Testimonio en primera persona de cómo fue la jornada de memoria y justicia para las víctimas del 17 de Junio de 2010.
Apenas pasado el mediodía me manda un mensaje una amiga, profesora del Bachillerato Popular, y me dice que me pasa a buscar para empezar a activar la jornada… “hoy es un día de lucha, vieja, vamo’ arriba” me dice cuando llega. Nos vamos al bachi y elegimos la bandera, calculamos cuantos vamos a ser, y a eso de las tres de la tarde almorzamos; arroz blanco con provenzal y pochoclos salados, un manjar para el hambre acumulado. Me toca cocinar, y a medida que empiezan a llegar lxs compas circulan las historias, la comida, el hilado de la memoria que tanto duele y tanto quema.
“Nino murió en mi casa; cuando lo entramos y vimos la sangre en el piso lo revisamos y nos rescatamos que tenía dos tiros en la espalda” me dice, serio, un amigo y vecino. Rodri, un compañero del Bachi, me señala el tanque de agua que se ve desde la vereda y me cuenta que ahí mataron a Sergio, le metieron un balazo por la espalda y le pusieron de garrón un arma. Yo escucho, trato de guardar en la memoria los nombres, los detalles, los ojos de mis amigos y amigas mientras me cuentan lo que pasó el 17 de junio de 2010. “Me acuerdo que neviscaba cuando se pudrió todo… yo estaba en la escuela 310, tenía diez años, la policía quería entrar para ver si se había escondido alguien, las maestras no los dejaban entrar”.
Vamos bajando por Onelli, y cuando llegamos a Almirante Brown vemos caras conocidas y algunas banderas, y entre saludos una integrante de la murga Herederos de Kazó, me cuenta con dolor “al otro día de la masacre, desde El Cordillerano convocaban a los vecinos de Bariloche para hacerle el aguante a los gorras que habían estado en la represión; los paseaban en camionetas como si fueran la reina de la vendimia… lo triste es que mucha gente les aplaudía, los alentaban como si fueran héroes”. Yo escucho, escucho y no cabe decir que no puedo creerlo: esto es horrorosamente cierto.
La ruta de la marcha es Onelli, Moreno, doblar en Quaglia y llegar a la (eternamente en obra) calle Mitre, para llegar a la Plaza de los Pañuelos. “La familia de Diego dice que el pibe se fue el miércoles a la noche a la casa de los amigos, y que el jueves se quedaba a ver el partido de Argentina-Corea del Sur con ellos… ese día la yuta le metió un tiro en la cabeza” escucho de boca de una amiga. En la plaza hay micrófonos y nos espera el acto del día, con organizaciones sociales, partidos políticos, vecinxs, familiares, amigxs. Los Herederos de Kazó acompañan como siempre con canciones llenas de conciencia, y los bombos resuenan con sabor a bosque recuperado y tierras okupadas. Para la última canción, nos invitan a bailar… y bailo. La murga es una mezcla de baile reo y cadena rota, que organiza la rabia para defender la alegría, y esta murga es el mejor ejemplo.
Las mujeres toman la palabra y me entero que después de la matanza del 17 hubo un juicio, donde se sentó en el banquillo de los acusados a toda la cúpula policial barilochense, y que si bien dictaron penas efectivas de 4 años de cárcel para los acusados… nunca sucedió nada. La rabia y la impotencia se huelen en el aire. Un muchacho se sube a rapear su denuncia, y unos pibes del Partido Obrero comparten unas palabras. Así finalizó la marcha de este 17 de Junio de 2019, exigiendo justicia por Sergio, Nino y Diego, para que nunca más ocurra una masacre. Una remera blanca decía “NINGÚN PIBE MENOS” y me hizo pensar que ningún pibe nace chorro, pero que a todos los policías les pica el gatillo.
Por Michal Hynst
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen