El pasado 25 de septiembre la periodista Sandra Russo dio una conferencia en Bariloche que recorrió los inicios del feminismo radical, los síntomas en el lenguaje de una cultura patriarcal y el estado actual de las políticas públicas en la era Macri. Sobre estos temas charlamos con la reconocida periodista de Página 12.
“Buenas tardes a todos y todas” comenzó diciendo Sandra Russo, con esa habitual calma provocativa de las mujeres que se han acostumbrado a dar que hablar. En la audiencia se generó una risa cómplice de ese guiño que algunas voces siniestras catalogan como un saludo kirchnerista y que la periodista se encargó de caracterizar como un saludo “gramaticalmente errado, pero políticamente necesario”.
Haciendo lecturas de algunos de los capítulos de su libro Lo Femenino, la periodista fue hilvanando nombres de autores y conceptos que constituyen un bagaje necesario para discutir cuestiones de fondo en lo que respecta a cómo se entienden los géneros. “Cuando una maestra le dice al alumnado el famoso salgan todos del aula, los varones allí presentes saben que deben pararse y salir. Pero las niñas dudan por una milésima de segundo si se les habla a ellas. Es en esa duda donde reside la posibilidad del cambio, porque por un microsegundo cuestionamos la tarea de ser costilla semántica de los varones todo el tiempo”. La periodista habló también del movimiento Ni Una Menos y cómo los femicidios deben empezar a ser entendidos como “crímenes costurados por la cultura en la que vivimos, y reproducimos”.
– El título de la conferencia, y tu trabajo en Lo Femenino habilita a pensar en distintas violencias ¿Crees que la violencia de género es parte de una trama de más violencia?
– El libro Lo Femenino ya tiene un tiempo. Pero sigo trabajando porque me sirve para abordar una problemática que en la calle está cada vez más presente. Y donde la Argentina hace punta, y el mundo lo sabe. En abril estuve en la marcha romana del Ni Una Menos. Hay mucha conciencia de que eso llegaba desde América Latina. Ahora bien, el debate y la pregunta interna fue mutando. Al principio se planteaba el interrogante sobre si es que había más femicidios, o si siempre hubieron pero en el último tiempo se estaban haciendo más visibles. Ahora creo que la cuestión de fondo responde a la posibilidad de cuestionarnos si la violencia de género se puede leer separada o no de otros restos de violencias. No nos cabe ninguna duda de que este es un país más violento este año que el año pasado. Cada día se va volviendo más violento. Y en este contexto hay voces del feminismo que hablan de la violencia de género como una de las patas fundamentales de la violencia en general. Kate Miller escribió hace un tiempo que para leer estructuralmente la violencia de género, era necesario entenderla como cuando se observa una relación entre dominadores y dominadas, explotadores y explotadas, es decir entenderla como cuando se está en presencia de cualquier vínculo humano donde haya supremacía de uno sobre otro. Y en este caso sería la de un género sobre otro.
-Desde los medios de comunicación hay mucho manoseo de la información ¿Cómo ves el periodismo actual en relación a la producción de titulares que construyen personas matables o juzgables?
-En este momento no se puede separar la violencia de la que veníamos hablando de la locura general que invade todos los medios. Estamos en un momento donde lo que yo entiendo como periodismo no existe más. Lo que se hace en este momento no encaja con ninguno de los protocolos que se debían cubrir para dar ciertas informaciones. Lo que están haciendo con el tema Mapuche, excede con creces el tratamiento que se le ha dado a los temas de género. Sin embargo la lógica es similar. Se produce un reduccionismo al hablar de “el mapuche”, como cuando se habla de “La mujer”. No existen esas figuras en la realidad. Se construyen culturalmente y por ende políticamente. Están creando el enemigo interno que debe ser combatido. Es más fácil crearlo cuando no tienen nombres, porque están destinados a no ser nadie. Solo a ser eliminados. Pasa en ambas construcciones.
-La construcción de un único feminismo pareciera también jugar en contra a ciertos procesos ¿Cómo ves que esto afecta los procesos de lucha por obtención de derechos?
-Cuando hablamos de género, también hablamos de poder. Y por ende de política. Por ejemplo, el Ni Una Menos fue una especie de sincronía global. Se conceptualizó desde la Argentina, pero surge como una exteriorización de una acumulación simbólica propositiva. El Ni una Menos habilitó el encuentro de muchas mujeres que tal vez no tienen mucho que ver, porque hay muchas líneas internas, distintos consensos. En este punto es difícil construir la idea de un solo feminismo. Sin embargo hace poco en Chaco, planeando un encuentro grande entre mujeres y muchas de las participantes pedían que el próximo encuentro que allí se realizaría no sea llamado feminista. Y yo en algún punto me río de eso, porque para mí cualquier mujer que defienda sus derechos es feminista porque no hay un partido feminista. Hay muchos feminismos. Así como no existe la mujer per se. Tampoco existe el feminismo per se. Todavía estamos sumergidas en el prejuicio de yo soy feminista porque soy femenina. Evidentemente es una dicotomía patriarcal.
–Las campañas para detener los femicidios sucedieron con más fuerza en Argentina que en otros países. ¿Cuál es tu lectura de esta situación?
-En México hay siete femicidios por día, y la consigna del Ni Una Menos no se dio allá. Indudablemente la lucha de las compañeras mexicana es invaluable. Pero el sincronismo del que habíamos hablado, surgió acá, en un país que estamos rompiendo las pelotas hace dos meses porque desapareció un pibe. En México desparece y muere gente a manos del estado todo el tiempo. No podría aparecer en ese contexto un movimiento como el de Ni Una Menos. El pueblo se ha acostumbrado a la muerte. Nosotros tuvimos 12 años donde la vida volvió a tener valor. No obstante siguieron ocurriendo femicidios, y una mujer siguió siendo asesinada por día. No obstante encontramos una plataforma política desde donde denunciar estos crímenes a mujeres por el hecho de ser mujer.
-Hace poco dijiste en una entrevista que la sociedad argentina estaba atravesando una sorpresa virginal a raíz del movimiento Ni Una Menos ¿A qué responde esta reacción?
-El escándalo y efecto de sorpresa que se produjo en la Argentina a raíz de distintos crímenes terribles que se hicieron públicos. Cuando hubo dos o tres femicidios adolescentes seguidos y fueron aberrantes. De alguna manera para que surja un sentimiento de rebelión que enfrente ese tipo de fenómenos tiene que haber una mirada virginal, en el sentido que no naturaliza y no se permite concebir a la muerte como algo normal. Hay algo que falla y se debe luchar contra eso. Esto no puede pasar en un país donde mueren siete mujeres por día, pero además mueren siete niños por el narcotráfico, y siete comuneros por la violencia institucional. La rebelión se hace imposible. En México con la búsqueda de los estudiantes de Ayonitzapa se descubrieron muchas fosas comunes. Los mexicanos descubrieron algo que ya sabían. A la gente se la mata.
Argentina, yo creo que gracias a los doce años anteriores, donde se realizó una desnaturalización de la criminalización de la protesta, y donde la perdida de una vida fue remarcada como hito o bisagra. El caso de Mariano Ferreyra, por ejemplo, en donde desde el primer momento de dedujo que había una patota sindical que estaba ordenando asesinar. Se realizó un juicio y un sindicalista histórico termino tras las rejas. Bueno, esto en México hace setenta años que no sucede.
-Al hablar de la desnaturalización de la violencia en esos doce años, corremos el riesgo de ignorar que siguieron ocurriendo muertes por gatillo fácil y un femicidio por día ¿Cómo crees que el actual gobierno de Macri a través de la censura de proyectos vinculados a políticas de género empeora está situación?
-Yo creo que estamos fregados. Mi propia voz ha sido censurada, es una persecución ideológica permanente. Pero al igual que la lucha de género no hay posibilidad de revertir la situación si no es desde adentro y haciendo política. Todas las luchas emancipatorias responden a una correlación de fuerzas que permita la liberación u opresión. Yo sigo siendo Kirchnerista, pero estoy convencida de que en políticas para trabajar el tema de la violencia de géneros, estábamos a años luz de generar cambios profundos. Pero algo es indudable empezamos a generar mayores herramientas para la visibilización del problema. Las mujeres no solo somos tomadas como reproductoras de niños, somos educadas para reproducir el patriarcado e inculcarle a nuestros hijos e hijas esa supremacía de un género sobre otro. Hasta que eso no sea hecho carne en todas las mujeres, es una tarea cultural la que hay por delante. Y por lo tanto una tarea política. No se me ocurre que con un gobierno neofascista como haya otro camino que el de la batalla cultural. Porque vienen por todo, contra la educación sexual con la eliminación de la ideología del género quieren volver a hablar de sexo biológico. Es evidente que todo lo que es derecha, trae más muerte. Eso a mí no me cabe dudas.
Por Mariel Bleger
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen