Hay letras que irritan. La e es desobediente, no respeta la norma. La e vuelve inteligibles en el campo de lo público a las disidencias sexuales y de género, y de este modo desestabiliza el discurso patriarcal, hetero-cis-normativo. La lengua está siendo intervenida y el debate está en todos lados: en los medios, en las calles, en las aulas.
¿Por qué la e? Porque la e suena, la e puede irrumpir en el espacio del habla, a diferencia de la x o la @. En español en el final de las palabras solo hay tres vocales: a, o, e. La e es una opción neutra que no marca el género gramatical y es una vocal con tradición desinencial.
En el VIII Congreso de la Lengua Española en Córdoba, el discurso de nuestro presidente destacó el privilegio de que en gran parte de América latina se hable una sola lengua, la española, soslayando ostensiblemente que esa lengua se impuso sobre otras. El español funcionó como un instrumento de conquista, fue una estrategia de disciplinamiento lingüístico, invisibilizando la diversidad de lenguas, así como la pluralidad de historias y memorias entretejidas en esos otros modos de nombrar el mundo. En palabras de Rita Segato, este criterio de homogeneidad implica una censura de la pluralidad de decires que es una de las formas del racismo.
La e representa la lucha del colectivo queer y trans, un movimiento que intenta reconquistar el territorio de la lengua y de los cuerpos. Una apropiación de las palabras para visibilizar nuevas formas de existencia, que son diversas y fluidas.
Dentro de la Academia existen posturas más conservadoras que consideran innecesarios tanto la duplicación ‘las/los” como el uso de la x o la e, puesto que en español el masculino genérico designa tanto a hombres como mujeres. Argumentan que el rol no marcado del masculino es resultado de una convención, de este modo niegan que exista un efecto invisibilizador basándose en el carácter arbitrario del lenguaje.
Otras posturas como las de Santiago Kalinowski, miembro de la Academia Argentina de Letras propone desplazar la discusión hacia las percepciones que están asociadas al masculino genérico, en lugar de pensar si ese uso del lenguaje tiene o no un valor discriminatorio. Asimismo, pone en evidencia que las percepciones que exhiben indignación hacia el uso del masculino genérico se explican a partir del contexto social e histórico de nuestras sociedades, que perpetúa la desigualdad entre el hombre y la mujer, es decir, un orden injusto defendido por sus beneficiarios.
Pero la e va un poco más allá, pretende desmontar la norma heterosexual haciendo presente otras identidades sexogenéricas que no se reconocen dentro de esa categoría. En este sentido, no solo se propone desestabilizar el binarismo hombre-mujer, sino también otras dicotomías en las cuales se edifica el patriarcado: privado-público, naturaleza-cultura, civilización-barbarie. Su lucha consiste en ampliar la matriz de percepción, dar lugar a otros modos de habitar el cuerpo, como un espacio de reconfiguración que permita corrernos de la norma, donde todes nos reconozcamos como diverses.
La estrategia que propone Clodet García -activista feminista- es invertir la mirada e incitar a una actitud irreverente con la norma dominante. Ella insiste en dejar de pedirle permiso a los miembros de la Real Academia Española, a los cuales define como “académicos, monárquicos, colonialistas” y usar el lenguaje para inventar palabras “para dar cuenta de este momento en donde nuestras nuevas existencias mutan, florecen, se visibilizan, ocupan un lugar en este mundo.”
El 11 y 12 de abril se llevó a cabo el Primer Congreso de Lenguaje Inclusivo, organizado por la Defensoría del Pueblo y con el apoyo de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata con el propósito de pensar juntes el uso político de la lengua desde las voces organizadas en torno a esa causa.
Uno de los temas que se debatieron fue la relación entre lenguaje y realidad. El sexo es la primera marca del lenguaje que se inscribe en el cuerpo, nene o nena va a ser la primera categoría para entrar en el universo social, esa definición no solo nos describe sino que nos prescribe, modela nuestros gestos, acciones y nuestra subjetividad. Es decir que el lenguaje no circula en una zona abstracta alejada de nuestro cotidiano sino que está arraigado en nuestra historia, da sentido a nuestra realidad y nos da carta de ciudadanía en el reino de lo humano o nos priva de ella.
En este congreso se destacó la voz de la asociación civil Infancias Libres que puso el foco en la necesidad de un nuevo lenguaje para nombrar otras corporalidades. Propuso agregar a la ESI otras categorías para nombrar la genitalidad sin adjudicar un género, por ejemplo en vez de decir aparato reproductor masculino utilizar aparato reproductor fecundante, y dejar atrás las categorías de femenino y masculino.
¿Pero la e va a perdurar en el tiempo? ¿Va a cambiar el castellano? Estas son preguntas que intentan desacreditar esta causa calificándola como una moda pasajera. Siguiendo a Kalinowski, es necesario desplazar la discusión del campo de la gramática, para instalarla en la zona de la retórica, pensar la e como una estrategia ΅de una potencia extraordinaria” de intervención del discurso público que pretende crear un efecto en la audiencia de toma de conciencia sobre una injusticia social.
Toda lucha política tiene su discurso propio. La e representa un recurso legítimo que busca el reconocimiento, defensa y ampliación de derechos de una parte de la sociedad extremadamente vulnerabilizada.
Por Verónica Battaglia
Equipo de Comunicación
Popular Colectivo al Margen