A los niños, niñas y adolescentes que se encuentran junto a sus familias atravesando un proceso de recuperación territorial les toca vivir situaciones de extrema violencia física, psíquica y emocional. A causa del último hecho violento ocurrido días atrás, la comunidad Buenuleo y organizaciones de infancia empezaron a pensar acciones concretas para el resguardo de estas infancias.
Todas las infancias son distintas y se viven de diferentes formas de acuerdo a las problemáticas que las atraviesan. En el caso de los pueblos originarios sufren algunas particularidades que deberían hacer que los Estados estén más presentes.
Cuando se inicia un proceso de recuperación territorial, toda la familia toma la decisión de emprender ese camino. Desde lxs más grandes a lxs más pequeños se asientan y trabajan en los terrenos que les fueron arbitraria y violentamente usurpados. Esta situación se vive en muchas partes del país y aquí cerca contamos con el caso concreto de la comunidad Buenuleo.
Hay alrededor de ocho niñxs y adolescentes que viven en una de las laderas del Cerro Ventana junto a sus mayores. Juegan, ríen y comparten historias en la ruca ubicada dentro de las 90 hectáreas que “fueron quitadas el 25 de agosto de 2014, cuando estábamos enterrando a nuestro Longko Antonio Buenuleo. Ahí nos avisan que nos estaban usurpando las tierras”, contó Sandra De Buenuleo a Al Margen. Desde ese momento se hicieron habituales (lamentablemente) los nombres de Claudio Thieck, Emilio Friederich y Víctor Sánchez, involucrados en diversas acciones fraudulentas y violentas para con la comunidad. El hecho más reciente se produjo unos días atrás en el que varixs integrantes terminaron heridxs, incluso niños y niñas que presenciaron la violencia. La noticia trascendió y motivó a que llegaran hasta el lugar funcionarios nacionales y provinciales para brindar al menos un compromiso de 90 días de seguridad para la comunidad.
Este escenario que hoy le toca a travesar a los Buenuleo, también lo sufrieron en 2017, en la Lof Huincul Mapu, ubicada en el área de Lago Mascardi. En uno de los intentos de desalojo por parte de las fuerzas de seguridad, lxs niñxs fueron llevadxs al destacamento de la Policía Federal y estuvieron más de 10 horas incomunicadxs. Estos niños y niñas no tuvieron ninguna atención ni seguimiento posterior a los hechos. “Tienen mucho miedo. Hay nenes chiquitos que escuchan una sirena y todavía la pasan mal”, comentaron desde la Lof.
A raíz de estos hechos, es que desde la comunidad recientemente agredida decidieron empezar a pensar cómo hacer para respetar esos derechos vulneradxs, qué medidas de resguardo tomar entendiendo que estos niños y niñas deciden vivir en un territorio que está en conflicto y en el que constantemente están expuestos a hechos de violencia, ya sea por un privado o por las mismas fuerzas de seguridad.
Existe, también otro tipo de violencia que data de larguísimos años a la que también son expuestxs estxs niñxs que están llevando adelante un proceso de reconocimiento identitario: la violencia racista. Esa que no reconoce su cultura, que discrimina, que no les permite conocer más sobre su historia porque no se enseña en las escuelas o que no les permite acceder a su medicina ancestral, por ejemplo. “Se habla en pasado de nuestro pueblo, eso es violencia. Vivimos en un Estado que siempre negó, en un genocidio constante, porque el genocidio continúa. Y esa negación es violencia, sumado a las particularidades de un proceso de recuperación”, sostuvieron.
Después de largas conversaciones y de involucrar a las organizaciones que integran el Movimiento de Infancia en la ciudad, se pensaron varias propuestas para trabajar en conjunto. Algunas a corto, otras a mediano y a largo plazo. En primer lugar, se pensó en una reunión urgente con la secretaria de Niñez, Adolescencia y Familia en Río Negro, Roxana Méndez. Cuando ocurrieron los hechos en 2017, el organismo respondió que no tenía competencia y se corrió de las responsabilidades. Lo mismo ocurrió en esta oportunidad, ante pedidos concretos de parte de la comunidad. Es por ello que de producirse este encuentro, solicitarán que se conforme un equipo interdisciplinario con perspectiva intercultural para que trabaje en el territorio. Algo hasta el momento inexistente y que calificaron como muy necesario.
En simultáneo, detallarán las situaciones que enfrentan las infancias mapuches para así exponerlas ante funcionarios nacionales y que de esta manera se produzcan las modificaciones legislativas necesarias que contemplen esta niñez. Esto implica volver a contactar a la directora de SENAF de Nación, Mariana Melgarejo, quien en su momento les pidió agotar las vías provinciales para resolver los conflictos. A su vez, dialogar con el secretario de Niñez de Nación, Gabriel Lerner y la Defensora de Niñas, Niños y Adolescentes, Marisa Graham (nombrada después de que estuviera 15 años acéfalo el cargo) con el mismo fin.
Por otra parte, solicitarán al Ministerio de Educación provincial la posibilidad de contar con docentes que se acerquen y enseñen en su lugar. Chicos y chicas de la comunidad Buenuleo asisten a la escuela más cercana, esa que se construyó gracias a que su abuelo donó las tierras, para que mapuches y no mapuches tuvieran la posibilidad de educarse, juntxs. El proyecto hoy por hoy se ve trunco ya que a la falta de una enseñanza intercultural transversal a todos los contenidos que se enseñan y a los agravios hacia la cosmovisión mapuche por parte del mismo personal de la escuela que escuchan y viven a diario, se suma el hecho de que lxs hijxs de lxs agresorxs también asisten a este establecimiento. Al fin y al cabo son vecinxs. Entonces el ir a la escuela se transforma en una verdadera odisea. Todo este combo llevó a que lxs más jóvenes de la comunidad estén pensando en una educación en el hogar. Al menos lo que resta del 2020.
Sandra dijo que “el espacio de compartir en la escuela, no lo negamos. Pero las opciones que nos dieron no son válidas. Les dijeron que la escuela es territorio neutral. Y nos insultan. Nos sugirieron que las mamas nos quedáramos en una casa más abajo durante la semana mientras van a la escuela. ¿Y nuestros esposos? Les dijeron que la educación no tiene que ver con la identidad. No hay equipos preparados para atravesar situaciones como estas. El Estado quiere una batalla campal de las comunidades con los huincas”. Por lo tanto, también solicitarán que realmente se empiece a trabajar en una educación intercultural bilingüe, más allá de algunos talleres de mapudungun que se vienen realizando en algunas escuelas.
Todas estas situaciones que enfrenta la familia Buenuleo, también son vivenciadas por otrxs niñxs de otras comunidades. De ahí la importancia de empezar a pensar la niñez mapuche en general pero con sus particularidades. Hay que diferenciarla de las otras infancias que también cuentan con sus problemáticas pero como lo hemos visto, es distinta. Y más distinta aún es la niñez atravesada por un proceso de recuperación territorial en el que muchas veces y depende la gestión son más o menos criminalizados y abandonados por el Estado, ya sea en la cuestión sanitaria, habitacional y educativa. Se suman las múltiples denuncias que recaen sobre sus padres y madres que son lxs voceros y quienes trabajan el territorio. Todxs estos elementos hacen que la situación de lxs niñxs de las comunidades sea de mucha vulnerabilidad y mucha necesidad de seguimiento.
“Los chicos tienen derechos que están siendo vulnerados y olvidados por la educación, la salud, por la justicia directamente. En todo este proceso, se olvidan de lo más importante que son los nenes. Tratamos de buscar soluciones a un problema que es mucho más grande, el de poder saber que los chicos estén bien. Que todas las cosas que pasen se les puedan quitar de la cabeza o mermar un poco. Son cosas que quizás los chicos la van a seguir trabajando en su cabecita y cuando sean más grandes no queremos gente violenta. Lo que queremos es gente que defienda su tierra. El abuelo jamás le levanto la mano a nadie, jamás levanto la voz a nadie. Eso es lo que nosotros queremos que los chicos sientan. No queremos que crezcan con esa violencia”, finalizó Ramiro Buenuleo.
Por Luciana Avilés
Fotografías: Euge Neme
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen