Esta semana que termina el fuego consumió dos casas humildes en el barrio Nahuel Hue. Las dos viviendas de alguna manera forman parte de las historias del Colectivo al Margen. Un relato en primera persona para ganarle a la impotencia.
El Soto está cansado de cagarse de frío. No conoce otra cosa desde que nació. También se cansó de juntar leña verde y pasada de agua. Los abrazos no son lo suyo. Sus ojos chiquitos y achinados se esconden debajo de una pila de ropa. Capuchas y gorras para un sol inexistente, en estos meses de duro invierno patagónico.
Se enoja con fuerza si algo le sale mal y su vida es un precipicio remontado a fuerza de creer que algo bueno esta por suceder, y manos y piernas que van y vienen vendiendo y comprando cosas. El cariño que todos le profesan nadie entiende bien de donde brota. Corto para demostrar lo que siente y lengua filosa para hundirte la palabra como cuchillo. Encerrado siempre en su mambo, los pibes lo miran con respeto y cariño; y el camina altivo por el barrio, aunque acumule unas cuantas broncas en varias esquinas.
Esta mañana la tarea de prender el tacho lo puso de mal humor tratando de arrancar el día. Una helada de esas que en Nahuel Hue no perdonan y los palos chorreando gotitas malhumoran a cualquiera que sepa de lo que hablo. Un bidón de nafta que llegó de revoleo con una moto devino en buena idea cuando la mañana penetra en los huesos y te saca de la cama resacoso.
Después, lo mismo de siempre: gritos, sacar a tu hermano de la cama, salir corriendo con lo puesto y encomendarse a dios que los bomberos entren hasta el fondo del barrio y apaguen ese infierno de llamas y humo negro.
Ahora veo por primera vez al Soto abrazado al Hugo llorando y valoro con fuerza los privilegios que la vida me regala.
Un par de convicciones y una cabeza terca como una mula me trajeron hasta acá. Y acá me encontrarán los que, convencidos como yo, crean que es posible transformar tanta bronca en proyectos de vida y que ese abrazo en una helada mañana de invierno frente a una pila de cenizas vale la pena para seguir tragando saliva, apretando los puños y disputarle otro día al Bariloche que no aparece en la postal turística…
Por Alejandro Palmas
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen