Mariano Oberlin, cura villero de Córdoba, está utilizando los envases de PVC que encuentra en la basura para construir casas, dándole trabajo a jóvenes que saca de la droga y encontrándole utilidad a miles de kilos de basura que de otra manera terminarían contaminando la tierra y el agua. Una crónica de la esperanza.
Con este método construye viviendas para chicos sin techo en el Centro Clandestino de Detención de la Rivera, lugar donde estuvo secuestrado su viejo, que hasta el día de hoy continúa desaparecido.
Mariano Oberlin es cura en el Barrio Müller uno de los más vulnerables de Córdoba capital. Trabaja con chicos y jóvenes a los que intenta darles oportunidades para que puedan salir de la droga y de la trampa del narcotráfico que en este barrio pega feo y que en Córdoba ha tenido más de un vínculo probado con distintos estamentos del poder.
“Empezamos originalmente hace 9 años con un tallercito de oficios en la parroquia, para niños, después se fueron sumando adolescentes, después jóvenes. Desde el primer momento nosotros vimos como una problemática clave el consumo. Hay muchos chicos en la calle, expulsados de la familia, que habían perdido la escolaridad y que no conseguían trabajo. Y queríamos trabajar con ese tema y se nos ocurrió empezar con el tallercito de oficios. Eso tomó un poco más de forma, y se desarrolló un poco más, con talleres de carpintería, herrería y construcción”.
Mariano es humilde. Su tallercito de oficios ofrece contención a unos 500 chicos de córdoba. Su trabajo fue lo que hizo que en 2016 fuera elegido como el “Cordobés del Año” en un concurso organizado a través de las redes sociales por el diario “La Voz del Interior”.
Las casas de Botellas
Mariano habla rápido, resumiendo, pero dando un volumen impresionante de información que la tiene anotada en su memoria. Detrás de su voz se escuchan sierras, amoladoras, martillazos y un compresor que no para.
“Con el tiempo armamos unas casitas para que los chicos tengan donde vivir. Fuimos viendo también la necesidad de sacar chicos del barrio, porque estaban amenazados por narcos y cosas así. Conocimos ahí a Lucas Recalde que nos ofreció que los chicos puedan ir a una estancia que él tiene en Agua de Oro, una localidad de acá en el interior, para que puedan ir a hacer su rehabilitación ahí. Estando ahí los chicos empezaron a colaborar en un proyecto que él tenía para la construcción de viviendas con botellas de plástico.
Nosotros, por nuestra parte, algo de eso veníamos intentando también, pero sin casi frutos. Eran más ideas que otra cosa. Veíamos la problemática de la basura. El barrio es un gran basural, todo el mundo va a tirar basura ahí. Por otro lado veíamos problemas con la falta de trabajo. Pensamos que si juntamos las dos cosas a lo mejor salía algo. Dijimos de aprovechar la basura para meterle valor agregado y producir algo. Habíamos intentado algo con ladrillos ecológicos, moliendo el plástico, agregándole cemento, pero el costo era altísimo, porque la molienda es muy cara, el cemento es carísimo y todo salía más caro que la construcción tradicional.”
El sistema.
De un solo vistazo cualquier persona puede ver basura, botellas de gaseosas, de shampoo, de detergente presionadas con cintas y alambre dentro de unos marcos de madera. Ahora son fardos, puestos en un orden productivo, en la estructura de una futura casa, de una sala de arte, de un taller de oficios. Con solo mirarla cualquier persona puede entender todo el proyecto: El reciclaje, la salida laboral, la solución habitacional.
“Lucas venía desarrollando este sistema que son fardos de botellas. No lleva ningún proceso complejo. Es enfardar nomás. Comprimir un poco las botellas y ponerle un marquito de madera que se hace con madera reciclada, porque son rezagos industriales de un aserradero muy grande, acá en Córdoba. Él había desarrollado la técnica pero no lo había podido llevar adelante. Había probado con un par de cooperativas, pero no había cuajado la cosa. Cuando los chicos del taller fueron a vivir ahí la cosa empezó a cuajar. Empezaron a laburar ahí y levantaron la primer casa.
Entonces, el sistema es de Lucas, lo ha inventado él, pero si no hubiese sido por los chicos, no se levantaba la primer casa. Fue una sinergia muy linda.”
“Él también como emprendedor le ha puesto una mirada más vinculada a lo comercial, que por ahí para nosotros que estamos más en el mundo de lo social es una mala palabra, pero contradictoriamente, porque si queremos generar una fuente de trabajo, alguna generación de ganancia tiene que haber, sino no hay sueldo para nadie. Entonces él se ha encargado de comercializarlo, de poder ofrecerlo bien hechito y prolijo.
Del lado nuestro son chicos que están viviendo con nosotros que están haciendo su proceso de rehabilitación de drogas, muchos de ellos que han estado consumiendo paco, tirados en la calle, destruidos, y que hoy están gracias a Dios poniéndole unas ganas bárbaras. Muchos que estuvieron trabajando en la industria de la construcción como albañiles. Si bien esto no es construcción tradicional, hay muchas cosas de la construcción tradicional que ellos saben hacer. Es como que también ellos se sienten importantes, porque lo que hacen es parte de su historia y que muchas veces ha sido denigrados. Porque, para muchos, ser albañil es ser del escalón más bajo de la sociedad, y que de golpe ahora venga la prensa, les saque una foto, salgan en el diario, en la tele…(silencio). Es como que ahora se sienten empoderados. No es haciendo nada distinto de lo que hacían, pero con otra mirada social, con otra perspectiva”.
La parte de salvar la tierra.
Los proyectos de Mariano parecen no tener fisuras, y suman vinculaciones y aristas que hacen que pocos puedan poner “peros” al momento que el cura va a solicitarles apoyo. Un argumento que ahora le genera buenos resultados es lo que él llama “la cuestión ecológica”. Con ello está pensando en solucionar problemas de los más vulnerables, redistribuyendo los negocios de las empresas que obtienen ganancias de la basura.
“Estamos recuperando algo que de otra manera iría en el mejor de lo casos a enterramiento sanitario, con lo grabe que es enterrar plástico con orgánico, porque sino termina en la calle, tirado por todos lados, o en los océanos haciendo islas de plástico. Es un tema el problema de la basura; el plástico particularmente. Es un problema grave que no se está resolviendo. Si lo transformas en casas lo resolvés y resolvés a la vez un problema habitacional y un problema laboral”
Mariano hace cuentas: “Nuestra cuenta idealista es que en el mundo en general, y en Córdoba particularmente, el 4% de la basura es PET, pero el volumen del PET en la basura es aproximadamente un 17%. Cuando una empresa recolectora calcula el costo de la basura lo hace por tonelada, pero también por volumen y eso también afecta en el costo de la basura. Si sumamos el resto de los plásticos ocupa aproximadamente el 50% del peso de la basura. Nosotros calculamos que hacer una casa de 55m2 con este sistema sale $500.000. Ahí estamos contando la recolección del PET, hacer los fardos, la platea, la construcción general, las instalaciones, la mano de obra, todo. Si pudiésemos recuperar el 4% de la basura y pudiésemos recuperar el 4% del pliego de las licitaciones – porque la estaríamos recolectando nosotros, digo entre varias cooperativas – siendo que el pliego de la recolección de residuos en Córdoba es de $8000 millones de pesos, ese 4% sería de unos 320 millones, por lo que podríamos hacer unas 640 casas, sin que el municipio tenga que invertir un centavo. Solamente se debería derivar ese 4% de la empresa que recolecta residuos a proyectos como éste. No sólo podríamos hacer casas, sino que también le sacaría un problema enorme a la saturación de los basureros municipales.”
Transformar el horror en trabajo.
En enero de 1976, cuando Mariano tenía 2 años, el autodenominado “Comando Libertadores de América”, encabezado por Lucio Benjamín Menéndez, irrumpió en un asado familiar que se hacía en su casa en el Barrio Comercial de Córdoba y se llevaron a su viejo, Héctor Oberlin y a su Tío Ángel Baudracco. Desde aquel momento están desaparecidos. El secuestro fue parte de una gran redada por toda Córdoba llevada adelante por la Policía y el Ejército en lo que ellos denominaron como la Noche de los Moncholos, refiriéndose despectivamente a los Montoneros. Héctor y Ángel militaban en el Sindicato de municipales de Córdoba y trabajaban junto a distintos curas tercermundistas en la construcción de barrios populares en terrenos que les disputaban a espurios negocios inmobiliarios.
“En mi casa, mi familia siempre fue católica, más tercermundista. Mi viejo es desaparecido y ellos siempre habían colaborado con un cura tercermundista, el cura Vasco. Quizás uno de los motivos por el que se lo hayan llevado (porque nunca supimos nada, no tuvimos nunca una información oficial) puede haber sido eso. Pero bueno, ese cura y otros curas han estado muy comprometidos con lo social y muy cercanos a mi familia. Capaz eso me ha marcado de alguna manera”, dice Mariano.
En el 2014, con la indemnización que le pagó el Estado Nacional por la desaparición de su padre en manos de las fuerzas represivas, y con una parte de la indemnización de su hermana, compró un terreno y unos galpones viejos en el barrio para que el taller de oficios siga creciendo. Con el tiempo supo que en su territorio de trabajo se encontraba el Centro Clandestino de Detención donde fue torturado y asesinado su viejo. Tras distintos avances logró llevar su trabajo con los pibes a ese mismo lugar. Transformó su horror y el horror que el narcotráfico hace en esos pibes en trabajo, en oportunidades, en vida.
– ¿Qué significado tiene para vos que puedas llevar adelante tu proyecto en el lugar donde estuvo detenido tu padre?
– Eso para mí ha sido una sorpresa porque mi mamá siempre pensó que mi papá estuvo detenido en La Perla, un centro clandestino de detención acá en Córdoba. Cuando empieza el juicio de lesa humanidad, el caso de La Perla, ahí nos damos cuenta que mi viejo no estuvo detenido ahí sino en El Campo de la Rivera. Yo llego a la Parroquia justo en esa época que se declara el Campo de la Rivera como sitio de la memoria y empieza el juicio ahí en esos días. Ahí me entero por los chicos de Hijos que mi viejo había estado ahí en el campo de la rivera, que es parte de la jurisdicción parroquial donde me toca ejercer el ministerio pastoral.
En algún momento, después, empezamos a trabajar con SEDRONAR y nos ofrecen construir un edificio. Nosotros tenemos un terreno con una edificación pero era medio chicón y nos dicen que busquemos otro, en otra parte. Empezamos a gestionar y de la provincia nos dicen que lo único que tenían era un terreno ahí en el Campo de la Rivera. Finalmente el comodato llegó tarde y el edificio se construyó en el terreno que teníamos originalmente, pero nos quedó el comodato ese. Y el año pasado empezamos a ver la necesidad de tener más casas para los chicos, porque cada vez eran más y no teníamos lugar. Dijimos de empezar a construir ahí, teníamos la técnica esta de las botellas, nos financiaron también de provincia para construir algo y hacer la plantita de producción para hacer este trabajo.
Campo de la Rivera también es un lugar donde hay muchos carreros y nosotros veníamos pensando si hacíamos algo relacionado con el reciclado, porque es donde hay mucha gente vinculada a la basura como fuente de trabajo. Empezamos a construir las casitas y hoy es el pulmón de todo lo que hacemos. Y es muy próspero, y yo digo que es próspero porque es un lugar sembrado y regado con sangre de mártires.
Lo Bizarro y la Justicia
De una manera simpática, parecida a la de cualquier cordobés que cuenta un chiste, Mariano explica lo profundo del logro que lleva adelante con los pibes: “Aparecen cosas que pueden parecer bizarras en algún sentido, pero también puede tener un tinte de profundidad: Ese lugar donde estamos nosotros, era un barranco, estaba lleno de basura, y lo fuimos limpiando de a poco. Y fuimos avanzando de a poquito sobre lo que era antiguamente el casino de oficiales del Campo de la Rivera. Recuperamos un saloncito para hacer una casa para los chicos. Recuperamos también una pileta de natación donde seguramente se bañaban los tipos que tomaban las decisiones más drásticas. Es bizarro en algún sentido, pero nosotros sentimos – perdoná la expresión – como que le metemos el dedo en el culo a estos tipos. Los perseguidos nos estamos bañando donde ustedes antes se lavaban la sangre.”
Por Ramiro Sáenz
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen