La comisión #danzaenemergencia pone de manifiesto la difícil situación que atraviesa a el sector en el marco de la pandemia.
Algunos de los mensajes que circularon en los primeros días de la pandemia decían: no todos estamos en el mismo barco. De algún modo hacían referencia a que si bien el virus del COVID nos involucraba sin distinción, eran muy diferentes las formas en las que afectaba –más allá de la enfermedad- a uno y otros. A lo largo de la cuarentena, los efectos arrasadores de lo que implicó la situación se visibilizaron en distintos ámbitos y las consecuencias se profundizan cada día.
Uno de los sectores profundamente afectados es el de las expresiones artísticas. En el caso de la danza, todo parece ir a contramano de un arte cuya herramienta es el cuerpo mismo, en el marco, además, de la poca contención que encuentra el área en el trazado de las políticas al respecto, históricamente.
Viendo el panorama, viviéndolo, es que en estos días se conformó la comisión #danzaenemergencia que reúne a trabajadores y trabajadoras de la danza de diferentes zonas de Río Negro, que se organizan para mostrar que son muchos los que atraviesan este difícil momento y necesitan respaldo y soluciones. Hasta ahora, señalan, las reuniones con funcionarios locales y del gobierno provincial no están dando respuestas favorables.
“La situación de la danza independiente en el marco de la pandemia es muy angustiante. Estamos sin poder trabajar desde que comenzó todo esto”, relata la bailarina, profesora de danzas contemporáneas, entre otras áreas que abarca su vasto recorrido, y gestora Valentina Gallo. “Hay quienes se han diseñado unos dispositivos virtuales para poder seguir viviendo, básicamente. Ingeniándoselas, porque estamos en una ciudad donde no hay internet en todos lados y los datos del celular no te alcanzan para dar clases. Entonces, desplegamos todas nuestras ingenierías creativas para poder seguir”, continua.
Pero, como todo ¿Cuál es el limite a tanta virtualidad? “A mí me lo pone el cuerpo: le pusimos mucho, mucho trabajo ¿y quién nos paga todo ese trabajo? No condice la cantidad de horas que significa esto de adaptarnos a lo virtual con el precio que podés cobrar una clase en medio de todo esto”.
En el medio, la difícil situación atentó directamente contra los espacios culturales, para muchos de los cuales ya era difícil sostenerse previo a esta cuarentena. Hoy, se multiplican los que están cerrando sus puertas: en el caso de los salones de danza, que son contados con los dedos de la mano en nuestra ciudad, ya hay al menos 5 que debieron cerrar.
Colectivo humanizante
“Esta pandemia deja al desnudo la situación de la danza en nuestro país”, continua Valentina y pone de manifiesto lo históricamente relegado del área, más allá de la pandemia. Frente a esto, bailarines, maestros, gestores, productores, directores, constructores, ingenieros, investigadores, comenzaron a pensar estrategias para poder “hacer lo que nos encanta que es dedicarnos a la danza”.
Comenzaron así a organizarse como colectivo de danza rionegrino, desde donde nace la comisión #danzaemergencia para poder visibilizar todo este trabajo. “Las complejidades de este momento demandan juntarnos, no seguir colaborando con la fragmentación histórica, el teatro, la danza, la música, las artes visuales. No alimentar el sálvese quien pueda, sino ser un colectivo humanizante, esto también es salud: creer, crear, pensar juntes, darnos fuerza, ayudarnos, cuidarnos”.
Lo cierto es que las complejidades a sortear son muchas, y las “ayudas” ofrecidas -en realidad reducidas a algunas convocatorias que circulan- no son muy “ayuda”: “Son más y más y más palos en la rueda, concursos a los que te presentas para que un jurado elija tu propuesta, competencia en el medio de la pandemia, no ayuda. Filmaciones en HD, luces, pedidos y formatos a los que no todos accedemos. Entonces, una vez más, es para unos pocos. Meritocrático y hegemónico”, sintetiza Gallo.
–Los protocolos de vuelta a clase tampoco son muy alentadores…
-Son tristísimos. No solo por el gesto que imprime en el cuerpo el barbijo, el desinfectante, la desconfianza, la amenaza, sino porque nadie va a poder trabajar en esas condiciones. Yo para dar clase tengo que tener 4 personas mínimo para cubrir los gastos del salón y empezar a ganar algo a partir de las 5 persona. Con las reglamentaciones de los protocolos no vamos a poder empezar a trabajar porque no nos sirve, no nos rinde, es imposible.
Valentina repasa: “Vivimos en una ciudad donde desde el 7 de julio se puede salir a comer, tomar cerveza, comprarte ropa: podes probártela, llevártela a tu casa y devolverla, se reactivaron los gimnasios y los natatorios. En Río Negro fue declarada la ley de emergencia turística y se pretende reactivar el turismo. Pero la cultura es el último orejón del tarro. Vemos que la danza, el cuerpo, el arte, la cultura, son relegados una vez más a las leyes del mercado carnicero capitalista”.
Por eso, una vez más, el sector demanda con urgencia una Ley de Emergencia Cultural, ya que, de otra forma, en la actualidad, no existen fondos para la cultura y la situación sigue empeorando.
“Ni hablar de lo que significa esto para nuestros cuerpos. Esta situación personalmente me lleva a preguntarme: ¿Qué gesto va a imprimir esta época en nuestros cuerpos? ¿Cómo construir sentido hoy en nuestros cuerpos, en nuestro hacer en danza? ¿Es posible una educación sin contacto? ¿Es posible una educación sin contagio? ¿Cómo le habla la pandemia al cuerpo, al arte? ¿Qué imágenes le ofrece? ¿Sobre qué paradigma de cuerpo, de aprendizaje, de salud, de cultura, de humanidad nos paramos para vivir este momento?”
Por Violeta Moraga
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen