“¿En serio tocó La Renga en Bariloche?” La respuesta es sí, y lo hizo en medio de una movida generada desde integrantes de comunidades mapuche para “unir a los pueblos con música, en paz y sin violencia” junto a dos murgas y siete grupos de artistas más. Al Margen fue testigo de esta ceremonia cultural.
Con el objetivo de reivindicar y difundir la cultura, las luchas indígenas y “unir a los pueblos con música, en paz y sin violencia”. Todos buscaron dejar su mensaje, desde la ingenua frase de Pappo “Si todos nos ponemos de acuerdo, llegará la paz”, hasta algunos MMLPTP coreados unánimemente.
El festival, que culminó con una potente presentación del Chizzo y casi la totalidad de La Renga, comenzó a media tarde con poco público y una gran cantidad de murgueros que fueron a apoyar la convocatoria en favor de acercar culturas huincas y mapuche. La organización del recital, llevada adelante por un grupo de jóvenes locales y con el aval de la Comunidad Lof Kerripan Kayuman de Bahía Blanca, que venía trabajando el festival en las versiones anteriores, había especulado con el peligro de anunciar demasiado temprano el desembarco de la banda rockera a Bariloche. La gigantesca convocatoria de la banda, que ya tiene casi 40 mil entradas vendidas para su próximo recital en Mar del Plata, podía generar un atolladero de fanáticos en las puertas del Gimnasio que tiene una capacidad máxima de 5 mil. La timidez publicitaria que ha generado unos cuantos no me enteré! locales, fue superada en la variedad de artistas de esta fiesta testimonial.
Mientras a dos cuadras la feria de Cáritas en la Catedral ponía de fondo flocklore tradicional, comenzaron a sonar los bombos de Negra Murguera en las puertas del Bomberos. Una murga que tomó la posta de la convocatoria ante las miradas de los primeros allegados de la tarde. Luego, mientras sus voces hacían quizás demasiado eco en las paredes del Bomberos, bailarines de todas las edades mezclaban pasitos de tembleque murguero con piruetas de breackdance.
Entre cada artista la organización se dispuso a hacer homenajes a otros artistas locales, principalmente no mapuche. La imagen en el escenario era invertida a lo acostumbrado: Los que tenían la disposición y disponibilidad para dar diplomas, eran mapuche. Así, los integrantes de la organización, con sus prendas de tradición indígena, le entregaron las distinciones a familiares y amigos de Carlos Casalla, Gabino Tapia, Martín Rapoport, y otros.
Rafita Nahuel tuvo un lugar importante en las dedicatorias de organizadores y músicos. Olga Curipan, una de las fundadoras del festival, le dedicó unas palabras en homenaje al joven del Nahuel Hue, mientras se proyectaban imágenes de él y circuló una alcancía para juntar fondos que quedó en manos de los padres de Rafa y con el fin de pagar pericias judiciales.
Luego, mientras varios ya atacábamos el buffet llevado adelante con presteza por los integrantes del Grupo Encuentro, subió al escenario el poeta cantor del Nahuel Hue Abel y el guitarrista Matías Rinalldi, para hacer una performance de poesía y música. Una fuerte voz y una guitarra un tanto mística precedieron a Rodrigo Trovenco, flocklorista de Río Mayo, que culminó su última canción con el estribillo “…y el que se llevó la plata anda de joda y en libertad”.
Tronaron bombos nuevamente y eran Los Herederos de Kazo, que desde la entrada hicieron temblar el parquet de la cancha de básquet. Pibes de otras murgas, incluso de Rumba Rumbera de Jacobacci, cantaban las canciones de la murga del barrio Jamaica desde la tribuna. Al final bailaron todos.
A partir de allí tomó la posta el rock
La primera banda fue Zaratustra. El grupo de punk rock local demostró una gran convicción y capacidad de escenario. Luján, con su presencia adolescente, contrapuso a la música que llegaba a ser death metal con su voz aguda, sus gritos medidos y penetrantes.
Luego tocaron dos bandas más de Bariloche, Lacra y En la sangre. Rock puro en el día de cumpleaños de Pappo que fue homenajeado por En la sangre con varios temas de Riff.
Cerca de las diez la noche se volvió gótica de la mano de Inazulina, la banda de Carolina Bakos, asidua participante del Kiñe Rakiduam. Un teclado tenebroso dio pie a una banda de hard rock denso, agresivo, con batería a doble pedal. La altísima Bakos, vestida con calzas y tachas verdes hasta en su frente, peló voz de soprano para sus odas góticas mientras tocaba una guitarra murciélaga. Bomberos llegaba a un tercio de su capacidad mientras el guitarrista con cresta y una máscara de calavera negra hacía unos complejos riffs.
Un gimnasio ya empapado de rock pero al que todavía se podía acceder al baño sin hacer cola, dio lugar a Pelussa en el Pupo. La banda de “rock inquieto” de Bariloche realizó una performance de multimedia entre su potente música instrumental, videos sobre las luchas por la tierra y la identidad, y dos actrices que interpretaron un demonio del consumo que controlaba a una chica con una cámara de selfies.
La Renga
A media cancha pero agolpados adelante, el público gritó la bienvenida a Gustavo Chizzo Nápoli al escenario. En menos de un minuto, junto a Teté en el bajo, Manu en saxo y un baterista invitado, La Renga pulsó el botón de pogo automático.
“Vamos La Renga con huevos vaya al frente” aullaban los fanáticos en la penumbra mientras cientos de celulares filmaban desde el público. Parecía que era una forma de decir “yo estuve allí”, en ese recital que con menos público del esperado, se transformó igual en una fiesta de culto.
El Chizzo se mostró comprometido con la temática del evento. “Que la música integre a los pueblos, sin discriminación y sin violencia, por sobre todas las cosas” dijo resumiendo el espíritu de la organización.
Con habilidad, el cantante y guitarrista de la banda, que tocó con la guitarra murciélaga de su compañera, manejó los coros de la hinchada. La Balada del Diablo fue casi un himno en el que se balancearon los fraseos de todo el público, hasta que el solo de guitarra los dejó mudos.
Luego, con El Baldío, el auditorio estalló.
Chizzo recordó que era el cumpleaños de dos personas, de Norberto Pappo Napolitano y de uno de los integrantes de la organización al que invitó a tocar el bajo en dos temas, uno de ellos El Hombre suburbano. Luego fue sumando invitados amigos de Bariloche hasta que terminó con El final es en donde partí.
Se encendieron las luces y Bomberos parecía mucho más grande. Los que se quedaron hasta el final, llegaron al remate de empanadas del buffet.
Por Fabián Viegas Barriga
Fotos Eugenia Neme
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen