(por Marcelo Massarino – El Furgón) El “Lado B” de la jornada de protesta contra la reforma previsional fue por la noche del lunes 18 mientras los diputados debatían, en un Congreso Nacional vallado, el cambio de la fórmula de actualización salarial para los beneficiarios de jubilaciones, pensiones y asignaciones sociales. Desde las 20:00 comenzó un cacerolazo que creció poco a poco, con vecinos que llevaban banderas argentinas, gritaban consignas contra el presidente Mauricio Macri y automovilistas que se sumaban con bocinazos.
El escenario se repitió en diferentes puntos del conurbano y también en el interior del país. En la capital, hombres y mujeres marcharon golpeando ollas desde Belgrano, Villa Crespo, Flores, San Cristóbal y Barrio Norte, por ejemplo, hacia la Plaza Congreso al estilo de diciembre de 2001, cuando la clase media protestó contra el “corralito” de Domingo Felipe Cavallo y Fernando de la Rúa. La dinámica que el gobierno nacional le dio al saqueo contra los jubilados, pensionados y beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH) es la de huir hacia adelante, sin importar que en el camino está su base electoral, la que en 2015 votó a Mauricio Macri y en octubre pasado le ratificó su apoyo en los comicios de medio término.
Mientras los medios masivos hablaban de la violencia de la tarde y reclamaban más represión contra los manifestantes, la noche fue el escenario donde de manera espontánea muchos salieron a la calle, en especial jóvenes. Sin esperar una convocatoria partidaria o gremial, la gente recorrió calles y avenidas para protestar frente al Palacio Legislativo, donde también fueron gaseados por la policía. Allí, una primera minoría parlamentaria que llegó a sus bancas por el voto de una parte importante de esos manifestantes, convertía en ley el cambio en el cálculo de los haberes jubilatorios.
La pregunta que aparece ante este escenario es cómo afectará al gobierno que su base electoral proteste contra su política de confiscación de los ingresos del sector más vulnerable de la sociedad. Los ensayos de respuesta quedarán, en principio, para los sondeos de opinión. Sin embargo, el elemento más importante es la movilización popular frente a las medidas de ajuste: la que convocaron las organizaciones sociales, gremiales y políticas, durante la tarde, y las espontáneas, por la noche.
Si nos detenemos en las marchas de la clase media, el interrogante es por qué sale ahora y no antes, cuando el Poder Ejecutivo desde el comienzo de su mandato tomó medidas que destruyeron miles de puestos de trabajo. Ese fenómeno, el por qué cacerolearon desde los balcones de sus departamentos comprados con los créditos UVA –que más temprano que tarde explotarán como parte de la burbuja financiera– es un tema para el análisis de sociólogos y politólogos.
Lo cierto es que algo cruje en los pliegues de la sociedad. Es temprano para saber la intensidad del movimiento y las consecuencias que puede dejar en la política. Mientras tanto, el pueblo en la calle construye poder popular desde abajo, desde la resistencia y la lucha. Ahí está el presente y también el futuro.