Lucía Bianchi es coordinadora de Capacitación e Investigación de Barrios de Pie. En diálogo con Al Margen, advierte además que la Emergencia Alimentaria tiene que estar dentro de la agenda de un nuevo gobierno.
“El triunvirato de San Cayetano es un salto cualitativo en la historia de los movimientos populares de nuestro país”, asegura Lucía Bianchi. En un artículo que publicó semanas atrás en Tercer Cordón, habla de la centralidad de los movimientos sociales en la política con un salto cualitativo respecto a su aparición en los ’90: la identificación como trabajadores de la economía popular y la posibilidad de unidad de las distintas organizaciones en el diseño de políticas públicas.
Entrevistada por Al Margen, señala también que hay cierta “lógica eurocéntrica” en los partidos tradicionales, que tiende a escindir lo social de lo político y entender a los movimientos sociales como “patas territoriales”. Así quedó expresada en la mínima representación de dirigentes de movimientos populares en las listas que competirán en agosto.
“La forma para que el Congreso responda a las necesidades del 30% de la sociedad es que esos dirigentes estén sentados en el Congreso”, explica Bianchi, coordinadora de Capacitación e Investigación del movimiento Barrios de Pie y militante del partido Somos.
-Cuando hablamos de movimientos sociales, ¿a quiénes hacemos referencia?
-En la Argentina se constituyeron cuando el neoliberalismo irrumpió con fuerza y apareció la desocupación como resultado del proceso de desindustrialización. No obstante, es muy importante no restringirlos a los movimientos de la economía popular. Hay que incorporar al feminismo como movimiento social, probablemente el de más desarrollo a escala global. No hay movimiento que haya conseguido mayor nivel de articulación que el feminista que, además, es transversal al resto de los movimientos
-En tu artículo sobre la centralidad política de los movimientos sociales decís que hay un regreso del protagonismo que tuvieron en los ’90. En el medio hubo una década de gobiernos progresistas. ¿Es la misma esa centralidad?
-Es diferente, hoy los movimientos sociales están más empoderados. Estos gobiernos progresistas o latinoamericanistas dejaron otro tipo de organización popular y un umbral de derechos que hacen que los movimientos populares discutan política desde otro lugar. Creo que la diferencia está en el desarrollo de la idea de la economía popular y la posibilidad de unidad.
Esos primeros movimientos resistentes que en los ´90 tenían que parar la olla y se arraigaban en lo comunitario hicieron un quiebre en su interrelación. El triunvirato de San Cayetano es un salto cualitativo en la historia de los movimientos populares de nuestro país, porque permitió empezar a diseñar demandas de políticas públicas de manera conjunta. El hito fue la declaración de la ley de Emergencia Social (diciembre de 2016).
Daniel Menéndez (referente nacional de Barrios de Pie) dice que hoy un compañero de nuestra organización se siente tan compañero de otro con la pechera de la CTEP o de la CCC. Se siente hermanado en la lucha y la identidad, lo que permite una inserción distinta en la política. Que pueda sentarse a debatir con diputados y senadores de todas las expresiones políticas argentinas es una novedad
– ¿Hubo un viraje de la resistencia a la inserción en el Estado?
-Si, un viraje muy interesante, en el que los movimientos sociales dejaron de definirse por la negativa, estigmatizados en la sociedad como los “piqueteros”, para pensarse como actores de la economía popular. No es que “no trabajamos”, sino que el trabajo tiene otras características de precarización, con restricción al aguinaldo, vacaciones y otros derechos.
– ¿Hay una especie de resignación en los trabajadores de la economía popular sobre la posibilidad de reinserción en el mercado formal de empleo?
-Creo que la crisis en el mercado de trabajo es estructural y lo que hay es una búsqueda de construir una economía diferente. No se trata abandonar la pelea por el empleo en blanco, sino de construir estrategias para que estos trabajos que hoy existen se visibilicen en la sociedad como tales. De todos modos, creo que el horizonte tiene que estar puesto en la reconstrucción del aparato productivo con trabajo de calidad.
– ¿Creés que los movimientos sociales deben constituir una misma herramienta político-electoral?
-Tiene que ser un horizonte de expectativas, sin lugar a dudas.
-También afirmás en tu artículo que no deben entenderse a los movimientos sociales como autónomos ni como patas territoriales de partidos. ¿Cómo debe entendérselos?
-Muchos sectores de la izquierda conciben a los movimientos populares como una pata territorial que se ordena a partir de un partido centralizado proveniente de modelos de pensamiento más eurocéntricos. Boaventura de Sousa Santos plantea justamente que los movimientos sociales rompen con esa lógica eurocéntrica de partido tradicional.
Lo que yo creo es que los movimientos sociales deben tener su herramienta política propia, que no debe estar disociada del desarrollo del movimiento social. Es decir, el movimiento social no puede ser la pata de un partido que además tiene un movimiento estudiantil y un movimiento de mujeres, con representantes de cada uno de ellos. Esa representación tiene que ser más efectiva, más real.
Por eso es necesario que los dirigentes sociales se asuman, a la vez, como dirigentes políticos. Hay una lógica de escindir lo social de lo político: un sector que va al barrio y para la olla, de otro sector más tradicional de la política. Los, las y les compañeros que desarrollan experiencias comunitarias son los, las y les dirigentes sociales que, a su vez, deben asumir compromiso en la política. La forma para que el Congreso responda a las necesidades del 30% de la sociedad es que esos dirigentes estén sentados en el Congreso
-En las listas de agosto, por ejemplo, no se expresó ni por asomo ese protagonismo de los movimientos sociales. Ni siquiera del sindicalismo tradicional.
-Totalmente. El movimiento sindical, al menos, intenta discutir más como sector. Ese es un objetivo de los movimientos sociales. Creo que se ganó en injerencia política: tenemos indicadores propios de pobreza, indigencia, de precios en los barrios, de malnutrición. Ahora falta representatividad de los movimientos sociales en el Congreso.
– ¿Qué lugar podrían tener los movimientos sociales en un eventual gobierno de Alberto Fernández?
-Espero que tengan un lugar protagónico, porque la fórmula FF expresa la necesidad de iniciar una etapa que ponga límite al desmadre y de apertura al diálogo con sectores de la sociedad que tienen aportes para salir adelante. Hay una realidad parecida a la de 2003, en cuanto a la necesidad de articular y consensuar. Y los movimientos populares canalizan las demandas de un sector muy grande de la sociedad que peor la está pasando.
La preocupación por la Emergencia Alimentaria tiene que estar dentro de la agenda del nuevo gobierno. Sabemos que si Macri es reelegido, esa preocupación no va a existir. Podemos discutir el problema de la pobreza durante el kirchnerismo en relación a los aspectos estructurales, ahora no podemos discutir que la situación es la misma. Hoy los comedores están llenos de familias que no pueden resolver la comida diaria. Nosotros promovemos que diferentes sectores asuman en los primeros 180 días de gobierno el problema del hambre. La situación en los barrios es muy, muy compleja.
Por Pablo Bassi
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen