Este diciembre se presentó en nuestra ciudad “Algo en común. Pequeñas historias de inmigración”, libro que relata la historia de Bariloche a través de los recuerdos de experiencias de vida de algunos de sus habitantes.
“Yo creo que fuimos nacidos hijos de los días, porque cada día tiene una historia y nosotros somos las historias que vivimos”. Las líneas de Eduardo Galeano flotan potentes sobre la primera hoja estableciendo el puente inicial. “Es un libro de verdad. Quedó hermoso, ¿viste?”, dice con sonrisa amplia la historiadora y docente Pamela Desutter mientras desenvuelve ceremoniosamente uno de los ejemplares de “Algo en común”,un trabajo de investigación y escritura colaborativa del cual es compiladora.
Con ojos interesados en la materialización de una idea, recorre textos e imágenes mientras va contando los inicios de este proyecto que hoy se concreta en estas páginas con relatos de “pequeñas historias de inmigración” que fueron escritos por alumnos de la Escuela Nº 105 de Bariloche, donde es profesora, como parte de un trabajo que excedió lo curricular para pasar de “cumplir con una tarea” a generar nutridos textos que pasan a integrar los libros de la buena memoria.
Desutter explica que el gen inicial arrancó dentro de la planificación del área de ciencias sociales para cuarto año: “Decidimos abordar la historia argentina del siglo XX, que es lo que corresponde según el diseño curricular, a partir de algunos ejes: uno de ellos era la inmigración”, recuerda sobre la experiencia que se dio en el marco del taller interdisciplinario de ciencias sociales y humanidades -que abarca historia, filosofía y ciudadanía- y donde se organizó el cuatrimestre con una parte práctica y una teórica.
“En el proceso arrancamos con una encuesta para ver cuánta gente de alrededor había venido de otro lugar, porqué se habían ido, en qué año habían llegado a Bariloche. Una encuesta que cada estudiante hizo a cinco personas. De ahí también salieron estadísticas que están en el libro y como cierre les propusimos que escribieran en profundidad alguna de las historias que habían recolectado”. Le siguió a eso el trabajo de escribir, reescribir, pulir. “Cuando fuimos cerrando el cuatrimestre empezamos a releer las historias, a hacer las devoluciones, y nos encontramos producciones muy lindas, muy bien escritas, diversas entre sí, interesantes para contar y mostrar hacia afuera”.
Es así que a la vuelta de las vacaciones comenzaron con otros temas pero paralelamente se continuó el trabajo. La chispa estaba encendida. “En el medio me contacté a Laura Méndez, Doctora en Historia de la Universidad Nacional del Comahue y profesora del Centro Regional Universitario Bariloche, para contarle el proyecto y ella enseguida empezó a volar y armar un librazo de esa primera idea que era, al menos, poder hacer una revista en hojas A4 para darle a los estudiantes”. La maquinaria comenzó a acelerarse con un engranaje a puro pulmón que fue dando sus frutos.
– Habrán aparecido un montón de historias en el proceso y también la posibilidad de indagar en la propia.
-Sí, la mayoría de las personas que aparecen en las historias son familiares de las y los estudiantes. Esto de proponerles que busquen una persona que haya venido de afuera para hacerle la entrevista les permitió a ellos también indagar en su historia personal, de dónde vinieron sus abuelos, sus abuelas, si eran de acá, si vinieron de afuera, qué sueños salieron a buscar o qué situación los llevó a dejar su lugar, su familia…
– Es una búsqueda individual y a la vez colectiva
-Claro, tiene que ver con una búsqueda personal y a la vez la construcción de una identidad individual y colectiva. Esto de poder compartir las historias y ver la de los demás también nos hace encontrar cosas en común. Por eso el libro se llama Algo en común, título que eligieron los estudiantes. Pero además, algo que se trabajó en estos meses fueron ejes como la discriminación, la xenofobia, todo lo que tiene que ver con mirar a los demás como extraños, como que el otro es el diferente. Nos permitió pensar que todos en algún punto somos extraños para otro, venimos de algún otro lugar o tenemos a alguien que vino de otro lado. Encontrarnos en esas historias y darnos cuenta de esto también fue parte del proceso de aprendizaje.
– Todo el trabajo muestra un entusiasmo importante
-Yo misma me sorprendí. Trabajo en dos escuelas con realidades muy distintas y muchas veces los profes vamos con ideas que nos parecen muy buenas y originales y no encajan. Y nos sentimos un poco frustrados. Pero en este caso… la experiencia me hace ver que vamos por buen camino cuando pensamos que tenemos que dejar más en manos de nuestros estudiantes, porque yo podría haber traído historias de otros, hacérselas leer, mostrar estadísticas de otros y cerramos ahí. Pero acá el conocimiento lo construyeron ellos y ellas, y me parece que este es el camino. La verdad es que fue un movimiento muy grande para lograr esto, corrimos bastante para llegar a terminarlo en este diciembre, pero valió la pena, porque también es un inicio.
Con dos ejemplares sobre la mesa, pagados de su propio bolsillo, la historiadora señala que ahora es necesario empujar y lograr una tirada más grande. “En principio queríamos regalarle a los chicos y chicas un ejemplar a cada uno y después que lo puedan adquirir las familias o quien quiera”. Desutter destaca la colaboración de la Editorial Municipal, de la mano de Eliana Navarro para el diagrama y todo el armado del libro que cuenta con el prólogo de Gabriel Di Meglio, historiador e investigador de Conicet y la contextualización histórica de cada capítulo de Ricardo Daniel Fuentes, docente e historiador.
“Hay también un capítulo especial, contextualizado por Sandro Rivas Pichicura, Integrante de la Comunidad Mapuche de nuestra ciudad y profesor de mapuzungun en la ESRN N° 105, que surgió a raíz de una de la historia que relató una estudiante sobre la abuela de su bisabuela, cuando, escapando de la represión de Villegas en el marco de la conquista militar de la Patagonia estuvo viviendo en una cueva en la zona de Ñiriguaw. Nos pareció que era importante que estuviera aunque no fuera una inmigrante, sino justamente una persona originaria, para poder ver no solo la historia de los que fueron sacados de su propia tierra -esa historia dolorosa que tenemos que reconocer como patagónicos- sino también mostrar que no todos venimos de afuera, mucha gente es de acá y siempre fue de acá.
-¿Sentís que esto puede aportar a ese archivo propio de la historia local al cual a veces le faltan algunos capítulos?
Sí, sirve además como material didáctico. Hay historias que impactan mucho: hay una señora que venía escapando del hambre en Alemania y en un momento los hacen cambiar de barco y pierde a su familia. Llega sola con 14 años y no tiene ni idea de a dónde fue a parar su familia y tiene que rebuscárselas. Si bien uno ya había escuchado historias similares, me fascinó que las mismas chicas que hicieron esa entrevista se pudieran enterar de esa situación. También hay una dominicana, se la ve en el libro en una foto en un sillón con sus hijos. Se vino sola dejando a sus cuatro hijos y todavía no pudo traerlos. Muchas historias son así, de dolor, de angustia, de decisiones que marcaron mucho a las personas. Quien lo pueda ver quizás entienda un poco más al otro que está acá, tratando de ganarse la vida, y seguramente la situación que podría generar discriminación ya no va a estar.
Por Violeta Moraga
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen