La política de desmantelamiento del Estado sigue a paso firme en los distintos organismos que lo componen.
En la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) no alcanzaron a soplar las velitas festejando el 68º aniversario de la creación de la institución que comenzaron a llegar los telegramas invitando a los retiros voluntarios.
La situación fue denunciada días atrás en una movilización a las puertas del Centro Atómico, en la Avenida Bustillo de la ciudad de Bariloche, en el marco de una protesta nacional de todo el sector nuclear que dejó expuestas las difíciles situaciones que atraviesa el sector. Entre las últimas, está el anuncio que hizo hace algunas semanas el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne sobre el congelamiento de la planta del Estado y la baja de los contratos con las universidades, con lo cual al menos 200 trabajadores que se desempeñan desde hace años en la CNEA como monotributistas esperando el pase a planta están en grave peligro. Si bien el informe de modernización reafirma que no sobra nadie, la estabilidad laboral pende de un hilo y al Gobierno no le tiembla el pulso.
Así sucede también con la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) de Arroyito en Neuquén que lleva meses sin producir. El anuncio que se dejó filtrar de no dar pie al contrato con China para la realización de una IV Central nuclear (la construcción de Atucha III que iba a instalarse en Zarate) deja a los trabajadores de esta planta, proveedora de insumos para aquella, sin muchas perspectivas.
“Eso saca de la grilla eléctrica 800 megavatios (MW) nucleares y pone al filo del cierre a la planta industrial de agua pesada que es la de mayor pureza industrial del mundo, la más grande. Costó 200 millones de dólares en los años 80 y es la de mayor refinamiento. Es una de las pocas plantas industriales que hay en Neuquén”, detalló Rodolfo Kempf, Doctor en Ciencias Físicas y coordinador de la Mesa Nacional de ATE-CNEA, quien también hace hincapié en cómo se tira por la borda la autonomía tecnológica y se dispersan centenares de cuadros técnicos. “Los están mandando a reconvertirse en el marco de un ataque del Gobierno a una CNEA que fundó Perón hace más de 60 años y que tuvo toda una corriente de tecnólogos antiimperialistas, que peleaban contra la compra de centrales llave en mano y por poder trabajar con nuestra cabeza y nuestras manos, con nuestra tecnología. Hay una decisión política de no avanzar en el área nuclear con tecnología argentina, pero al mismo tiempo el Gobierno quiere volver a meter la Central china en Viedma. Mientras, siguen usando millones de dólares para alimentar una bicicleta financiera que es de ellos mismos”, señala.
“Estamos en un contexto bastante complicado para el sector y para la soberanía energética, en particular el sector nuclear”, analizan de igual modo trabajadores de la CNEA en Bariloche.
El desmembramiento va dejando a su paso retrocesos enormes, mientras las áreas científicas y tecnológicas se están desmantelando, como sucede en el INTI, Agricultura Familiar, y ahora con rumores de despidos en el INTA. “Nos están llevando a una dependencia tecnológica, mientras se miente alevosamente al común de las personas sobre nuestra incapacidad para realizar cosas, lo cual es falso”, señalan.
Fuga de cerebros
El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), que es la otra pata del Centro Atómico, también está sufriendo las políticas de achicamiento del Estado, con una problemática grave en cuanto a los ingresos a la carrera de investigador o investigadora. Asimismo se ha perdido el acceso a becas que antes permitían continuar con las carreras de posgrado. De hecho, este año ninguno de los egresados del instituto Balseiro obtuvo una beca, algo que no sucedía hace más de 15 años, en los fatídicos 90, cuando se mandaba a los científicos a lavar los platos.
Presidido por el Premio Nobel de Medicina, Bernardo Houssay, el Conicet fue creado por Decreto Ley N° 1291 del 5 de febrero de 1958. Como mismo enuncia la institución, su creación respondía a la percepción socialmente generalizada de la necesidad de estructurar un organismo académico que promoviera la investigación científica y tecnológica en el país. Un país de tercer mundo que se proponía una cara visón estratégica y soberana.
Que más de 50 años de desarrollo de este organismo, y casi 70 en el caso de la CNEA sean barridos en este corto periodo, es una de las grandes preocupaciones de la comunidad científica. “Un golpe semejante solo lo vivimos en los 90, con los retiros voluntarios, el desmantelamiento fue desastroso. Se fueron muchas personas valiosas, recurso humano con experiencia. Costó mucho recuperarlo y hoy estamos en ese mismo proceso, al que se le suman sueldos completamente achatados. Creemos que hay una apuesta al desgaste. Estamos viviendo la famosa reforma del Estado que prometían”.
Por Violeta Moraga
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen