Una entrevista entre Llao Llao, el Mascardi y un fuego como únicos testigos. Las palabras de los integrantes de la Comunidad mapuche Lafken Winkul, dando testimonio y cátedra sobre la digna rabia. Desde el allanamiento, hasta la represión que se llevó la vida de Rafael Nahuel pasando por un sinfín de reflexiones hilvanadas de urgencia e historia.
Para llegar al territorio recuperado uno debe andar por la Ruta 40 en dirección al Bolson. Se sabe que está llegando por la cantidad de camiones y camionetas de distintas fuerzas policiales que se encuentran en el camino. El encuentro había sido acordado y al llegar, con la sonrisa como bandera, nos vino a recibir una de las mujeres de la comunidad. En la entrada de la Lof hay unos ojos fijos que miran, es Rafael Nahuel, quien ha sido inmortalizado en una foto puesta en la entrada, casi como obligándonos a pedirle permiso para pasar.
Se acuerdan ciertas normas de seguridad. Las fotos no se realizarán a rostros, y los nombres serán cambiados al momento de realizar este escrito. “Vamos a decir la verdad, pero después nuestros nombres se usan para cualquier mentira”. Las reglas bien claras cuando no se trata de ningún juego. De la entrevista participan tres personas. Dos integrantes y testigos claves de los hechos ocurridos en los últimos días, Lucía y Matías, y un hombre que ha sido elegido para funcionar como vocero de la comunidad a quién llamaremos Pedro.
Al Margen: El jueves se produjo un allanamiento en esta comunidad ¿Cómo empezó? ¿Estaban advertidos de que esto pasaría?
Matías: Todo empieza el miércoles (22/10) a la tarde cuando se acerca a la comunidad la Fiscal, supuestamente a dialogar con la gente que estaba realizando la recuperación del territorio. Ella nos dijo que si no desalojábamos nos iban a mandar las fuerzas policiales para reprimirnos. La gente le explicó que acá había niños, ancianos y mujeres. Que estábamos acá recuperando el territorio, realizando ceremonias, le explicamos que no podíamos irnos. Que no queríamos. La Fiscal todo el tiempo pareció burlarse de nosotros y de nuestras explicaciones. Se reía de lo que le decíamos. Transcurrió esa tarde y nos quedamos con los peñis acá en la noche para hacer guardia. Sabíamos que en algún momento caería la represión. Nos quedamos en la entrada, y les pedimos a nuestras mujeres y niños que subieran así estaban más tranquilas arriba.
Alrededor de las cuatro y media de la mañana empezamos a escuchar camionetas por la ruta. Entonces nos dimos cuenta que la represión se nos venía encima en la madrugada, ni bien saliera el sol. A las 5 pasó un furgón de la federal. Y así fueron que empezamos a ver cómo se preparaban para entrar. Muchos hombres todos camuflados. Algunos con mochilas muy grandes y con antenas. Pero atrás de ellos empezamos a ver que venía un ejército de aproximadamente 50 efectivos de la federal. Ellos venían lento como haciendo silencio porque nos querían agarrar dormidos. Ingresaron a la misma vez dos grupos. Ahí comenzó la represión. Empezamos a subir para salvarnos. Ellos tardaron más. Y eso a nosotros nos dio tiempo para empezar a avisar a nuestras mujeres.
¿Por qué decís que empezó la represión, en qué consistió?
M: En la corrida ya se escuchaban los tiros de goma. Los oficiales subían el monte y nos disparaban. A todo esto recién eran las seis de la mañana del jueves. Tiraron gas lacrimógeno también. Nos dimos cuenta que venían por todo. Decidimos rápidamente hacer una barricada, como una línea de fuego para que no avanzaran más. Las mujeres que estaban ahí nos dijieron que corriésemos porque es sabido que en las recuperaciones siempre es a los hombres a los que agarran. Nos fuimos corriendo montaña arriba, pensando que no iban a hacerle daño a las mujeres y niños. Nos equivocamos.
A las lamien las agarraron y golpearon. Las redujeron como dicen ellos. Una de las lamiencitas, de tres años, salió corriendo por el bosque del miedo que le produjo ver a su mamá siendo golpeada y maniatada por policías. Y en eso vimos como en la corrida se encontró de frente con un grupo de hombres de la federal. Ella se detuvo en seco y les preguntó gritando “¡¿Me van a matar?!”. Los oficiales la alzaron en brazos mientras ella lloraba. A los otros niños les tiraron gas pimienta. A una de las mujeres la golpearon con cachiporrazos en la espalda, mientras buscaba proteger a su hijo que amamanta. Todavía está marcada. De hecho, sigue orinando sangre de la golpiza en los riñones.
Fotografía Eugenia Neme
Cuando sucedía esto con las mujeres ¿Dónde estaban ustedes?
M: Nosotros ya habíamos subido al monte, pensábamos que la policía había quedado abajo. Pero no podíamos bajar. Arriba de todo mientras esperábamos uno de los lamien escuchó una risa. Y allí estaban, eran cuatro Albatros y cuatro de la Federal. Cuando uno de ellos nos descubre, sin siquiera darnos posibilidad empiezan a los tiros a quemarropa. Yo escuchaba los tiros mientras corríamos y los gritos de ellos que nos decían “bajen indios de mierda, bajen”.
Mientras corríamos lanzábamos piedras para frenarlos, para defendernos. Y en esa corrida, allá arriba, dispararon con balas de plomo. Las tenemos como prueba que nos disparaban a quemarropa. Ahí nos dimos cuenta que nos estaban cazando. Que no buscaban asustarnos. Ellos nos querían matar bien muertos. Entonces empezamos a adentrarnos bien en el monte para resguardarnos. A esta altura seguían, recién eran las 7 de la mañana.
¿Y una vez en el monte como siguieron?
M: Nos resguardamos en el monte para aguantar ahí, mientras pasaban helicópteros de gendarmería con fusiles. Nos quedamos dos días en el monte. Pasando frío y escuchando los tiros en el aire. No teníamos comida, ni ropa de abrigo. Pero sabíamos que nos querían matar. Que a ellos no les importaba hablar con nosotros. Ellos iban a dispararnos.
Ahí en el monte pasamos dos noches hasta que subió gente a alcanzarnos alimento y abrigo. Ya era viernes a la tarde noche cuando nos encontramos con ellos en la montaña. Ahí nos encontramos con nuestro peñi weichafe Rafael. Hablamos con él, nos abrazamos, y nos preguntaron cómo había pasado todo. Esa noche la pasamos, pero todos escuchamos a la madrugada tres tiros al aire. Nosotros sentíamos que esto no había terminado.
La represión que terminó con la vida de Rafael ¿Sucedió esa madrugada?
M: No, a las cinco de la mañana nos levantamos para hacer nuestra ceremonia. Nosotros necesitábamos las fuerzas del lugar porque había sido todo muy fuerte lo vivido hasta ese momento. Estábamos muy cansados. Así y todo hicimos nuestro afafan que es nuestro grito y forma de expresión. Seguramente esto es lo que los oficiales después salieron diciendo que eran gritos de guerras y hordas que bajaban. A eso de las cuatro de la tarde cuando estábamos tomando un mate con todos los peñi y lamien los descubrimos a cincuenta metros nuestro a los de Albatros.
Entonces ¿Los sorprendieron cuando bajaban de la montaña?
Lucía: Nosotros no bajamos de ningún lado, terminamos de tomar mate y nos disponíamos a dar la vuelta. Y ahí vimos agazapados al menos ocho Albatros. Menos mal que así lo hicimos, sino podrían habernos disparado a todos de espalda. Primero tiraron una bomba para dejarnos aturdidos. Yo escuché el primer tiro y vi cuando le dispararon al Rafa. El tiro lo tumbó al piso. Ahí fue cuando otros tres lamien agarraron a Rafa para resguardarlo. En ese momento pegaron dos tiros más, porque fue en ese momento en que me di vuelta para verlo cuando me dispararon a mí y a otro lamien más. Había muchos de ellos escondidos en los coihues. Ellos imaginaban que nos habían matado a los tres, entonces se asustaron o se dieron cuenta que se habían zarpado y bajó todo el grupo armado.
Desde las fuerzas de seguridad y los medios aliados a ellos, han hablado de abandono del cuerpo de Rafael Nahuel por parte de ustedes. ¿Pensaron en algún momento dejarlo allí?
L: (respira aire como sacando fuerzas de un relato que los titulares han naturalizado pero ella sigue tratando de entender) Nosotros enseguida lo quisimos bajar. Lo que pasaba es que el Rafa ya sabía que iba a morirse. Se ve que uno siente cuando la vida se te escapa. Él con su fuerza -que era mucha- se sentó en la camilla que habíamos inventado. Trató de corrernos las manos nuestras que buscaban calmarlo y darle tranquilidad. Se enojó porque quería quedarse ahí. No quería que lo agarren los milicos. Nos decía que nos salvemos nosotros. En medio de todo ese miedo hicimos rápido una tabla. Lo tuvimos que atar. Yo lo llevaba de las manos y del pecho -cuenta mientras con sus manos simula estar agarrando al Rafa que se le escapaba entre la vida y la muerte- para que no se lastime y para que nos haga caso. El gritaba que lo dejemos ahí. Pero todos nosotros bajamos hasta acá, hasta la ruta. Bajamos con él. Lo bajamos. Rafita se nos venía muriendo en brazos.
Sabiendo que toda la montaña podía ser una gran emboscada ¿Por qué deciden bajarlo? ¿Cómo fue la entrega del cuerpo de Rafael Nahuel?
L: Lo bajamos porque pensamos que lo podíamos salvar. Es nuestro lamien. Desde arriba llamamos a una ambulancia explicando la situación. Fuimos nosotros los que llamamos, no fueron las fuerzas policiales. Cuando bajábamos todos nos apuntaban. Nosotros nos descubrimos las caras para que vean que lo que nos importaba era llevar a Rafa hasta abajo. Les gritábamos que no nos disparen, que nos habían matado al Rafa. Pero ellos nos seguían apuntando y algunos disparaban como para que no avancemos. Les gritabamos “¡paren… paren!”, y ellos nos gritaban “¡quieto ahí, mierdas!” Y nosotros les explicábamos “¡hay un muerto, hay un muerto!” Y ellos nos gritaban “¡bajenlo acá, mierdas!”.
M: Ahí dos peñi decidieron bajarlo hasta la ruta. Entre ambos llevaron el cuerpo para dárselos. Pero cuando bajaron los agarraron a ellos (Lautaro y Fausto), los precintaron y les empezaron a pegar. De la ambulancia se bajaron vieron a Rafael en el piso sin moverlo ni tocarlo y se fueron, dejándolo tirado en el asfalto. Como un perro nos lo dejaron tiraron. Porque ni lo agarraron. Lo pasaban a correr como si fuese una bolsa de papa. Más de uno le pego una patada. Y el Rafita ya estaba muerto. Los milicos se burlaban de los lamien a quienes tuvieron detenidos hasta la una de la mañana.
Pero, ¿dónde estaban detenidos? Porque en Bariloche no se sabía qué pasaba ni por qué lo habían llegado las ambulancias ni con heridos ni con la persona que había fallecido.
P: (Se introduce en la charla como pidiendo permiso con la mirada a quienes lo vivieron en carne propia) A los lamien no lo llevan por ruta. Los maniataron, los subieron a una lancha hasta la otra costa donde lo esperaba un helicóptero. Desde el agua lo subieron hasta el helicóptero y los pasearon por arriba del territorio para que hablen, para que digan cosas. Pero ellos ya no tenían lo qué decir. Recién después de las vueltas se los llevaron al aeropuerto presos.
L: Esa noche una lamien que es mayor, cuando se enteró quiso pasar a vernos y no la dejaban entrar. Y pobrecita ella tuvo que soportar ver cómo maltrataban a su muerto y a los dos detenidos. En eso se empieza a desesperar y las fuerzas de seguridad deciden esposarla y revolearla al piso. Porque preguntaba, porque quería saber cómo era posible que nos estuviesen matando.
¿Por qué se dice que Rafael buscaba una vida mejor? ¿De eso se tratan las recuperaciones?
M: Es sabido que la gente pobre en las ciudades está metida en cosas malas. Se empiezan a meter en drogas y peleas. El peñi Rafa se dio cuenta de eso, y hacía rato venía buscando una vida más linda. Empezó a reconocerse como mapuche que significa en parte poder trabajar en la tierra y tener una vida nueva.
L: A mí no me gusta hablar con mucha gente, pero me parece importante por lo menos decirlo una vez. Y que escuchen los que de verdad tienen que escuchar. Nosotros llamamos vida mapuche a la posibilidad de incorporar hábitos que teníamos antiguamente. Para eso necesitamos un lugar que sea fértil donde podamos sembrar y que crezca. Aún hoy muchos lamien se conforman con dos ovejas y un pedazo de tierra seca, porque se supone que los mapuches buenos son los que no reclaman su derecho. Se han resignado, no por maldad, sino por acostumbramiento, a esta vida de pobreza. Pero nosotros pudimos ver más allá de eso. Empezamos a acordarnos y a entender que el permiso para llevar a cabo la vida mapuche que queremos se lo debemos pedir a la tierra. No al Estado que llegó después que nosotros. Pero no es como dicen los medios que queremos hacer una revolución o un estado aparte. Para nada. Solamente queremos vivir como mapuches. Antiguamente se vivía así en el campo.
PARAJES HOSTILES
¿A qué te referís con mapuches buenos y mapuches malos?
L: Ahora se piensa que los mapuches buenos son los que viven en parajes hostiles porque son pobres y no se quejan. Pero son buenos para el estado que no se tienen ni que acordar de ellos. Porque si alguno fuera a ver las zonas más pobres que ni en auto se puede llegar por el estado de las rutas van a ver cómo sufren la pobreza. Es cierto que esos lamien son buenos. Pero nosotros también somos buenos. Solo que reclamamos nuestro derecho.
El derecho a vivir dignamente, no en una ciudad contaminada donde la gente está loca, donde hay violaciones todo el tiempo si sos una mujer pobre. Se matan al interior de las familias, por el alcohol. Todo el tiempo nos enteramos que se cagan a tiros en los barrios.
Mucha gente habla de nosotros como si fuésemos vagos. Pero toda la gente que me conoce a mí y a mi familia sabrán decir que laburo desde que soy chiquita. Toda la vida trabajamos, en la ciudad no te queda otra que tener un patrón. A veces puede tocarte un patrón bueno y a veces los malos. Y ahí agarrate. Ni se imaginan las personas por todo lo que pasamos. Se burlan constantemente de nuestra cara, de nuestros apellidos, de la manera de hablar o las veces que en el colectivo hacen como que hablan mapuzungun solo para burlarse de una.
Entonces, ¿no se puede vivir una vida tranquila como mapuche en la ciudad?
L: En mi casa yo no puedo hacer ceremonia tranquila, porque los vecinos nos tiran piedras. Y cuando los vecinos están borrachos se empiezan a burlar. O llaman a la policía, que si te fijas bien la mayoría son mapuches, y nos hostigan. ¿Cómo pueden decir que podemos vivir tranquilos en la ciudad si nosotros no podemos ni hacer nuestras ceremonias? ¿Cómo se puede vivir todos los días sabiendo que se burlan de tu cara? ¿De tu forma de hablar? ¿Cómo se puede transitar si siempre por mi cara me para la policía? Uno no puede vivir tranquilo así en la ciudad. Por eso necesitamos buscar un lugar mejor, que sea nuestro.
Hay cosas que no entiendo, para las cosas turísticas, a las que el pueblo mapuche no suele acceder, se les llena de nombres mapuches. Pero son los dueños de esos lugares muchas veces los que nos señalan con el dedo para decirnos ladrones o mapuches malos. De pronto tenemos que soportar que personas que no saben nada de nosotros o de nuestra cultura y creencias nos digan quién sí puede ser mapuche y quién no es mapuche.
Un medio muy importante salió a decir que los mapuches le lavaban la cabeza a jóvenes para reclutar. ¿Qué sensación te genera?
L: Los medios han hablado del lamien ya fallecido. Hablan sin saber. No tienen respeto por la gente que ya murió. Hablaron de él como si fuese un estúpido. ¿Acaso porque es de barrio se supone que no sabe pensar? El Rafa era una persona adulta, pensante, él sabía que quería una vida mejor, no sólo eso. Él sabía qué significaba un futuro mejor. Uno trata de buscar lo que es bueno para uno, lo que te hace sentir bien. Porque nosotros somos mapuches. No somos desendientes. Somos mapuches, nuestros hijos son mapuches, y los hijos de nuestros hijos serán mapuches. Por ese futuro es que hay que resistir.
Todos se llenan ahora la boca hablando del lamien Rafa, pero muchos de esos cuando se lo cruzaban en la calle tal vez que ni la mirada le regalaban. La gente ignora, mira para un costado a la pobreza. Y muchos de nuestros lamien viven en la pobreza más terrible. Mientras estén marginados no molestan, pero si se levantaran en un proceso de identificación con el ser mapuche, ahí sí que molestarían y nos harían ver como un grupo terrorista.
Después de todo lo vivido, ¿Por qué crees que se construye una imagen de Rafa como alguien que no sabía lo que hacía?
L: El Rafa Nahuel era una persona que pensaba, no era ni un tonto ni alguien a quien se le podía lavar el cerebro. Él estaba acá porque tenía su sentimiento mapuche, su espíritu mapuche. Tenía ganas de vivir como mapuche. Yo si tengo que morirme voy a morirme, pero luchando. No apuñalada por un borracho de los barrios, o abandonada por el estado en algún rincón de la ciudad, o por la policía con su gatillo fácil. Voy a morirme buscando mi sueño y siguiendo mi espíritu. Voy a vivir así. Estoy cansada que digan que tal o cual persona es militante mapuche, no sé qué significa eso. Eso es un invento blanco. El Rafa o yo no somos militantes mapuches. Somos mapuches y punto. El Rafa siempre hacía trabajo mapuche, buscaba aprender la lengua y hacer ceremonias. El espíritu mapuche lo llamó a luchar por una tierra donde él quería vivir. Es fácil de entender, él no quería más vivir en las condiciones en las que se nos ha obligado y acostumbrado a vivir este Estado. Nosotros no servimos encerrados en la ciudad, los mapuches nos enfermamos en la ciudad.
¿Qué falta en la gente para escuchar el llamado a sentirse mapuche del que hablan?
L: Desde hace mucho tiempo nos vienen queriendo callar. A nuestros abuelos les prohibían hablar mapuzungun, o trasmitir los conocimientos. En la conquista se implantó el miedo. Y en la actualidad se implanta la discriminación. La gente muchas veces se sabe mapuche, pero si no tiene con quien hablar y pregunta por su identidad, se empieza a dormir.
Se propuso una mesa de diálogo para ver la manera de resolver el conflicto ¿Qué es lo que piensan respecto a esto?
P: Respecto a la mesa de diálogo lo que primero se espera es que haya justicia para Rafael. Eso es lo primero que quiere la lof. Acá el gobierno mandó a dos grupos especiales como perros de caza a matar. La culpa entonces no solo es de los efectivos que obedecieron, sino también de quienes dieron la orden. Ellos entraron sin respetar el derecho a la vida. Y lo otro que se quiere es que se respete el territorio de la lof y al desarrollo en paz que ellos buscan.
Por último, los medios y los políticos hablaron de la vinculación con la RAM. ¿Qué tienen para decir de eso?
P: Acá no existe ninguna RAM. Acá es la Lof y son las familias que están buscando este mejor vivir. Y la idea es poder desarrollarse en paz, sin molestar a nadie. Acá viene la gente y toma sol enfrente, hacen sus asados y la lof no tiene problemas con eso. Ellos quieren trabajar la tierra y hacer las ceremonias que como mapuches debemos hacer, y nada más.
L: ¿De qué RAM hablan? Ese es un enemigo que se ha inventado el estado para matarnos. ¿Qué es la RAM? Acaso es una persona armada que dispara a quemarropa… entonces la única RAM que vi son los gendarmes y los policías. Acá entraron, mataron a una persona, lastimaron a dos, golpearon nenes, lastimaron a una lamien adulta. ¿De qué RAM estamos hablando? Cuando los policías entraron no salió ninguno de ellos lastimados. A nosotros nos hicieron bolsa. ¿Quiénes son los terroristas entonces? Nosotros lo único que obedecemos es a las fuerzas de la tierra, a estas fuerzas les pedimos permiso. A los pu nieng y a los pu newen nada más. Para mí es un invento del estado, para crear un enemigo.
La entrevista se dio terminada tiempo después de esta respuesta. Los mates circularon, y se incorporaron a la ronda algunos niños que estaban allí. Se habló de abuelos en común, de paisajes recorridos, de memorias y de Rafa. Durante toda esta charla por la ruta veíamos pasar camionetas de policías. Pero los integrantes de esta comunidad mantuvieron en su narrativa la calma de quien se sabe dando pelea por algo justo.