Como un antropólogo que estudia una población extraña, el reconocido guionista de los personajes de Peter Capusotto, nos comparte sus primeras conceptualizaciones sobre la identidad del barilochense. Desde su pensamiento salvaje, que combina la mirada oblicua del humor con la fascinación del turista reincidente, desarrolla una posible explicación acerca de las contradicciones del que vive en esta ciudad.
En una mesa en la vereda de un bar céntrico charlamos con Pedro. Nos cuenta que conoció Bariloche en su viaje de egresados, que le gustó tanto que se quedó una semana más y regresó a dedo. Desde entonces vuelve cada vez que puede. Hace un par de años dejó de fumar para poder subir con su familia a los refugios de Bariloche y siempre visita Colonia Suiza pero no puede explicitar por qué. También hace escala en la feria artesanal. “Es que la vida en pareja conlleva este tipo de paseos” —nos aclara.
Mientras saborea su helado de dulce de leche nos expone su hipótesis sobre el ser barilochense. Primero postula que la identidad del que habita este lugar se da por acumulación, en capas de asociaciones gregarias que se modifican con cada nueva ola de venidos. Para fundamentar esta idea parte de las dos grandes genealogías que conforman nuestro gentilicio: los NyC y los VyQ. Los primeros tienen la virtud de haber nacido en esta ciudad y los otros de haberse venido y quedado. A estos últimos los confronta con todos aquellos que vinieron, pero al ver defraudadas sus expectativas, se tuvieron que volver con una tonelada de dulce de frambuesa en el baúl.
Asimismo, los VyQ se subdividen en dos categorías a partir de la siguiente pregunta: ¿Hace cuánto que vivís acá? Los recién llegados que todavía están bajo la fascinación de la naturaleza y los que ya perdieron esa fascinación y se quejan de ella. Éstos a su vez se diferencian entre sí en base a la cantidad de nevadas copiosas que sobrevivieron. “Esta nevada no es nada —Pedro cita con voz grave— Vos no sabés lo que fue la nevada del 95 y la del 84 ni te digo”. Estos últimos nacieron en otro lugar pero se sienten de Bariloche y tienen la particularidad de ser de dos lugares, tienen dos vidas.
La característica más interesante de los VyQ es que han corporizado la realidad de un ansia generalizada. El capitalismo propone varias fantasías, una de ella consiste en abandonar el sistema. Los VyQ materializan la posibilidad de escaparse de los guiones preestablecidos por el régimen neoliberal. “Acá la fuga es más concreta —nos explica—, la naturaleza es infinitamente porosa, siempre hay recorridos nuevos, todavía podés caminar en un lugar que nadie nunca pisó”. Y por esto se sienten con cierta supremacía sobre el resto, puesto que lograron lo que otros no pudieron. “Yo estoy al lado de un río de mierda y vos tenés un lago de la concha de su madre —comenta Pedro—, por eso le ponen Pioneros a una avenida”. A diferencia de aquellos que se fugan de la gran ciudad para retozar en la hamaca paraguaya al borde de una playa en Brasil, los VyQ se enorgullecen de su capacidad de sobrellevar las adversidades. “Vení y ponete en bolas acá en el Mascardi” —cita Pedro con ese tono tanguero imitando a los VyQ.
Los NyC representan el linaje purista del habitante de esta ciudad, ellos se consideran superiores por el solo hecho de haber nacido acá. Según Pedro son solo un accidente ͢͢geográfico, puesto que son hijos de otros venidos, su única virtud es que fueron ensamblados en este territorio.
Todo proceso de subjetivación es complejo y nunca se da de forma acabada, pero atraviesa ciertos momentos de estabilidad que le permiten al sujeto establecer una coherencia sobre sí mismo. Pedro argumenta que la construcción identitaria del Barilochense es especialmente complicada porque no consigue consolidarse, crece y cambia todo el tiempo. La apropiación de su Yo se ve sujeta por la invasión de otro igual a él pero hace veinte años antes. El que ya está no quiere que la ciudad cambie porque él vino a buscar ese Bariloche que fue. La identidad está en constante contradicción.
Antes de abordar el núcleo duro de su teoría se pide un café. Luego de esta pequeña pausa, se centra en el mayor problema que tiene esta ciudad: “Bariloche no tiene otro lugar que le haga sombra. No se puede comparar con El Bolsón o La Angostura. En este sentido Bariloche no tiene un exacto espejo que lo refleje, una oposición que delimite y dé coherencia a esa diversidad de NyC y VyQ. El Barilochense se comporta como un porteño. El de la Angostura no lo debe querer mucho, pero a él no le importa que lo odien, les parece lógico porque se siente superior. No miran a otros, se miran entre ellos, la contradicción se dirime entre la casta de los venidos”.
Para terminar la entrevista le pregunto en qué categoría ubica a los mapuches. “Ése es su problema —me contesta—, hay que ver dónde lo ponen Uds. Éste es un territorio en disputa. Claramente ellos estaban acá, pero su modo de estar es diferente al del blanco que necesita conquistar la naturaleza y armar un refugio, traer su modo de vida a la cima de la montaña”.
Antes de irnos, el dueño de la confitería le estrecha la mano al famoso guionista y le confiesa que fue todo un honor servirle el café.
Por Verónica Battaglia
Fotografías: Euge Neme y Ramiro Sáenz
Equipo De Comunicación Popular Colectivo al Margen