Este domingo se cumplen ocho años del asesinato de Sergio Cárdenas, Nino Carrasco y Diego Bonnefoi. En su memoria habrá actividades hoy y mañana. Al Margen habló con familiares y el fiscal Lozada, de cara al juicio que en octubre sentará a la que fue la máxima jerarquía de la Policía de Río Negro.
“Los pobres siempre tenemos menos justicia”, responde Carina Riquelme con una sed que seca su garganta. Está cansada: el domingo se cumplen ocho años del asesinato de su compañero, Sergio Cárdenas. Durante este tiempo golpeó puertas, esperó eternidades, se mudó cuatro veces con sus hijos de 9 y 14. Pero semanas atrás logró, junto a otros, que la entonces cúpula de la Policía de Río Negro vaya a juicio desde el 8 de octubre próximo.
“Yo no espero una Justicia justa, lamento decir esto. Si hubiese habido intención de una Justicia justa, no hubiésemos esperado tantos años. Por cómo está caratulada la causa, no creo que vayan a tener el castigo que una pretende”, dice Carina a Al Margen.
Quiere más. Todavía no sabe cuál de los cuatro policías imputados por el crimen fue el autor material del disparo. Espera que durante el juicio alguno confiese para recibir una pena mayor a la prevista en un homicidio en riña.
Por haberse ausentado de la ciudad durante la represión en los alrededores de la Comisaría 28 en el barrio Furman -que provocó la muerte de Cárdenas y también de Nicolás Carrasco, más lesiones en al menos 13 personas-, serán juzgados el entonces secretario de Seguridad y Justicia de la provincia, Víctor Cufré; el ex jefe de la Policía, Jorge Villanova; y el titular de la Unidad Regional 3, Argentino Hermosa. El responsable de la Comisaría 28, Delmiro Veroiza, se quedó aquí pero no fue a su puesto de trabajo, ni comandó la tropa, ni racionalizó el uso de la fuerza, ni evitó la comisión de las muertes.
Esta jerarquía está acusada de homicidio culposo; es decir, sin intención. Supone alguna imprudencia o negligencia, como abandonar su puesto en medio de una balacera de cien efectivos contra vecinos enardecidos. De ser condenados, podrían pasar hasta cinco años en prisión.
“El hecho es histórico”, sostiene a Al Margen el fiscal del caso, Martín Lozada. “Nunca o pocas veces en la historia de Río Negro fueron a juicio ni más ni menos que el ministro de Seguridad y Justicia (en 2011 con cargo de secretario), el jefe de la Policía, el de una Unidad Regional y el de una comisaría”. Es cierto: habría que remontarse a las similares condenas que recibieron Enrique Mathow y Rubén Santos, por la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001.
La de la Lozada es una paradoja histórica y personal. Aquella madrugada del 17 de junio de 2010, cuando una vecina llamó a la Policía para dispersar a un grupo de pibes que merodeaban su casa, era juez de instrucción. Y le tocó ir a recoger el cuerpo de Diego Bonnefoi -uno de esos pibes, de quince años-, fusilado a las 5.30 hs en la nuca a seis metros de distancia. El cabo asesino, Sergio Colombil, fue sentenciado a 20 años de cárcel.
Por una entrevista periodística, Lozada fue separado del caso a los ocho meses. La Cámara Criminal argumentó que había perdido objetividad. Hoy las vueltas lo encuentran a cargo de una acusación que lo revincula con los hechos. Y asegura que el proceso, sin la combustión de organismos de derechos humanos y familiares, se hubiese apagado.
“Estos ocho años fueron complejos, por el involucramiento de muchos policías provenientes de diferentes unidades de Bariloche, algunos de civil, porque hubo participación de seguridad privada. Fue complejo por la responsabilidad penal de los funcionarios públicos y policiales con lo que eso trae aparejado: se defienden con todos los medios a su alcance. Hay muchas víctimas, muchos testigos, muchos testigos que no quieren declarar, dificultades probatorias, etcétera”, enumera Lozada.
Aquel jueves a las 10.30, luego de que Argentina venciera 4 a 1 a Corea del Sur en la primera fase del mundial de Sudáfrica, el barrio enfurecía a medida que se enteraba de la muerte de Bonnefoi. Rodeó la comisaría 28 -donde trabajaba el cabo Colombil-, tiró piedras, exigía Justicia.
Entre ellos estaba Ricardo Carrasco, hermano de Nicolás (Nino), cuyo crimen aún no pudo ser esclarecido. “Estamos tranquilos. Va a tener Justicia. Al parecer se nos está dando”, le cuenta a Al Margen.
Ricardo, todavía, no puede borrar de su memoria el momento en que Nino se desplomó a su lado. “Nos arrinconaron y esas mierdas lo mataron”, dice.
Nino jugaba de 9 en la quinta división de Chicago. Era alto y ancho como Palermo, morocho y hábil como Kun. Su sueño de jugar en la primera de Boca se vio frustrado, como los sueños de Sergio y Diego.
En su memoria, este sábado desde las 14 el barrio los recordará con un mural. La cita es en Onelli y Oseés, donde empezó todo. El domingo, en tanto, se marchará a las 14.30 desde la plaza de La Llave hasta la de los Pañuelos.
Por Pablo Bassi
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen