El hecho pudo haber pasado desapercibido entre la cantidad de cuestiones que nos atraviesan cotidianamente. Es algo pequeño pero punzante y muestra lo hiriente que puede ser esta sociedad con todos nosotros, pero más con aquellas personas que padecen alguna discapacidad o problemas de salud mental.
Noemí (todos la conocen como Mimí), salía como todas las mañanas de su casa y se subió al trasporte público Las Grutas mostrando su pase de discapacidad. Eran las 8:20 de una mañana helada. Quiso aprovechar esos minutos que le lleva el viaje hasta la rotonda del Ñireco donde suele bajarse para ir a el Centro Cultural Camino Abierto, espacio que depende del hospital zonal Ramón Carillo, más precisamente del área de psiquiatría. Así que comenzó a ofrecer a los pasajeros somnolientos el último número de la revista AL MARGEN, medio gráfico que tiene un precio de tapa de 35 pesos, de los cuales el vendedor se queda con más de la mitad del precio de tapa, permitiendo una salida laboral concreta a los que andan con los bolsillos flacos. Esta iniciativa además de lo netamente económico también permite un proceso de inserción social para aquellos que tienen un diagnóstico psiquiátrico. Básicamente poder hablar con la gente, tener un sentido de pertenencia, y un tema en común con la gente de a pie.
La cuestión es que cuando estaba ofreciendo la revista arriba de la unidad, el colectivero le gritó de mala manera que no podía vender la revista, la sermoneó delante de los pasajeros y le sacó todos los ejemplares, propiedad de Mimí y herramienta laboral que le permite afrontar algunos gastos y empatarle al fin de mes.
En los 13 años que lleva la revista en calle, siempre se ha vendido arriba del trasporte público con consentimiento de los choferes que de buena manera acceden a que se las ofrezcan a los pasajeros. ¿Pero con qué derecho el chofer puede sermonear a una pasajera y quitarle su material de trabajo? ¿Por más que no se pueda vender arriba de las unidades (al respecto no hay nada en la página de la empresa trasporte Las grutas. S A) un empleado privado de un trasporte público puede apropiarse de lo que representa una fuente de ingreso para una persona?
Quitarle esas revistas representa una bajeza moral alarmante que nos indigna. Haciendo un paralelismo, si ese trasporte no cumple los horarios o infringe los límites de velocidad los pasajeros estarían habilitados a quedarse con algún objeto de propiedad de la empresa. Sería la misma lógica.
Después de hablar con la trabajadora social involucrada, y con la referente de Camino Abierto sobre esta situación decidimos llamar a la empresa para exigirles, en primer lugar una disculpa y en segunda instancia que devuelvan las revistas absurdamente secuestradas. Ahí comenzaron las sorpresas. El único telefónico fijo disponible pertenece al lockets que vende pasajes de esta empresa en la terminal. Ahí dijeron que la empresa no cuenta con administración céntrica abierta al público, sino un galpón a cuadras de la nueva rotonda de ruta 40, en pleno corazón de El Frutillar. La persona que atendió en nombre de la empresa no sabía la dirección. No hay más datos que esos. Usuarios al GPS vehicular abstenerse. También nos dijo que para estos casos lo mejor era llamar a un 0810.
Negados a resignarnos ante una más de las tantas injusticias de la vida cotidiana llamamos a ese número y vociferó un contestador dando un sin número de opciones, que ninguna nos servía: información sobre servicios, venta de pasajes, cargas y envíos, turismo y viajes especiales, proveedores…nada sobre abusos a pasajeros, ni prepotencia de los choferes que se creen dueños de las calles y también de los actos ajenos.
Logramos hablar con Gabriela (quién sabe desde qué ciudad) que amablemente tomó la denuncia que le expusimos y juramos por todos los santos que esta injusticia tomaría estado público si no teníamos novedades a corto plazo. Ella prometió comunicarse con tránsito en Bariloche. Al rato sonó el teléfono. Con un tono de preocupación un tal Andrés nos preguntó sobre la denuncia que habíamos hecho, encargado del control de trasporte urbano de esta empresa en Bariloche. Por lo menos ya habíamos logrado hablar con alguien en nuestra ciudad, en este mundo tan globalizado pero incomunicado para ciertas cosas. Segunda promesa instantánea: “vos quedate tranquilo que lo vamos a resolver ya mismo y que el empleado tendrá la sanción que corresponde”, juró.
En ese tiempo de espera me quedé pensando en los motivos que habrá tenido el chofer para incautar las pertenencias a una pasajera. ¿Cree que es la ley absoluta arriba de la unidad y él cumple todos los roles del estado? ¿Pensará que esta persona molestaba a “sus” pasajeros? ¿Le cambiará algo saber que este medio gráfico fue declarado de interés social, cultural y educativo por la Municipalidad de Bariloche y la provincia de Río Negro? ¿Se promoverá de la misma manera cuando ve que sus compañeros y colegas exceden los límites de velocidad, no pasan a horario o dejan a toda una ciudad sin trasporte por una disputa salarial? ¿Pensará que haciendo eso lograba justica social y hacía un mundo mejor?
Dos días después, de la empresa pidiendo disculpas por haber secuestrado pertenencias de una pasajera usuaria de salud mental no tuve novedades. De las revistas tampoco. El gauchito Gil, patrono de los caminos y guardián de los que viajan se retuerce en su tumba.
Por Sebastián Carapezza
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen