Es 24 de marzo y por primera vez en 44 años las organizaciones de derechos humanos, sociales, políticas y el pueblo todo no saldrán a las calles en el aniversario del golpe de Estado de 1976. La medida se tomó con la plena conciencia de que hacerlo masivamente podría perjudicar a ese mismo pueblo que año tras año gritó “Nunca Más”.
Sin embargo, el día no pasa desapercibido, la memoria por los 30 mil no se silencia y de un modo u otro el recuerdo y el pedido de justicia se multiplica y corre como un viento que abre ventanas en todo el territorio. Volvemos a de decir presente por todos aquellos que soñaron con un mundo más justo, y lo hicieron de manera colectiva. Porque la premisa es igual en todos los tiempos: nadie se salva solo, nadie puede “reservar del mundo solo un rincón tranquilo”.
Antes de la represión y del golpe había un ideal, y fue contra ese ideal que se levantaron las armas que se llevaron a los miles que trabajaban por justicia social, recorriendo barrios humildes, militando en escuelas, cuestionando un modelo que tuvo que imponerse a la fuerza: apenas un año después del golpe se había reducido el salario real de los trabajadores al 40%, disminuyó su participación en el ingreso nacional al 30%, el consumo de alimentos también bajó un 40%, el de ropa más del 50% y el de medicinas prácticamente desapareció en las capas populares, como fuera computado por el escritor y periodista desaparecido, Rodolfo Walsh en su Carta a las Juntas.
El endeudamiento fulminante, la destrucción de la industria, del trabajo y de los beneficios sociales adquiridos, dejando a su paso desocupación, hambre y muerte, se sumó a los saldos que dejó el terrorismo de Estado a fuerza de una represión sin precedentes, con campos de concentración y tortura, donde más de 30.000 personas fueron desaparecidas.
Hoy las calles están silenciosas, pero la memoria intacta, porque el plan neoliberal siempre acecha y busca nuevas formas de imponerse en democracia. Así se vio en los últimos años, no solo en Argentina, sino en el resto de los países de Latinoamérica, con un Estado adicto a las recetas del FMI y recortes abruptos en derechos sociales. Plan que llegó a degradar en nuestro país, un ministerio como el de Salud a secretaría, por poner un ejemplo en relación directa a los tiempos que corren y las posibilidades de enfrentar la pandemia. NI hablar del endeudamiento, la pobreza y la desocupación.
La importancia, necesidad y urgencia de un Estado presente es prácticamente incuestionable en estos días y los contrastes se ven con claridad. Lo es también la idea de que no todo puede delegarse, de que los actos individuales hacen a lo colectivo, y que pensar una sociedad más equitativa no es posible sin trabajar en conjunto.
Aún aislados, las reflexiones que el tiempo impone no están lejos de esto. Como cada 24 recordamos no solo a una generación que ya no está, sino aquel deseo profundo por construir un mundo mejor.
Por redacción
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen