Este miércoles 19 de septiembre Moira Millán se presentará en el Tribunal de Esquel respondiendo al pedido de la justicia que la acusa de “coacción agravada” por haber participado de la ocupación pacifica del Juzgado Federal en 2017. Tal como muestran los videos de esos días, ingresaron al lugar más de veinte personas. Solo ella está procesada.
-Estamos a días de una audiencia en la que por cumplir tu rol de weichafe se te acusa de un cargo de coacción agravada ¿Cómo pasó eso?
-Este año me notificaron de una causa federal en mi contra por coacción agravada, para que la gente entienda es como si yo hubiera obligado al juez a hacer algo que el no estuviera de acuerdo. Esta causa tiene una pena de dos a cuatro años de prisión. En este caso la única imputada, aunque hayamos sido más de veinte los que entramos soy yo. Estamos entonces frente a una causa que no es judicial, sino a una persecución política. Lo que quieren es desactivarme.
El día 18 de septiembre del año pasado, el juez Otranto ordena allanamiento en el lof en resistencia Cushamen y en la comunidad Vuelta del Río. En esta última comienzan los helicópteros a sobrevolar durante la madrugada. Bajan en el patio de las casas, entran a las patadas, sacan de la cama a los moradores, los precintan, los tiran al suelo, los golpean y les preguntan por el paradero de Santiago. Lo hicieron en muchas de las casas, generando situaciones de humillaciones y abusos. El día 19 se hace un travn (asamblea) y se decide bajar a la ciudad de Esquel el día 20. Así fue que ocupamos pacíficamente el juzgado federal para pedir que el juez Otranto que renuncie y también se investigue a los gendarmes que habían cometido los abusos y se los desafecte de la fuerza llevándoselos a juicio. Necesitábamos que cese el hostigamiento.
– ¿El juez se hizo presente?
–Después de más de seis horas bajó el juez a hablar con nosotros. No hubo incidentes. Todo el tiempo estuvimos rodeados de policías. Cada hermano le contó con lujo de detalle lo que había sucedido. Luego de los testimonios se salió pacíficamente del lugar, eso esta filmado por todas las cámaras.
-Una vez hablaste de tu condición de privilegio por saberte weichafe ¿Cómo funciona eso?
-La identidad dignifica y te empodera. He escuchado a muchas mujeres hablar en estos días de empoderar a las mujeres, como si fuese posible fortalecer desde afuera. Es de adentro, desde tu propia historia, desde la mapu, no es algo que se hace racionalmente. Es algo que se va construyendo espiritualmente. Si me siento privilegiada, porque pude descolonizarme de la religiosidad que me apresaba a mi y a mi espíritu. Hay que entender que yo crecí en un hogar evangélico donde se nos enseñaba que todo esto (se señala entera) era del diablo. Que había que olvidar y borrar tu pertenencia identitaria para que dios te amara. De grande me di cuenta que la construcción de dios nos crea a imagen y semejanza…es siempre y cuando sea la imagen de un blanco occidental. Yo pude volver a la espiritualidad mapuche y desde allí reconocerme, entender mi historicidad, la de mi pueblo, mis propias heridas. Entender por ejemplo que el autoestima de mi pueblo esta destruido y por lo tanto mi autoestima como mujer de este pueblo también lo estaba.
-Desde los medios se planteó la idea de weichafe como guerrero, casi como alguien peligroso…
-Donde estuve y me he dejado llevar por mi newen nunca ha habido un muerto a mi lado. Entonces ese newen de weichafe es el que resguarda la vida. Desde la vida de tu comunidad, a la vida de los territorios. Una esta para cuidar. Esta mal traducido como guerrero. Si el newen se asume para buscar ser aplaudido, las cosas salen mal. Al asumirlo yo me he sometido a persecución, repudio, que te difamen, que los que están alrededor no te entiendan, te maltraten. La lucha no es un espacio para construir amigos, no es una fiesta donde nos aludamos unos a otros. La lucha te suele generar una sensación de soledad enorme.
-Desde los discursos más públicos ¿sentís que hacen diferencia por ser en tu caso una mujer la que está luchando?
-Desde luego, ha habido construcciones de discursos y estigmas muy misóginos. Por ejemplo en los medios de comunicación un intendente de Corcovado (ya murió) salió a decir que me iban a sacar de las mechas y que no duraría más de una semana haciendo la recuperación territorial (espacio en el que vive con su familia hace casi veinte años). O el gobernador de Chubut que salía en los medios diciendo que yo me disfrazaba de mapuche. Me acuerdo cuando un funcionario reconocido en la zona me pidió al aire en un programa radial que atienda mi casa y que me dedique a tareas del hogar en vez de andar haciendo lio afuera. Todo ese tipo de expresiones machistas, descalificadoras se basan en el supuesto de que una mujer no puede representar la voz, la lucha y la resistencia de un pueblo. Es algo que solamente se le asigna al hombre, se le festeja incluso con actitud comprensiva cuando deja a su familia en nombre de una lucha. En la mujer no, ella debe volver siempre al rinconcito social donde se la ha ubicado.
Hace semanas se ha iniciado una campaña global en la cual participan representantes de organismos de derechos humanos, personajes reconocidos de las artes, referentes políticos pidiendo la absolución inmediata de Moira Millán. La consigna es clara, un país donde reclamar justicia sea visto como un delito es un país sin memoria ni futuro.
Por Mariel Bleger
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen