El 10 de diciembre se conmemora el Día Internacional de los Derechos Humanos y, en nuestro país, se cumplen 35 años de la vuelta de la democracia. En el marco de este aniversario dialogamos con Alfredo Ascoitia, Doctor en Historia de la Universidad Nacional del Sur.
– ¿Cuáles eran las principales tensiones en ese momento?
-Primero recordar que, en el caso de la Argentina, venía de una larga historia iniciada en 1930 con golpes militares. Entre 1930 y 1983 las Fuerzas Armadas se habían constituido en un actor político más del paisaje nacional. En ese sentido también, a partir del 83 se rompe con ese esquema, eso es lo que nos permite poder estar hablando de 35 años de continuidad democrática, algo que no habíamos tenido, inédito en nuestra historia.
En relación a las tensiones, es una dictadura muy debilitada desde el punto de vista político. No sólo por la Guerra de Malvinas, sino ya el fracaso del plan económico implementado por Martínez de Hoz era evidente. Malvinas fue un manotazo de ahogado de la Dictadura para tratar de recomponer su situación política.
La derrota fue producto de la movilización popular. Algo que caracteriza a la sociedad argentina y que la distingue del resto es la capacidad que ha tenido y tiene de movilizarse, de resistir. Nuestro país, si bien ha tenido muchas interrupciones institucionales no hemos tenido la experiencia de largas dictaduras como en el caso de Brasil o Chile. En ese sentido, hemos tenido dictaduras extremadamente sangrientas pero que no han podido extenderse en el tiempo.
Lo que ha perdurado, y esa es una de las tensiones muy fuertes de estos años de democracia, son los condicionamientos desde el punto de vista económico que generó esa dictadura y su impacto social, desarticulando entramados productivos. La dificultad que tuvo Alfonsín en su primer año de gestión de tratar de re articular una alianza basada en la pequeña mediana industria orientada hacia el mercado interno, tratando de impulsar incrementos salariales. Un poco el esquema anterior a la Dictadura, más allá de las críticas políticas que uno le puede hacer a esa gestión en cuanto a si tuvo el coraje o no suficiente para profundizar esa línea.
El programa económico de la Dictadura era lo central, todo el resto fueron argumentaciones tendientes a justificar la profunda transformación que venían a implementar. En ese sentido, tenemos una fuerte tensión económica. Un proceso de endeudamiento que va a condicionar los próximos años de vida democrática, grupos empresariales que se van a favorecer y van a incrementar su participación en la actividad económica de Argentina durante los años de la Dictadura y son actores que después van a condicionar el proceso democrático.
Otra cuestión es cómo procesa la sociedad argentina el sistema democrático en esos primeros años, lo que fueron los crímenes perpetrados por la Dictadura. La Dictadura argentina establece una distinción en cuanto a la región, el hecho de haber juzgado a los responsables de los crímenes de lesa humanidad. Hay una distinción más allá del retroceso que van a implicar más adelante las Leyes de Obediencia de Vida y Punto Final. El plebiscito en relación al conflicto por el Canal de Beagle también marca otro hito porque viene a cerrar lo que fueron los conflictos territoriales con Chile. El conflicto que estuvo a punto de llevarnos a la guerra se pudo resolver a través de los mecanismos democráticos, fue una consulta popular.
-En este momento histórico y teniendo en cuenta la coyuntura a nivel Latinoamericano ¿Para dónde te parece que se inclinan las fuerzas populares a la hora de votar?
-Yo creo que si bien los últimos años han sido de un claro repliegue de lo que se puede denominar las izquierdas y los populismos, tampoco las experiencias de derecha que han venido a reemplazarlos pudieron consolidarse y menos que menos poder dar respuesta a las demandas que esos mismos sectores generaron. Si su aspiración es sostenerse a través de los votos la verdad que no veo la posibilidad de que puedan consolidarse.
Un ejemplo es el caso de Bolsonaro, él llega a la presidencia en condiciones muy particulares. No sólo con la destitución de Dilma, sino con Lula preso. La figura de Lula va a ir creciendo a medida que Bolsonaro no pueda satisfacer demandas de los sectores populares. Bolsonaro viene con un programa político y cultural de una derecha extrema que hace tiempo no veíamos en el poder, pero el programa económico es la continuidad y profundización del neoliberalismo. Yo creo que va a haber una dificultad para poder congeniar esos dos planteos; un nacionalismo desde el punto de vista político y una apertura absoluta en lo económico. En ese sentido, Trump da la impresión que hay una mayor coherencia en ese discurso de derecha conservador, que a su vez desde lo económico plantea medidas del tipo proteccionista.
Aspiro a que esto sea un interregno y que a su vez, aquellos que nos identificamos con los proyectos de izquierda y populares, que podamos capitalizar estas experiencias. Esperamos poder volver a recuperar una senda inclusiva. En definitiva, la democracia sino viene acompañada de un proceso de ampliación de derechos, que tienda a disminuir las desigualdades que hay en la región no es viable. Es simplemente un sistema que sirve para legitimar privilegios.
Por Mariela Martínez y Julia Biagioli
Equipo de Comunicación Popular Colectivo Al Margen