Luego de expresar su apoyo a la separación de la Iglesia y el Estado, el párroco de la Catedral de Viedma explicita Al Margen su posición respecto a la interrupción voluntaria del embarazo.

 

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El Padre Luis García párroco de la Catedral de Viedma, tiene posturas heterodoxas dentro de la Iglesia Cátolica. Foto : Gentileza Radio Encuentro.

Al calor del debate en el Congreso sobre el aborto seguro, legal y gratuito, retomó impulso la campaña por el fin del financiamiento del Estado y las iglesias. Durante 2018, la católica habrá recibido 177 millones de pesos para mantener a 1200 seminaristas, 640 sacerdotes y 140 obispos y arzobispos, cuyos salarios rondan los 108 mil pesos brutos –equivalentes al 80% del percibimiento de un juez nacional de primera instancia. Además, está exenta del Impuesto a las Ganancias y el IVA.

“Estoy de acuerdo con esta campaña, y que sean los católicos los que sostengan la Iglesia”, escribió el cura Luis García en su cuenta de Facebook, y desató un espiral de críticas y respaldos, de adentro y afuera.

García, párroco de Nuestra Señora de la Merced de Viedma, de quien depende la Catedral de la ciudad capital, es un rara avis. No tanto por su defensa de los derechos humanos, sino de la ampliación de derechos como los del colectivo LGTIQB.

Hace 25 años llegó a la Argentina proveniente de un pueblo de Almería, provincia de Andalucía, parte de esa región sur de España sometida a la postergación, alegre y de sesgo comunitario, como la define.

– ¿En qué contexto decidió manifestarse a favor de la separación de la Iglesia y el Estado?

-Luego del debate respecto a la interrupción voluntaria del embarazo, hubo una reacción negativa contra la Iglesia. Me parece que es importante, legítimo y saludable clarificar la situación real y que esa pequeña ligazón con el Estado se corte

– ¿Por qué cree que es importante?

-Porque eso ayudaría a una mayor libertad de acción y a una toma de conciencia de los católicos que piensan que la Iglesia requiere mucho dinero del Estado, que los curas cobran porque tienen su sueldo del Estado, que los curas tienen mucha plata. Hay que romper con ese privilegio de la Iglesia Católica por sobre el resto de las iglesias cristianas

 -Hay quienes consideran que, en este contexto político, eso debilitaría la acción de la Iglesia en los sectores más golpeados por el neoliberalismo

-Que la Iglesia tenga que ser independiente del Estado no quita que, como organización dentro de la comunidad, exija al Estado aquello que le es legítimo reclamar por derecho. Por ejemplo, si la Iglesia contiene a niños y jóvenes en situación de riesgo en un centro o taller, si la Iglesia presta un servicio subsidiario por vocación, tiene derecho a exigirle al Estado que la acompañe, porque esa es su tarea indelegable. En Río Negro, el Estado hace la vista gorda ante las distintas realidades a lo largo y ancho de la provincia. Hay un abandono real de muchos niños, niñas y adolescentes

– ¿Su pronunciamiento encontró eco?

-Hay sacerdotes que están de acuerdo con este proceso. Apoyaron mis declaraciones Rubén Capitanio, de la Pastoral Social de la Diócesis de Neuquén; Cristian Bonín, que acompaña el proceso de justicia y verdad para Daniel Solano; y muchos otros católicos

 -Llegado el caso: ¿cómo se financiaría la Iglesia?

-La separación del Estado ayudaría a los feligreses a tomar conciencia de que son parte de la Iglesia, y en consecuencia tienen que sostenerla. Hay que superar el lismoneo, el meter la mano en el bolsillo para encontrar esa monedita que dejará la conciencia tranquila

 – ¿Qué opina como sostuvo el Padre Pepe, que detrás de la campaña por el aborto seguro, legal y gratuito está el FMI?

-También me hace ruido lo del FMI, pero cuidado: no todo pasa por ahí. Me hace ruido ese aspecto de ver que el FMI, la ONU y grandes monopolios mundiales quieran favorecer el aborto. Ellos no lo hacen preocupados por la vida, sino por el control de la natalidad. Ven que en el mundo hay un crecimiento acelerado de la población, que el sistema que sostienen no da respuesta a graves problemas, y entonces usan al aborto como mecanismo de control de la natalidad. Pero el aborto no se agota en esa visión. Es una parte del análisis que no quita el dramatismo de muchísimas mujeres en una sociedad demasiado individualista, materialista e insensible. Nosotros tenemos que estar al lado de las que más sufren, manifestarle solidaridad, poner el cuerpo

 – ¿En su intimidad estuvo a favor del proyecto de ley?

-Estoy a favor de la vida, no de las dos vidas. De la vida en todas sus manifestaciones. Nadie desea el aborto; no existe la mujer que se embarace para abortar, sería perverso pensarlo así. Desde nuestra opción por la vida, tenemos que acompañar y poner el cuerpo. No nos podemos poner a descansar porque no se aprobó la ley

– ¿Qué significa poner el cuerpo?

-En la reivindicación de las mujeres, postergadas por siglos y siglos, víctimas de la cultura machista, hay legitimidad. Tengo muchas amigas que no estaban a favor del aborto, pero si de la ley. El aborto clandestino es un negociado para algunos, que pone en riesgo la vida de muchas madres, y la aprobación de la ley podría frenar o solucionar ese problema. Estamos en una sociedad democrática, en la que debemos darnos un debate con buenos fundamentos, en los que la persona sea el principal valor

– ¿Qué le pareció el debate en el Congreso?

-Lleno de intervenciones muy superficiales.

 

Por Pablo Bassi

Equipo de Comunicación Popular Colectivo Al Margen

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