Dialogamos con Juan Manuel Mannarino, periodista y docente, que está realizando una investigación sobre hijas e hijos de genocidas; una nueva voz dentro de los relatos por la Memoria, la Verdad y la Justicia.
– ¿Cuándo comenzó tu investigación?
-Yo venía trabajando mucho con lesa humanidad en la Agencia ya desaparecida Infojus Noticias, empecé a interiorizarme con el tema por una curiosidad de empezar a indagar a partir de perfiles que empecé a hacer sobre represores como el de Luciano Benjamín Menéndez y me empecé a preguntar dónde había huecos, dónde había cosas que no se habían contado de la vida de estos personajes.
Ahí aparecieron los hijos con los cuales pude hablar. Vi que era una zona que tenía muchos prejuicios y cuando empecé con un trabajo sobre Etchecolatz pude hablar con su ex hija, Mariana Dopazo y me encontré con un mundo desconocido. Estuvimos hablando mucho tiempo hasta que llegó la posibilidad de sacar la primera nota en Revista Anfibia en mayo del año pasado que la verdad tuvo un impacto muy grande. En ese momento fue la multitudinaria marcha del 2X1, Etchecolatz en ese momento había pedido el beneficio de la prisión domiciliaria.
Esta no fue la primera historia, antes hubo otras experiencias como la de Rita Vagliati que fue la primera en cambiarse el apellido. Mariana usó el caso de Rita para citarlo en materia judicial para solicitar el argumento del cambio de apellido. Su caso quizás tuvo un impacto expandido y muchas historias que estaban por salir a la luz tomaron la fuerza para empezar a salir al espacio público.
Esta es una voz muy nueva dentro de los relatos de la memoria, sobre todo en el sentido de hijos e hijas que rechazan ese legado. Hay que decir que es una memoria con muchas tensiones. Así como hay hijos e hijas que han aparecido en este último tiempo rechazando a sus padres y siguen siendo cada vez más, también un universo de hijos que defienden a sus padres con distintos motivos y posicionamientos.
– ¿Qué experiencia te ha resultado significativa dentro de tu investigación?
-Creo que todas son significativas porque cada una tiene un proceso subjetivo muy diferente. A diferencia de los hijos de los desaparecidos que emergieron en el espacio público hace bastante tiempo, con ciertos consensos en relación a cómo salir a ese espacio… aquí no, irrumpe un poco esta voz disruptiva y una forma abrupta forzada también por los hechos. Hubo un cambio político muy grande, con muchos retrocesos en materia de políticas de derechos humanos.
Lo que yo noté es que hubo una gran ansiedad de sacar estas historias después de conocer el caso de la hija de Etchecolatz y su amplio rechazo. Recién ahora los voy conociendo, estas memorias tienen mucho peso de lo traumático. Como periodista hay que tener mucha delicadeza, ser paciente, son vínculos donde hay diferentes tiempos y etapas. Las experiencias son muy distintas, yo no podría unificar en rasgos que los unen.
Van surgiendo distintas agrupaciones entre los hijos e hijas de genocidas. Hay diferencias políticas en cómo posicionarse y qué buscar en relación a eso. Si buscar un efecto judicial, político o social. Creo que todavía hay que esperar un tiempo para saber en qué se va a transformar todo esto.
A nivel mundial es una experiencia bastante inédita que hijos e hijas se manifiesten contra sus padres. Es histórico el cambio de apellido, ni siquiera hay registro de hijos de nazis, cómo para tomar un caso paradigmático. Mi esfuerzo es tratar de comprender este fenómeno de una memoria muy compleja que tiene tensiones y diferencias muy evidentes.
-Para vos ¿Qué peso tiene la consigna histórica de Memoria, Verdad y Justicia?
– Creo que esta nueva voz que surge de rechazo literal, desde las mismas entrañas de las propias familias, es un golpe muy grande para los que han perpetrado la Dictadura cívico-militar. No es solamente el espectro militar, hay un gran universo de burócratas y complicidades civiles.
Creo que esta consigna tiene un gran consenso social. Si bien en estos últimos años hubo un claro retroceso que se evidencia en un montón de políticas de vaciamiento y retraso, esta nueva voz que ha surgido ha contribuido a que la Ley del 2X1 no se pueda implementar. La hija de Etchecolatz diciendo “Yo no quiero que mi padre salga una vez más a la calle” fortalece el rechazo.
Recordemos que los mismos represores hicieron una gran defensa de la patria y la familia, por lo cual que sus propias familias se le pongan en contra con argumentos que no son solamente afectivos, sino políticos e ideológicos afianza muchísimo esta consigna. Este 24 en las plazas del país va a haber muchos hijas e hijas de genocidas marchando para que no desaparezca la memoria y se sigan juzgando las responsabilidades.
Por Mariela Martínez, Fabián Agosta y Julia Biagioli
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen