Hoy ese bloque de poder solo perdió la pata política, todo el resto del poder de manipulación sigue casi intacto. Sin embargo, no tiene el consenso social que tenía hasta hace menos de un año.
Hoy mayoritariamente la población apoya en general las medidas del Gobierno ante la pandemia. Esto se ve reflejado aún en las encuestadoras del poder concentrado. En general, hay una comprensión de las medidas que buscan preservar la salud, el trabajo, la economía en general. Hay una gran demanda social por que se mejore la Justica y la seguridad democrática. Mayoritariamente hay una comprensión de que la salida de la crisis no es el ajuste, sino la mejor distribución de la riqueza en nuestro país. Obvio que hay disconformidades e incomodidades por la situación general, por lo cual puede haber cierta permeabilidad a las ideas y acciones políticas contra gubernamentales. A eso se le suma que el sentido común neoliberal está muy inserto en la población y en la dirigencia de todo el arco político por años y años de machaque de los medios concentrados y la guerra judicial. Con acciones de este tipo, como la marcha de ayer, el poder real ha frenado medidas sanitarias necesarias, como la desconcentración de las cárceles. O medidas económicas de urgencia, como lo de Vicentín. Finalmente, el gobierno encontró otras vías, quizás más lentas, para suplir esos conflictos, pero lo cierto es que le movieron la agenda de trabajo. El gran desafío entonces es lograr que el odio no nos paralice, que no frene el rumbo hacia un país más federal, más inclusivo, justo y democrático que deseamos las mayorías. Para ello no solo se necesita el apoyo crítico de los sectores nacionales y populares, sino de toda nuestra sociedad democrática. Hay que lograr que el poder económico mediático concentrado no pueda correr de nuevo el límite de lo tolerable socialmente. No puede ser tolerable que una minoría ponga en riesgo la salud de todos en medio de la peor pandemia en mucho tiempo. No puede ser tolerable que se incentive tanto odio. No puede ser tolerable que llamen abiertamente a voltear un gobierno democrático. Tenemos que seguir peleando y soñando por una sociedad más justa e inclusiva. El único héroe que nos va salvar es el héroe colectivo. Todas, Todos, Todes. Que no nos corran el arco.
Por Manu de Paz
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen