El 15 de abril de 1990 nacía en Viedma, la capital de Río Negro, una radio que estaría destinada a hacer historia. Ese día aparecía en el éter un sonido que trazaría una identidad nueva, diferente, singular, para quienes creen que la comunicación no es un negocio comercial sino un derecho humano fundamental. Y la radio, un lenguaje único que permite expresarlo sin ataduras.
La leyenda cuenta que fue una de las primeras FM de la comarca, y que hubo que enseñar a mucha gente a sintonizarla en sus casas, ya que era una tecnología poco usual en ese entonces. También se dice que un auto con bocinas recorría las calles de los barrios lejanos al centro y los lugares más poblados de la ciudad anunciando la buena nueva: la llegada de una radio que no sólo hablara, sino que invitara a hablar. Y no solamente a los por entonces habituales ocupantes del éter, como periodistas y funcionarios, sino a la gente de a pie: pobladoras y pobladores de los barrios de las periferias, de las tomas, allí donde el asfalto no llega y las políticas públicas por lo general tampoco.
En este puntapié inicial mucho tuvo que ver el Obispado local y la autoridad de la Iglesia en ese entonces, Miguel Esteban Hesayne. Reconocido por su posición valiente y crítica con la dictadura militar que había dejado el poder hacía pocos años, y por ser él mismo quien levantara su voz contra los atropellos contra los derechos humanos de los jerarcas del “Proceso”, alentó a un grupo de laicos a crear una organización que tuviera autonomía de la propia institución pastoral, pero que siguiera sus lineamientos de búsqueda de justicia e igualdad. Es así que surgió -previamente a la radio- la Fundación Alternativa Popular en Comunicación Social, con la idea de “promover medios de comunicación social donde los sectores populares sean protagonistas”, y en un sentido más amplio “defender los valores de la justicia, la libertad, la verdad, la solidaridad y la paz desde los medios de comunicación”. A los pocos meses ese proyecto se hacía realidad en Viedma, una ciudad que, para muchos argentinos, remitía a la imagen de un presidente anunciando “el traslado de la Capital Federal”, idea descartada al poco tiempo. Esa Fundación es la que hasta el día de hoy sostiene la gestión de la radio, del canal ENTV -que transmite por la televisión digital abierta y las redes sociales- y otras iniciativas de comunicación comunitaria, educativa y popular.
Con el transcurso del tiempo la comunidad viedmense se dio cuenta que Radio Encuentro no era una emisora más. No solamente daba la información de lo que sucedía en el ámbito político local y provincial, sino que la debatía, reflexionaba y repreguntaba. Indagaba y era punzante. No se quedaba con el ordenamiento de la agenda de temas de la ciudad que proponían desde el poder político, sino que colocaba sobre la mesa aquellos temas de los que casi nadie quería hablar. “Radio Encuentro fue la primera emisora de la zona que se concentró en los temas locales, en especial los comunitarios. La escuela pública, la salud, los servicios públicos, los comedores comunitarios, las bibliotecas populares, los roperos barriales, el medio ambiente, los indígenas, los jóvenes y adolescentes, los desocupados, los pobres, el problema de la tierra, los sin casa” sostiene Néstor Busso, uno de sus impulsores.
Y lo hizo siempre aportando la dosis de humor necesaria para que la audiencia no perdiera la esperanza, con alegría y en comunidad, en colectivo, de a muchos y muchas. Quizás por esta práctica de interpelación permanente, de incomodar a ciertos sectores de poder, cierta vez a un gobernador se le ocurrió inventar que el móvil de exteriores cargaba las piedras que se arrojaron en una movilización de trabajadores estatales en el año 2002. O cuando en el marco de una grave crisis económica, social y política en Río Negro, dos de sus periodistas fueron golpeados por policías en la puerta de una comisaría donde se encontraban detenidos varios manifestantes, dando lugar a un inédito juicio que condenó posteriormente a los agentes de las fuerzas de seguridad. Porque la radio no ve la realidad desde un lugar ajeno a ella, sino que “es parte de lo que pasa”, como dice también una de las piezas artísticas que la identifican en una de sus tandas publicitarias.
Tal vez sea por eso que Radio Encuentro tiene entre sus amigas y compañeras históricas a referentes de las Madres de Plaza de Mayo como Hebe de Bonafini o a Estela de Carlotto, de las Abuelas, con quienes trabajan día a día en la búsqueda de los nietos robados durante la última dictadura militar. Y seguramente es incómodo para el entramado de poder político, policial, judicial, la práctica habitual de poner al aire las voces de familiares víctimas de violencia y abuso no poco frecuentes en la provincia de Río Negro como Julieta Vinaya o Gualberto Solano -entre muchos otros- que en la búsqueda constante de justicia para sus hijos han encontrado en la radio un lugar desde donde hacer sus propias y dramáticas preguntas: ¿qué pasó con ellos? ¿quiénes son los responsables?
En treinta años transcurre toda una vida, y a la vez acontece la vida de decenas, cientos, miles de personas que no se conforman con esa vida tal como es. Que valoran la organización como una herramienta para combatir las injusticias. Que creen en la democracia como forma de convivencia y a la vez se proponen ampliarla, profundizarla, construirla. Que encuentran en la radio un recurso para conseguir alguna changa a través de “la bolsa de trabajo” o quizás para desarrollar y dar vuelo a su expresión musical, poética, teatral, política, o simplemente para estar un rato con otros y otras, en tiempos de distancias tecnológicas y expulsivas mediaciones comunicacionales. Un lugar social para vincularse, para ser parte de un destino común que solamente es posible si hay encuentro.
Si uno sintoniza Radio Encuentro luego de treinta años de vida, encontrará mucha vida: la de las comunidades mapuches que siguen luchando por su territorio; la de las mujeres que alzan su voz contra el patriarcado; la de las juventudes que buscan su lugar en la sociedad y reclaman más y mejor educación pública; la de las familias sin techo que sólo reclaman un lugar donde vivir; la de las y los docentes y trabajadores junto a sus gremios defendiendo sus fuentes laborales; las de las infancias diciendo que el futuro es hoy y no cuando cumplan la mayoría de edad; y así se podría seguir en un listado interminable. Porque cada generación que hace la radio, que la escucha, que la siente propia, está siendo parte de aquel horizonte que guió su fundación: la existencia de una sociedad más justa construida desde la mirada de quienes más sufren, a través de la expresión de la palabra y la cultura del pueblo.
Por Diego Jaimes (Radio Encuentro)
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen