Se cumplen 9 años de la desaparición física de la dirigente gremial y militante social Graciela Bedini. Compartimos el emotivo recuerdo que su hijo Manuel, compañero del Equipo de Comunicación al Margen realizó para recordarla.
Siempre cuando llegan estos días, se mezcla el dolor, los recuerdos y el orgullo, por mi mamá Graciela Bedini, que se fue hace ya 9 años, y por mi viejo, su compañero de la vida, que la sigue recordando con nosotros. El tiempo no hace que pase el dolor, te ayuda a usarlo como armadura, para los dolores de la vida que después vienen. Mi vieja está siempre presente, está en los abrazos y charlas con la familia. Y también está en los amigos y amigas, los compañeros y compañeras que nos regaló la vida. Pero también hay una calle, agrupaciones políticas y salas con su nombre y su presencia. Porque está en muchas y muchos que la conocieron, que conocieron su dulzura, su fuerza, su militancia, su coherencia (aunque a veces se olviden algunos de su ejemplo). La ciudad estaba gris de cenizas en los días previos, pero salió el sol para su despedida y fue una multitud pocas veces vista en la ciudad a despedirla, y no por casualidad.
Si algo me enseñaron mi vieja y mi viejo con su ejemplo es el valor de la coherencia, de sostener las ideas en las que uno cree, no solo en la palabra, sino en lo que uno hace, aunque haya momentos en que uno sea aislado y atacado por ello.
También que en los momentos de la vida en los que toca luchar, uno tiene que endurecerse, pero nunca perder la ternura, en especial por los desposeídos, los vulnerados, por las cabecitas negras, las caras sucias, y claro también siempre por la familia. Pero claro, ella no tenía problemas con quien sentarse a hablar para resolver esos problemas, como cuando organizaba el rescate social post 2001, obispos, empresarios, funcionarios, organizaciones sociales, sindicatos variopintos, pero siempre dejaba en claro de qué lado estaba y para quienes trabajaba, los de abajo. Peronista y de Boca, no se lo guardaba, siempre lo decía y hacia chistes con eso, hasta al más pintado, le salía la futbolera de adentro. Tuvo la mala suerte que dos de los tres le salimos de River, pero eso le ponía la sal a los superclásicos y las cargadas de familia.
Ella siempre decía que nunca podría ser intendenta, aunque muchos y muchas se lo pedían, porque no le interesaba, pero tampoco se bancaba toda la pelotudez de protocolo y las buenas formas con las fiestas y actos rodeadas de poderosos, no le salía el careteo. No le salía porque ella actuaba como pensaba, y más de una vez puso plata con mi viejo de sus bolsillos para bancar algo del SOYEM, de la CTA, el FRENAPO o el Movimiento de los Chicos del Pueblo, o para rescatar algún laburante, para apoyar una movida estudiantil o para comprarle un helado a un pibe de la calle.
Nunca faltaba algún miserable que quisiera ensuciarla por corrupta, las raras coincidencias con otras mujeres atacadas también por gente miserable. Podía ser toda dulzura y muy diplomática, pero sin pelos en la lengua para decirle en la cara a algún político, puntero, empresario, obispo, sindicalista si era o no alguien que usaba a los pobres, un garca, o un chupasangre del Estado. Pero siempre daba la oportunidad a cualquiera para sentarse a charlar y a acordar. Lo podía hacer sin problemas y sin ensuciarse, porque ella con mi viejo eran coherentes en la vida con las ideas que defendían.
Siempre impulsaba el laburo conjunto entre hombres y mujeres, “Codo a codo, y no a los codazos”, solía decir. Creía y hacía sentir que todos y todas podían aportar su grano de arena. No solo creía en la igualdad, la practicaba con mi viejo, tanto en el sindicato como en casa. Coherencia. Pero todo eso a muchos y muchas les molestaba, creo porque ponía en evidencia a quienes eran incoherentes.
Sé que me tocó compartir mi mamá no solo con mis hermanos, sino con muchos y muchas para los cuales fue una madraza, una psicóloga, una guía, un ejemplo hasta para sus rivales y enemigos políticos. Nos haces falta mamá, a la familia y a todos y todas. Y eso fue y es porque junto a mi papá se destacaron siempre por la ternura y la coherencia.
Para no hacer de mi ícono pedazos,
Para salvarme entre únicos e impares,
Para cederme un lugar en su Parnaso,
Para darme un rinconcito en sus altares
Me vienen a convidar a arrepentirme,
Me vienen a convidar a que no pierda,
Mi vienen a convidar a indefinirme,
Me vienen a convidar a tanta mierda
Yo no sé lo que es el destino,
Caminando fui lo que fui
Allá Dios, que será divino
Yo me muero como viví
(…)
Dicen que me arrastrarán por sobre rocas
Cuando la revolución se venga abajo
Que machacarán mis manos y mi boca
Que me arrancarán los ojos y el badajo
Será que la necedad parió conmigo
La necedad de lo que hoy resulta necio
La necedad de asumir al enemigo
La necedad de vivir sin tener precio
Yo no sé lo que es el destino
Caminando fui lo que fui
Allá Dios, que será divino
Yo me muero como viví
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El Necio, Silvio Rodríguez
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Por Manu de Paz
Equipo de Comunicación popular Colectivo al Margen