A un año de su asesinato, el crimen que involucra a la fuerza policial de la provincia sigue impune. En el marco de la realización de las jornadas de debate “Seguridad y Universidad en Río Negro del siglo XXI” dialogamos con Pilar Pérez, Dra. en Historia y docente de la UNRN.
– ¿Cuáles son los objetivos de esta jornada?
Las jornadas tienen dos motivos principales. La primera es conmemorar el año del asesinato de Lucas muñoz que es un caso que sigue impune y que toca desde muy cerca a la fuerza policial de nuestra provincia. Nos parecía importante acompañar el pedido de justicia de la familia y también llegar a fondo de qué fue lo que pasó con ese caso en particular.
Por otro lado, nos hacemos una gran cantidad de preguntas respecto a lo que es la policía, cómo entendemos la cultura policial, cuál es la trayectoria que esa policía tiene, cuáles son los impactos que las políticas de seguridad tienen sobre la sociedad rionegrina y barilochense en particular. Hace ya por lo menos siete años que venimos con una policía en conflicto permanente que vemos que no sólo no se destraba, sino que cada vez se agrava más.
Hace muchos años que venimos reclamándonos a nosotros mismos que las políticas de seguridad siempre quedan en manos de la derecha o en manos del Estado pero no los hacemos partícipes de cuál es esa discusión. La intención principal fue reunir esta diversidad de voces que convoca militantes de organizaciones, periodistas, sociólogos, antropólogos, gente de la policía… convocamos al Ministerio de seguridad de la provincia pero no se hizo presente.
– ¿Cuáles son las principales aristas para repensar este caso?
-La familia de Lucas proviene de la línea sur, es decir que hace un esfuerzo enorme para poder llegar a instalar este reclamo de justicia en la ciudad. Esto nos vuelve visible varias dicotomías que tenemos de pensar la policía como un bloque homogéneo y después identificar que los policías muchas veces vienen de los barrios populares o son los mismos pibes que sin uniforme muchas organizaciones tienden a defender y amparar y cuando se colocan el uniforme pasan a ser otro tipo de gente.
Entonces, destrabar todo este tipo de supuestos y de lugares comunes también creo que nos puede ayudar para pensar la fuerza policial y para pensar a nuestra sociedad en general. Nosotros vivimos la experiencia de lo que fue la Masacre de junio del 2010 y todavía tenemos una deuda enorme para explicarnos cómo es que tuvimos dos marchas a favor de la policía, cómo en esas marchas no se identificó la típica división que hacemos de la sociedad barilochense de la gente del alto y la gente de los kilómetros, sino que en esas marchas había gente de los dos lados… Esa demostración que hubo en esas marchas todavía no las explicamos, y pasaron siete años.
Acá hay que empezar a abrir preguntas y destrabar qué entendemos por la policía, cuáles van a ser las políticas de seguridad pero pensándolas desde todos lados. El policía es mi vecino, mi pariente y también es todo lo otro que conocemos de la policía, el que aprieta a los pibes, que tiene favoritismo por algunos sectores de la sociedad en detrimento de otros, que delimita la cartografía de circulación de la ciudad según el color que tengas. Todo esto hay que ponerlo junto para poder pensarlo y debatirlo.
No nos olvidemos que la policía tiene un jefe político que es el gobernador de la provincia, que por más de que se quiera correr y decir que la policía se autogobierna, él es el referente político, el que se tiene que hacer cargo y responder por lo que está sucediendo. En particular, si volvemos al caso de Lucas Muñoz, el gobernador marcó el final de una etapa que supuestamente concluye con las distintas jefaturas civiles que hubo de la policía, premiando a la policía con una ley orgánica nueva que salió en diciembre del año pasado que está escrita por la policía y poniendo un jefe nuevamente desde la fuerza.
Entonces, desaparecieron, asesinaron a un policía y no sólo no dan cuenta de esto, sino que además premian a la policía. Esto es muy grave, esto va más allá de lo que podemos hacer como sociedad. Es una responsabilidad política que tiene un referente al cual ir a reclamarle.
– ¿Desde dónde se acompaña el pedido de justicia de la familia Muñoz?
-La familia de Lucas no sólo vino de Ramos Mejía, sino que vinieron con gente de la línea que los acompañó. Estuvieron presentes en la marcha. Se acompaña el pedido de la familia porque entienden a Lucas como un hijo más del pueblo. Esto es quizás lo que desde la ciudad cuesta entender. Es decir muchos pibes de la Línea sur tienen como salida laboral ser policía. Esto no es ninguna novedad para nosotros en la provincia. Entienden esta salida laboral como una posibilidad más y lo que sucedió con Lucas fue un acto de injusticia total y de disciplinamiento que tiene la fuerza no solamente hacia la población, sino también hacia adentro.
De esto sabemos muy poco todavía, de cómo es la formación que se le da a la policía y cuáles son los criterios que se utilizan adentro de las Comisarías. Lucas Muñoz fue abanderado como técnico en seguridad ciudadana, recibido en la Universidad Nacional de Río Negro, elegido por la propia policía como abanderado. Sin embargo, al poco tiempo de estar viviendo en Bariloche sufre la mayor fuerza que le cae desde dentro de la propia institución.
La familia está acompañada por gente de la línea, por amigos de Lucas de acá de Bariloche y por algunas personas militantes. No vemos las organizaciones que habitualmente se ven en lo que son los repudios a la represión policial o por parte del Estado. Esto me parece una gran pregunta para instalar al interior de las organizaciones sociales del porque no se participa.
– ¿Cuál es el principal reclamo hoy en día en torno al caso de Lucas?
-Las marchas de la familia Muñoz tienen una característica muy interesante, son marchas que comunican mucho. Es decir, van informando que es lo que está sucediendo con el caso.
La última marcha, por ejemplo, incorporó como denuncia más grande el reclamo al gobernado y también al Juez Campana. Porque la justicia no ha avanzado ni para adelante ni para atrás con este caso. Tuvieron una serie de policías y comisarios corridos de la fuerza pero que después fueron todos liberados. No hay un solo procesado ni imputado. Esto es llamativo… tuvieron cinco fiscales dedicados a la causa y todas las fuerzas de seguridad disponibles y no han avanzado a ningún lado.
Es evidente que la justicia está tirando para atrás todas las posibilidades. La connivencia que hay entre la justicia y la policía no es de hoy. Hay muchos casos en donde esto se evidencia.
Por Mariela Martínez y Julia Biagioli
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen