Conversamos con Agustín Álvarez Rey, periodista y autor de libro “La nueva columna vertebral” que trata sobre cómo nacieron, crecieron y se desarrollaron los movimientos sociales en la Argentina desde 1993 al 2019.
– ¿Por qué tomás como fecha fundacional de los movimientos sociales al año 1993?
– Tomo el año 1993 porque los mismos movimientos sociales y sus dirigentes toman ese año como referencia de un proceso que empieza a transitar la Argentina hasta el día de la fecha que los tiene, en menor o mayor medida, como protagonistas de la historia. Hacen referencia al Santiagueñazo, un levantamiento popular en Santiago del Estero en el año 1993 que ocurre porque en una provincia donde el empleo estatal era mucho, se dejaron de pagar los sueldos durante tres meses.
A partir de allí hay un levantamiento popular muy fuerte que es el primero de los noventa y que termina con una intervención por parte del poder ejecutivo. Lo que pone en discusión ese levantamiento, más allá del tema del salario y los trabajadores estatales, es la matriz del neoliberalismo, del Consenso de Washington aplicado a la República Argentina.
Se estaba desfinanciando el Estado y no había recursos para pagarles a los empleados, Argentina estaba sometida a un plan de ajuste emanado de Washington. Cavallo y Menem en ese entonces decían que no era un problema del Estado, sino que en la provincia “había malos administradores” cuando en realidad lo que estaba sucediendo era otra cosa. Después la historia termina desencadenando en 1996 en Cutral-Có y Plaza Huincul, más tarde en Tartagal, en Corrientes, en la provincia de Buenos Aires y por último el 20 de diciembre de 2001 en la Plaza de Mayo.
– ¿Qué te parece que fue lo que hizo que se nacionalizara este primer reclamo de las y los desocupados?
-Este no es un proceso solamente argentino ni que empieza en esa fecha puntualmente, es un proceso que se da casi al mismo tiempo en toda Latinoamérica. Este tipo de movimiento de trabajadores desocupados surge en Argentina de manera muy particular. Incluso imponen el método de protesta del piquete que se vuelve exitoso y se traslada a toda Latinoamérica y a buena parte del mundo.
Me parece que lo que hace que se extienda en última instancia es la falta de respuesta por parte del Estado, un Estado que resuelve mal los problemas. Cuando nos sumergimos en los datos duros de la economía de aquella época nos ayuda a entender… había mucha desesperación, era la lucha por la supervivencia. Algunos de los dirigentes comentan que en Plaza Huincul la gente se arrimaba a los fuegos para poder comer.
La desocupación era altísima. El fuego en los piquetes tiene que ver con pasar la noche y el frío. En el 96 el reclamo de Plaza Huincul empieza en pleno invierno. Eso se fue agigantando porque había una representación de la demanda que tenía buena parte de la sociedad que no soportaba más lo que estaba viviendo y encontró en ese método un método legítimo.
A partir del piquete hay pequeñas victorias y conquistas. Aparecían los jueces y daban garantías, aparecían los intendentes y daban respuestas. La respuesta conseguida ante el método hizo que sea muy exitoso y se expanda por todo el país.
– ¿Qué marcó el quiebre de lo que en su momento podría haber sido una unidad de diferentes clases?
-Los propios dirigentes de la consigna “piquete y cacerola a lucha es una sola” narran que se termina rompiendo por la propia lógica y dinámica de la clase media argentina que tiene una dificultad para lograr una alianza fuerte de clases. En el libro se narra lo que fue la primera gran asamblea que tienen todos los movimientos de trabajadores en el 2001 donde hay sindicalistas que son repudiados y expulsados. Hay una suerte de pequeño rencor con algún sector de la izquierda más radicalizada a la hora de pensar porqué eso se rompió… en el libro eso está detallado en primera persona.
Más allá de la visión que uno pueda tener sobre aquellos hechos lo que intenta el libro es hacer una mixtura que muestra datos históricos concretos de la realidad, los datos de la economía para poder entender ese proceso que parió la Argentina. Un nuevo sujeto político-social llegó para quedarse, con el cual la política y el sindicalismo tradicional tienen que aprender a trabajar.
El libro trata de una investigación que no viene a cerrar un debate, porque muchos vivimos esa época y somos contemporáneos. La idea es reabrirlo, repensarlo e intentar que la dirigencia política entienda que los movimientos sociales tienen que estar incluidos en la matriz del próximo gobierno. El gobierno los tiene que tener en cuenta para, por lo menos, consultarle cuáles son las políticas para los sectores más necesitados.
Por Fabian Agosta y Julia Biagioli
Equipo de Comunicación Popular Colectivo Al Margen