Mario Wainfeld vino a Bariloche a presentar su libro “Estallidos argentinos” y, en diálogo con Al Margen, arrimó su perspicaz lectura sobre varios temas de la realidad.
Mario Wainfeld escribe cien notas por año en Página 12, lo que sería equivalente a unas 2000 desde comienzo de siglo. Conduce además Gente de a pie en Radio Nacional, donde analiza la realidad sobre la que ha elegido diez hechos para reescribirlos en “Estallidos argentinos”, su nuevo libro.
Días atrás lo presentó en la sede barilochense de la Universidad de Comahue y horas después accedió a dialogar con Al Margen sobre esos estallidos: el 2001 y sus presidencias, la marcha atrás con el 2×1 a los genocidas, el caso Pomar y el asesinato de Carlos Soria, la desaparición de Santiago Maldonado y la muerte de Rafael Nahuel. Pero también sobre movimientos sociales y justicia, entre otros temas.
¿Qué une a los diez estallidos?
Son fragmentos de la historia con una significación, con pistas, datos sobre cómo funciona la política y la sociedad, la protesta social y los poderes de Estado.
¿Por qué elegiste esos y no otros hechos?
Porque quise retratar cuestiones que haya cubierto como periodista, y no soy periodista hace tantísimos años. Full time desde hace 32 y periodista, periodista desde hace 35 ó 36. No podría haber hablado de ningún hecho anterior a 1995. Preferí dejar afuera al menemismo y arrancar en 2001 que, como dice Martín Rodríguez (periodista), fue un poco la incubadora del kirchnerismo y el macrismo.
Nos gustaría que realices un paralelismo sobre la dinámica de los movimientos sociales de entonces y ahora
Hay enormes diferencias, porque muchos acontecimientos han cambiado el movimiento social. Ahora tienen más presencia y experiencia: recorrieron la carencia de 2001, un momento de mejora económica que tal vez no llegó a los más humildes y uno de agresión y resistencia con desarrollo de políticas públicas, como la AUH.
¿Qué futuro le avizorás?
Lo que se ha aprendido en materia de organización social, solidaria, de economía popular, de articulación parcial entre organizaciones sociales y Estado tiene que formar parte del diseño de un nuevo Estado. Por cierto, más amigable. Un proyecto nacional.
Hay una auto conciencia de su identidad, ¿no?
La clase trabajadora nunca volverá a hacer lo que fue hace 40 años, por lo menos no en el lapso en que discurre mi vida ni la de ustedes. La clase trabajadora ligada a un empleo formal, organizado, vinculado a un empleador privado es una realidad acotada. La mayoría de los trabajadores está en otra condición, muchos de ellos sin patrón privado. Es otra clase y los sectores que han desarrollado otra experiencia han madurado. Si decimos que el consumo es el motor de la economía y el mercado interno primordial, hay una economía popular en ciernes que se puede explotar más.
Dentro de los estallidos a los que hacés referencia hablás de la pueblada contra el 2×1 a genocidas. No recuerdo otra movilización que haya impactado tan directamente en una política de Estado.
Una referencia puede ser 17 de octubre de 1945, a su modo, pero era la movilización de una facción. La comparación mundial me tienta y uno se asusta porque el mundo es grande, pero no hay muchas referencias de una movilización tan exitosa contra un hecho institucional tan fuerte como una resolución de la Corte Suprema, en regla –aunque el fallo sea discutible-, con efectos en una semana, sin el menor ejercicio de la violencia. Es el sueño del pibe de las movilizaciones populares en la Argentina. Es grato de contar ese antagonismo, esta tensión dialéctica entre la calle y el palacio, el poder enfrascado, ensimismado, la Justicia, que es uno de los poderes más palaciegos.
Sobre todo la Corte…
La Corte… cinco personas que no se hablan entre ellas, que no representan a nadie, que viven encerrados en su mundo
La Justicia en los últimos 15 años media cada vez más en la política
Es una cuestión mundial, por una insatisfacción en la representación política. En la Argentina llegó a un tope: hay una influencia del Departamento de Justicia de los Estados Unidos como nunca en la Argentina, más que en la época de Menem, quien ideó los tribunales federales que son un monstruo en sí mismo, con autonomía relativa, con articulación con los gobiernos; son micro poderes. Es una distorsión del sistema democrático y la dirigencia argentina tiene que desandarla. El judicial es el menos republicano de los poderes del Estado.
Todo implica un mayor disciplinamiento de los movimientos sociales.
Sin ninguna duda. La criminalización de la protesta social tiene 20 años como intento de domesticación de la acción directa. No lo puedo justificar académicamente, pero la protesta en la Argentina es garante de la gobernabilidad, sostén del sistema democrático. Si no hay más violencia política, es porque la gente protesta.
Por Pablo Bassi y Fabián Viegas
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen