La Tribu (FM 88.7) ha sido para muchos equipos de comunicación popular una referencia al momento de pensar espacios donde lo heterogéneo, las multivocalidades y responsabilidades comunicacionales se pongan en juego. Una conversación con integrantes de ese colectivo.
Entrar a La Tribu es percibir en el ambiente las distintas trayectorias y andares que habitan ese espacio conformándolo en la referencia comunicacional en la que se ha constituido. El metegol ocupado, las personas que salen y entran de estudios de grabación, las escaleras que nos invitan a mirar para arriba y la simultaneidad de conversaciones y decisiones caracterizan a este espacio autogestivo que funciona hace más de treinta años en plena ciudad de Buenos Aires, en el grandioso barrio de Almagro.
La conversación, devenida en entrevista, sucede en uno de los estudios de la radio. De manera armoniosa, como clara consecuencia de haber aprendido a escuchar(se), se van interrumpiendo y complementándose. Hablando con conciencia de género, retomando las reflexiones ajenas y sincerándose con los procesos internos que debe realizar La Tribu para seguir siéndose fieles en este presente.
– ¿Por dónde empezarían a contar la historia de La Tribu?
– Nosotros no estábamos cuando La Tribu surge porque éramos muy pequeños. Lo que tenemos para contar es el relato del relato que se va haciendo memoria. Una suerte casi de mito. Mucha de la gente que creó el proyecto no está más en la casa.
Pero, para contextualizar fue en el año 1989, a través de un grupo de estudiantes de la carrera de Comunicación que deciden crear un espacio mediático de militancia. La Tribu empieza a ser transmitida en un edificio a cuatro cuadras de acá con una antena ilegal. Al poco tiempo se enteran que esta casa (donde actualmente funciona, ubicada en la calle Lambaré) está en alquiler y deciden compartir espacio con otras movidas culturales que también sucedían acá. De a poco la radio comenzó a copar la casa y coordinar distintos proyectos hasta ser lo que es hoy. El proyecto en la actualidad implica unos sesenta programas de radio semanales, treinta talleres donde se multiplican saberes para que otras personas puedan realizar sus experiencias comunicacionales, un bar auditorio que todos los días presenta alguna actividad desde libros nuevos, cortos, cine debate o se convierte en refugio para otros colectivos que aún no tienen casa propia. (Matías)
– De aquel grupo de personas a la actualidad han crecido mucho ¿Los modos de organización y coordinación son muy distintos a aquel entonces?
– Ese grupo de amigos pasó a ser un equipo de dirección de la radio, con mayores y menores prácticas de horizontalidad. Para el año 2009 una cantidad de personas que venían sosteniendo el proyecto se fueron y comenzó una reestructuración para ver cómo se podía reorganizar. Armamos asambleas, visiones y misiones. El proyecto siguió siendo el corazón radial pero ahora comenzaba a tener áreas (de capacitación, de territorio, de radiodifusión, de audiovisuales, de financiamiento) bajo el mandato de una gran asamblea general que funciona una vez por mes. (Matías)
– Esta asamblea, marca líneas editoriales que las áreas luego ejecutan. Entendiendo a su vez que estas tienen cierta autonomía.
Hay un espacio semanal de coordinación donde una persona de cada área se sienta en una mesa y terminan de decidir y coordinar. (Alejandro)
– ¿Cuántas personas trabajan en La Tribu?
– Trabajar no trabaja nadie. Nosotros no lo consideramos como un trabajo, porque es una asociación civil por lo tanto hay asociados y mucho trabajo militante. Estarán pasando por semana doscientas cincuenta personas que tendrán actividades acá. Hay una retribución de valor hora para la gente que participa. (Alejandro)
– Frente al crecimiento del que hablan, ¿Cómo se definen las líneas editoriales, la agenda de noticias disputa con medios hegemónicos o se construye una paralela?
– Los programas que son nuestros responden a la línea que la asamblea general decidió. Pero la agenda que propone La Tribu es alternativa, aunque busca dialogar con la que proponen los medios masivos de comunicación. (Matías)
– Implícitamente hay un radio-participante al que apuntamos, sin embargo estamos tratando de dejar de hablar solo con los convencidos para poder empezar a hablar con otros que no lo están. En algún sentido que ésta es la disputa más interesante que se está dando en espacios similares al nuestro. Sabemos que hay gente que nos escucha y que está muy de acuerdo, pero la idea es poder entrar en las casas de los que no acuerdan, al menos para discutir. (Alejandro)
– ¿El lema de la radio ¨sin aire no hay fuego¨ remite a una intencionalidad incendiaria de la radio o más bien a la de encender fuegos posibles?
– Cuando la radio empezó yo sentía como oyente que la gente que hacía esta radio eran militantes, disputaban el espacio radial para construir nuevos sentidos. Estos últimos cinco años hubo un cambio en la línea históricamente combativa, se dieron algunas discusiones para que en esa construcción de sentido se pueda batallar sin tirar palos y bombas para todos lados. En algún punto la intención es complejizar la coyuntura, comunicarla y hacer de eso una práctica militante de resistencia. (Matías)
– ¿Cómo se sostiene financieramente este proyecto?
– Como colectivo somos parte de la Red AMARC (Asociación de Medios Alternativos y Radios Comunitarias) y al interior de La Tribu y junto a otros equipos venimos tratando de profundizar dos puntos centrales en relación a la financiación. Por un lado la búsqueda de una pauta oficial que nos represente y por otro lado la tan famosa búsqueda de FOMECA (Fondo de Fomento Concursable de Comunicación Audiovisual). Con respecto a la pauta oficial hay experiencias copadas en Morón y en Mendoza, donde los municipios dieron su parte. Pero siempre está la intención de lograr una ley nacional de pauta oficial. Por otro lado los Fomeca siempre fueron sub-ejecutados, y hoy por hoy es una decisión política, no solo por una necesidad económica, presentarnos a cada concurso. (Juana)
– Tratamos de que ninguna pata de financiamiento del colectivo sea indispensable para mantener y sostener el colectivo. Cuando La Tribu empieza a participar de los foros por una radio democrática, dándole letra a la Ley Audiovisual, comienzan los compromisos y responsabilidades políticas en torno a esto. El Estado iba a tener un rol en el derecho a la comunicación. Primero hubo que redactar el proyecto y presentarlo. Ahora estamos en el momento de sostenerlo por ejemplo con la demanda al Estado de estos fondos para ejercer el derecho a la comunicación. (Matías)
– ¿Cuál es su lectura sobre el presente político para los medios? ¿Hasta dónde afecta las políticas liberales?
– El contexto nos hace estar en un momento de repliegue. Hay una crisis que impacta todo el tiempo en los cuerpos que sostienen este proyecto. Esto nos obliga a reorganizarnos para adentro. En este presente seguimos sosteniendo la autogestión, las líneas editoriales en las que venimos trabajando, las áreas que se siguen profundizando, al mismo tiempo que vemos cómo reorganizar las fuerzas que quedan para seguir caminando colectivamente. (Matías)
– Muchas veces, cuando hablamos de este presente y de nuestro funcionamiento interno, sale la misma idea de no tener miedo a achicarnos y garantizar lo mínimo que podemos garantizar. Claramente el contexto económico pega al colectivo y a las casas de cada una de las personas que lo hacemos. Mucha gente no puede dedicarle el mismo tiempo que dedicaba antes porque también tiene que ganarse el mango en otro lado. Eso debilita cualquier proyecto. En relación a esto, por ejemplo, lo que estuvo pasando en el sur de nuestro país exige que estemos tejiendo redes permanentemente. Si La Tribu no puede estar ahí, es importante generar los lazos para que los compañeros y compañeras que están cubriendo y pueden contar de primera mano lo que está pasando sea replicado por otros colectivos comunicacionales. (Alejandro)
– ¿Hablamos de los colectivos comunicacionales como lugares de resistencia?
– En este momento estamos dando lugar a esas discusiones. Es importante pensar la resistencia y cuál es el énfasis desde el que se pretende resistir. Las compañeras de diseño, por ejemplo, nos decían que es importante pensar el cuerpo como lugar de resistencia. Si bien durante mucho tiempo funcionó el lema “Sin aire no hay fuego”, ahora esta realidad nos hace pensar en el lema “encendida”. Que es parecido pero para nada igual. Discutir qué entendemos como lugar de resistencia y cómo hacerlo, incluso si de achicamiento se trata. Más que nunca es importante darnos el tiempo para pensar qué es lo que queremos decir y cómo vamos a llevarlo al plano de la resistencia. (Juana)
– Se hablaron de muchas procesos… ¿me dirían tres imágenes que para ustedes definan La Tribu hoy?
– La radio… bueno en verdad la imagen que todo lo contiene creo que es la de esta gran casa siempre abierta. Porque somos conscientes de que tenemos que seguir funcionando como sea, sabiéndonos las propias fragilidades pero también entendiéndonos por momentos como invencibles en esta realidad tan adversa. (Matías)
– Es que la casa es una, y la calle es otra. Porque no le podemos hacer tanto caso en todo momento al repliegue del que venimos hablando. Nos esforzamos siempre un poco más de lo que podemos, de lo que nos da el cuerpo, para cubrir y decir lo que queremos decir. Por ejemplo en la primera marcha a Santiago Maldonado salimos todos y todas. No se debatió. Salimos afuera de esta casa, a la calle misma. Porque ahí se vio explícito que necesitamos salir a la calle a comunicar. Es decir, que una segunda imagen podría ser el móvil de la tribu. (Alejandro)
– Para mí, la tercera imagen es la asamblea de una vez por mes. Las rondas grandes donde nos vemos, nos organizamos y nos pensamos. Todas y todos nos esforzamos mucho por venir, participar y ver la manera de que esto no deje de andar. (Toma aire entre risas por el consenso al que se llegó) Entonces resumimos en casa, calle y asamblea. (Juana)
Pese a las crisis, los gobiernos, los ajustes y la realidad que arrincona y agota. En el corazón de Almagro hay un grupo de personas que se definen como la combinación entre la casa, la calle y la asamblea. Y cada vez que el cartel de aire se enciende, o los talleres empiezan sus ciclos lectivos, nuevos y creativos modos de resistencia se ponen en juego. La Tribu es uno de ellos.
Por Mariel Bleger.
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen