En el marco del Festival Audiovisual Bariloche (FAB) comenzó el lunes pasado el taller de Cine Comunitario: EKESH, a cargo de Rafael Ontiveros. Con él dialogamos acerca de esta experiencia que cumple su cuarto año consecutivo.
Un sinnúmero de jóvenes se anotaron para participar el taller de Cine Comunitario: EKESH. La experiencia no solo permite la posibilidad de aprender a filmar y producir de manera comunitaria: el recorrido de estos años deja a las claras que esta instancia constituye un espacio que trasciende la mera utilización de las herramientas audiovisuales.
“Es difícil poner en palabras. Estos días son mucho más que aprender a utilizar una cámara. Son días de gran esfuerzo colectivo para llegar todos a un lugar. Vivimos momentos de gran encuentro y empatía con el otro”, dice Rafael Ontiveros a poco de comenzar las jornadas que tienen lugar en el marco del FAB y que concluyen el sábado con la presentación del corto realizado.
Este es el cuarto año que se hace y Ontiveros no deja de recordar que es un número importante para la cosmovisión mapuche que “respeta mucho”. Recuerda también conmovido que Rafa Nahuel, asesinado en noviembre pasado durante un operativo represivo de Prefectura Naval en la localidad de Villa Mascardi, participaba de estos talleres. “Justamente a través de Ekesh interactuamos puntualmente en el barrio Nahuel Hue, donde el colectivo Al Margen tiene su proyecto del Semillero. En el contexto hoy, después de todo lo que ha pasado y sigue pasando es bastante complejo, pero justamente lo que propone el taller de cine comunitario es este espacio de resistencia. Estoy muy agradecido con la organización de FAB que siempre ha pensado la parte inclusiva del festival, con realizadores de varios lugares de país y con esto de que también se puedan producir contenidos desde los barrios más precarizados”.
-Cómo resumís la experiencia de estos años y cuál es la línea para esta edición
-Ha sido maravillosa, el recibimiento de los chicos del barrio, del Semillero, todos los años ha ido creciendo y siempre cuando vuelvo me encuentro con dos o tres que ya estuvieron en años anteriores. Hay una cosa muy enriquecedora que tiene que ver con la amistad, con el compartir, vernos al menos una vez al año y abrazarnos.
El cine comunitario les permite contar y expresar lo que quieran, en este caso siempre me ha tocado mostrar el barrio a través de un documental o un video clip y este año vamos con una idea, pero tenemos que ver qué se decide en ronda cuando empecemos a trabajar en el taller. Vamos con el concepto del pibe tigre, esto de caminar los barrios, estar expuesto a ciertas cosas, y cómo se puede resistir a partir de ahí.
-Hablabas recién del Rafa Nahuel
-Desde lo personal, he caminado el barrio, conozco algunas personas, qué piensan, qué sueñan, y después del asesinato del Rafa Nahuel, siento que los barrios tienen como una condena de cárcel, están relegados, y cuando buscan una opción de vida que tiene que ver con sus ancestros, con esto de recuperar su antiguo territorio, como pasó con Rafa, se los asesina, se los persigue. Entonces insisto en que el cine comunitario tiene esta posibilidad de llegar a donde los medios no llegan y poner en las manos de los chicos la cámara y el poder de contar. A veces suele ser muy incómodo lo que ellos tienen para decir.
-En qué medida estos espacios ejercen transformación social
-Yo no sé si estas pequeñas cosas cambian el mundo, pero muchas de estas pequeñas cosas podrían hacerlo. Esto ha servido. Hay un interés, se despiertan ciertas cosas al ir al barrio, ver que hay otros sucesos, más allá de hacer “mi corto”, de que “yo sea el director”. Pero no quiero ser el único que hace cine comunitario. Para mi es una herramienta de resistencia, mucho más en estos tiempos. Además es muy particular porque no es bajo la dirección de alguien, acá creamos en grupo y decidimos entre todos y eso es muy lindo: gente de diferentes barrios, localidades, recorridos, que se juntan y deciden qué quieren contar.
– Cómo fue un poco tu recorrido
-Tuve mi primera experiencia con el cine comunitario en la carrea de Comunicación Audiovisual en La Plata. Fue una materia que no me olvido más, con una profesora que era una guerrera, nos hacía leer proyectos que me abrieron la cabeza, y el corazón. Fuimos a hacer las prácticas a un barrio muy humilde, Los Hornos, donde para hace un video teníamos que conocernos con los chicos y lograr una empatía. Y ahí se me abrió todo un panorama. Esto fue en enero del 2002. Empecé a tener otra visión de lo que es el cine y la forma de ver las cosas. El cine comunitario cumplió esa función en mi vida, me transformó, y quizás a alguien de todos los que van a los talleres, también le ocurra lo mismo.
Por Violeta Moraga
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen