El proyecto Reunión es otra forma de hacer comunicación popular. Se propone materializar las voces de los cuerpos marcados como enemigos políticos y les ofrece otros modos de circulación.
En lugar de las pautas convencionales de la entrevista, se trata de escribir juntos, con otras reglas que editan el encuentro. El procedimiento es la reunión, la palabra sucede en ese estar presentes, en donde uno habla y el otro le da cuerpo a su voz y la fija en el papel. El resultado es una palabra potente que surge de la experiencia, una palabra que quiebra el discurso del miedo que elimina cuerpos para disciplinarnos.
Ruta 40 al sur
Cinco de la tarde. Con la mirada fija en la ruta suelto la mano del volante y tomo el mate que me ofrece Dani. Misión cumplida, dice. Y un silencio azul se extiende hasta la lejanía. Está lavado, digo para puntuar ese silencio.
Acá, gritó Dani. Frené de golpe, dejamos el auto al borde de la ruta, del muelle, del lago. Pasamos la tranquera y ahí estaba, junto al fuego, porque hacía frío. Solo podía verle los ojos. Nos dijo que hacía rato que estaba esperándonos. Llegamos más tarde de lo que habíamos acordado, hubo problemas con la imprenta, por suerte todavía no había caído la noche. Tomó la bolsa con los libros, nos agradeció y se perdió en la montaña. En esa bolsa se llevaba la promesa inscripta en papel de que la palabra de la Lof Lafken Winkul Mapu alcance todos los rincones del Wall Mapu.
Dani cambia la yerba y me ofrece otro mate. Prendo el grabador y le pregunto sobre su proyecto, sabiendo que es eso justamente lo que él no hace. No pregunta ni graba, deja que hablen y escribe.
De Chocobar a Lof Winkul Mapu
“El primer día les conté del proyecto y les dejé el libro de Yvonne, la mamá de Juan Pablo, el chico que mató Chocobar. El segundo día me dijeron que sus antepasados les comunicaron que podían confiar en mí. Todos habían leído el libro de Yvonne y me hicieron preguntas sobre esa historia y sobre mi propia historia. Les conté que me había criado entre el relato de dos genocidios: el del pueblo judío y el de la dictadura. Hasta que algo de mi relato coincidió con el suyo y empezaron a hablar, y yo a escribir. Me prestaron su voz, no son personas que necesitan que nadie le dé la voz, son muy power. Ellos me dan su voz y yo le doy a su voz un marco y una serie de materiales para que esa voz cobre otra forma de moverse. Creo que la Lof Lafken Winkul Mapu tomó mi invitación porque es una prueba para ellos, que un objeto fije su palabra y la lleve a otros lados donde su voz no alcanza.”
En ese momento me hubiera gustado mirarlo a los ojos, desvié un instante la cabeza, y él copió mi gesto, pero enseguida tuve que seguir las curvas de la ruta. Necesitaba otras pruebas que acompañaran su relato. Me pregunté por qué un pueblo de cultura oral estaría interesado que un blanco les proponga escribir un libro. Y como si hubiera escuchado mi pregunta, me da un ejemplo, me aclara que Ivonne nunca hubiera venido acá a contar lo que le pasó a Juan Pablo, que no es lo mismo escucharla por la radio interceptada por un periodista que le hace decir lo que él quiere, que leer su historia en primera persona es mucho más provocador.
Luego me explica su procedimiento. “Escribo a mano, no uso grabador, lo que queda en el papel es lo que esos dos cuerpos se dijeron. Dos desconocidos: uno habla y ve como la mano del otro se mueve al ritmo de sus palabras, hasta que esa mano se cansa, pero ese cansancio genera confianza, muestra que su voz es importante. Su voz y su silencio, a cada pausa corto la línea y sigo en la siguiente. La pausa despliega toda su sugerencia en el espacio de la hoja. La palabra hablada tiene más que ver con el verso, que con las convenciones de puntuación de la prosa.”
“Está prohibido preguntar. Yo como escriba sostengo ese silencio, esto hace que la persona pueda generar quiebres en el relato de sí misma. Después de ese silencio compartido vienen las mejores partes de los relatos. Yvonne habló de una forma que nunca habló y que nunca volvió a hablar, creamos una forma de hablar juntos.”
“El momento de escritura es uno, empieza y termina. No hay edición posterior, confío en las decisiones formales de escribir juntos. Las reglas que impongo para ese encuentro editan, es una edición intrínseca al acto de escritura, el acto edita, y el encuentro es el autor, ni yo ni el otro, esa situación es el autor, la autora, le autore.”
Aprovecho una pausa y le pregunto cómo comenzó este proyecto. “Al principio elegía las voces al azar, de cualquier edad, cualquier lugar y hablaban de cualquier cosa. En este último tiempo me interesó hablar de aquellas problemáticas sobre las que necesitamos construir pensamiento. Y para esto necesitamos escuchar a las voces que están experimentando en su cuerpo lo que estas problemáticas del mundo generan. El miedo como pedagogía de estado es una construcción para obtener un fin excluyente y que se sostiene sobre un relato que supone una ignorancia: ese pibe es chorro, te va a robar, mientras hay gente transfiriendo millones de dólares en el banco central pero te hacen creer que tu verdadero enemigo es el pibe chorro, que quizás te robe para comprase un porrito o para invitar a una chica que le gusta una cerveza.”
Más adelante me cuenta que la comunidad es la responsable de distribuir el libro por el Wall Mapu para invitar a todos a que se sumen a su lucha, y de este modo convocar con la presencia de su voz y a la vez, dejando su huella en papel para que pueda volver a ser hablada en otro tiempo y espacio. Él se compromete a que este relato circule por el mundo del arte, la academia, la educación. Y agrega, con tono misterioso, que cuando un libro conmueve, se mueve, pasa de mano en mano, se mete por todos lados, como esas plantitas que se cuelan entre los ladrillos.
Un poema para Belgrano
“Si tengo que decir qué objetos me cambiaron la vida: son los libros, te cambian la cabeza, el culo, el amor. Para mí hacer libros es lo más político del mundo. Esta idea no se me ocurrió un día sino que surgió del hecho de estar ahí con otras personas. Había armado un espacio de apoyo escolar en la villa 1-11-14. Ahí me crucé con Exon, su mamá me pidió que le enseñara a escribir si no repetía quinto grado. Le di unos ejercicios y fui a ayudar a los demás. Cuando volví estaba escribiendo con letra clara, en cursiva. ¡Exon, esto es escribir!, le digo. ¿Esto es escribir?, me pregunta. Le propongo escribir un poema juntos. Hicimos una carta a Manuel Belgrano para agradecerle por incluir el blanco en la bandera, que para Exon es el color más lindo. Querido Manuel: Has puesto en la bandera un color bonito que me hace acordar a un río que fui con mi mamá. Al final del encuentro, le pedí que lea su poema y fue increíble y ahí me di cuenta que había algo.”
De pronto un silencio que asoma sobre el Gutiérrez. Esta vez decido no ser yo la que interrumpe ese tiempo sin palabras. Pienso en las Topa Topa que encienden de amarillo la aspereza de la montaña, como estos relatos que crecen para resquebrajar el discurso compacto del miedo. Estos relatos florecen en la adversidad porque su fuerza surge de la experiencia directa de aquellos que están participando en el conflicto. Y no solo eso, se escriben en primera persona, es decir que se estructuran en base a los sentidos que ellos mismos atribuyen a los acontecimientos y a los modos que ellos eligen para dar cuenta de los hechos. Es una poética de la experiencia que registra no solo lo dicho sino también eso no dicho que también significa. Estos poemas intentan fijar lo fugaz del instante, como si ahí se instalara la intensidad de una vida.
“Wouw este lago es increíble”, me dice. “Ellos entendieron algo, que nosotros todavía no entendemos, que proteger a la comunidad y proteger a la naturaleza son la misma acción. Así me dijeron, con estas palabras.”
“Antes escribía y hacía música pero esto me tomó por completo. Para mí el proyecto es la materialización de una fe, que es que las personas para comunicarse, para leer, para escribir, para mover lo que sienten a través de la tierra, lo único que necesitan hacer es juntarse, no se necesita un super estudio de grabación, diez kilos de óleo y un mural, sino una voz, un oído, una mano, una pierna, un lápiz, un papel. Los contactos más fuertes se dan a través de materiales simples, y en general ese material es nuestro cuerpo.”
La ruta pierde sus bordes. La claridad se va entre los cerros. Y de golpe: el cruce, semáforos, tráfico y una luna, casi llena, increíble.
Por Verónica Battaglia
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen