El pasado martes 15 de enero finalizó la segunda edición del Minifest, festival de danza contemporánea autogestivo que planta bandera para esta expresión que parece encontrar fertilidad en Bariloche.
Un festival por el que pasaron más de 20 artistas que con talleres, intervenciones en espacios públicos y a través de funciones de danza aportan al intercambio como razón para la creación, para la regeneración y para descubrir nuevas formas de descubrirse entre personas, a través del movimiento. Al Margen tuvo la posibilidad de entrevistar a Brisa Krienke y Valentina Gallo, dupla gestante de este gran encuentro.
La entrevista es en la Escuela de Arte Popular La llave, que nuevamente se presta para que en sus espacios germine algo nuevo. Corriendo, en el espacio entre un taller y otro, mientras almuerzan y suenan de fondo canciones de Sandro, las organizadoras responden en conjunto.
“Todo surge muy rápido entre la idea, la acción y de repente un festival. De repente todo se alieneó: los bailarines estaban cerca, conseguimos los lugares y de pronto salió. En una tarde dijimos “¿Vamos?”, y salió, porque hay que jugársela. No sabíamos si podíamos remunerar el trabajo a los profesores, como para empezar, pero avanzamos. Todo tiene un trabajo para atrás que es movilizarlos, darles de comer, alojarlos. Es un montón de cosas, pero al final salieron. El Minifest es hije de una necesidad. Entonces también eso sostiene. Más allá de que todo sea un chino, esa necesidad sostiene y acá estamos.”
“Además, en ese intercambio de estar conviviendo con otros se genera algo hermoso. Es un encuentro humano. Es conocer gente, que por ahí eran compañeros tuyos de danza, de talleres, pero convivir veinticuatro horas también es muy bueno.”
“Y este segundo año ya es una experiencia, porque ya tenemos un piso, pero tenemos sorpresas. Y en esto de gestionar somos medio amateurs, pichis. Es bastante intenso. Es intenso el armado, la gestión. Después es un placer, cuando sucede, pero si estamos hablando de hijes, también podemos decir que es un parto (risas)”
– ¿Están pensando ya en el tercero?
-Creemos que ya está instalado. La gente pregunta y también el festival ya está en la cabeza de muchos, que te preguntan y muestran que hay una necesidad.
– ¿Qué cosas pasaron en este festival?
-Pasaron cosas muy geniales. Hubo muchos talleres, uno en la naturaleza que fue muy experiencial o vivifical. No sé cómo decirlo. Como estar adentro de todo lo que late.
Pasaron funciones que fueron increíbles, como la de Lucía Moujan y Carmen Pereiro Numer, con un nivel de sensibilidad y de corazón abierto al público que no deja de emocionarnos. También tuvimos intervenciones en el Centro Cívico con María Kuhmichel y Alejo Wilkinson, con Santiago Rapoport que es un músico de acá. Verlos abiertos ahí, prestándose a que los miren, fue súper importante, porque te mueve cosas que ni sabés que te mueven. Por ahí te cae la ficha en un tiempo.
También hubo una intervención de Ezequiel Barrios, que lo conocimos hace poco y nos propuso hacer un pedazo de su obra, y fue genial. Muy fuerte tener alguien totalmente transformado, con un cartel de más amor por favor, debajo del monumento de Roca, defendiendo lo que él piensa en una militancia sensible.
Hubo otras funciones tremendas, como la del dúo de Mariela Puyo y Facundo Nieto, que son unos “breakdancers – contemporáneos”, que no la podemos creer todavía. Y cerramos con una función a cargo de todos los profes, y todos los que estamos en la organización, en la que nos mezclamos, con música en vivo, y hacemos una improvisación con el público tremenda.
-Para quienes no conocen la danza, ¿Qué aporta el festival? ¿Qué es lo que están haciendo?
-Tiene que ver con abrir nuevas posibilidades que quizás acá en Bariloche hoy no están tan en cuerpo de todo el mundo, ni en idea de todo el mundo. Es como plantar una posibilidad más. Este espacio existe, nosotras bailamos, nosotras estudiamos danza. Entonces podemos decir: “Miren: acá hay un camino posible de vida, de búsqueda, de preguntas, de investigación”. Tanto como para elegirlo para vivir de esto, como también una experiencia humana, un compartir humano. Las cosas de las que hablamos son bastante básicas, humanas. Pareciera que es un lugar mucho más real esto que sucede dentro de un salón, que la calle.
– ¿En la relación con las personas?
– ¡Sí! Ya relacionarte con el cuerpo, agarrar otra persona, compartir, moverte y poder mirar a otre, ya es un montón. Hacemos énfasis en que cualquiera puede venir a trabajar con el cuerpo que une ya tiene, con la experiencia o no, con la no experiencia, que es igual de válida que la experiencia, porque es difícil desaprender cosas.
También cada propuesta de los profesores y artistas que vienen, son muestras de sus búsquedas personales. Porque la danza contemporánea no es algo que ya está cerrado, sino que todo lo contrario. Como que la pregunta es “¿Vos con cuál vas? ¿Qué te interesa de todo esto?”. Por eso las clases son tan distintas entre sí. Es como un despertar de tu búsqueda singular, como persona. Así como te gusta alimentarte de un modo en particular, para nosotras esta es una práctica de vida, de despertarte a la mañana y tener un cuerpo, o dormir con el cuerpo puesto (risas). Entonces, tenés un cuerpo y podés estar acá y eso es genial.
– ¿Qué tiene de interesante que esto se haga en Bariloche?
-Primero que nada es nuestra casa. Nosotras nacimos acá, nos criamos acá, nos fuimos por la necesidad de estudiar y volvimos, porque también es una necesidad volver a vivir acá, de esta manera.
Claramente, además, un entorno natural favorece a una búsqueda sobre la propia naturaleza de tu cuerpo. Pero creo que no es sólo por eso que estamos acá. Sino también para que no todo suceda en Buenos Aires y ojalá en un futuro no tengas que solamente irte a estudiar a Buenos Aires, sino que exista una red, una comunicación que permita que también exista la danza acá y en múltiples lugares.
Por otra parte este año hicimos la apertura del festival con una clase en la naturaleza, en el bosque, y es imposible que el entorno no te afecte. Si bien no había un trabajo con los árboles o con el piso, no fue un trabajo sobre lo que te rodea, fue importante cómo afectó a cada uno. Estábamos todos en algo muy potente. Fue un tremendo principio. En Buenos Aires, cómo experiencia, es muy fuerte hacer ciertos trabajos de sensibilización y después salir a la calle. Eso es una bomba, un shock. Entonces acá es como si pudieras darle rienda suelta a eso.
– ¿Faltaba danza o movimiento en Bariloche?
-No sé si lo que faltaba era danza, sino lo que falta es una visión nueva sobre esto que ya existe. Porque no es que no haya gente que baile acá. Pero creemos que si no hay viaje, no hay intercambio. Por eso es importante que venga gente para acá. Sino sucede el intercambio como que el arte se estanca en algo que no juzgamos, pero que no lo preferimos. Nos interesa más esta parte nueva de la danza.
En concreto, en la práctica del festival se integra mucho porque viene gente que no bailó nunca, vienen actores, vienen gente que baila. Se genera un espacio en donde entramos todos, donde cualquier mundo pueda estar adentro. No es que sean todos bailarines, sino más un encuentro humano, que sea más piel con piel, con gente.
Texto y fotos Ramiro Sáenz
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen