“Se fue al campo para despejarse un toque” con esas palabras el Maxi, su amigazo de la vida, nos anunció que Rafa se había ido con su tía a la recuperación mapuche de Mascardi y que por eso esa semana no iba a estar entre nosotros. No tenía militancia mapuche reconocida pero en la búsqueda, de un proyecto de vida cerca de la naturaleza y el bosque, que lo sacara de una realidad agobiante, encontró la muerte a manos de la Prefectura y la Gendarmería.
Rafa caminaba por los bordes, como tantos pibes de los barrios que le disputan una revancha a la dura vida que les tocó en las barriadas humildes del alto de Bariloche. Conseguir laburo piola con apellido mapuche y dirección en el Nahuel Hue es casi una utopia. Por eso el Rafa andaba por los bordes y caminaba los espacios que lo esperanzaban con un cielo azul en el horizonte gris de Bariloche.
A diferencia de los otros pibes , que se avergüenzan de su apellido mapuche o hasta toman partida por el discurso del opresor; el Rafa sabia perfectamente lo que es participar de un “trawun”, de una “prerrogativa”, de saber que sus familiares directos son autoridades del pueblo ancestral mapuche. Que de eso se está orgulloso, no avergonzado.
Había aprendido a soldar y se manejaba con la carpintería. Las últimas semanas reparó el arco de futbol del Ruka Che donde todos los martes y viernes nos juntamos a fabricar el proyecto de vida que la ciudad les niega.
Ayer su destinó se truncó cuando las balas asesinas de las fuerzas de seguridad nacionales despejaron a sangre y fuego el sacrosanto derecho a la propiedad privada. Que en este sistema, vale más que la vida de un pibe tigre.
Ayer mientras esperábamos ver el cuerpo para poder confirmar que se trataba del Rafa la única imagen que pude ver, es su sonrisa, sus ganas de encontrarle un atajo a tanta miseria planificada. Su sueño de quizás rescatarse en la espesura del monte, de volver tras los pasos al despojo del pueblo mapuche y rescatarse con una forma de vida cerca de la tierra y los animales.
Ese. El sueño del pibe tigre se fue para siempre. Nos queda su sonrisa, su sueño trunco y el abrazo que me hubiera gustado darle antes de su último viaje…
Por Alejandro Palmas
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen