El refugio Gral. San Martin, conocido como Jakob, icono entre los refugios de montaña en Bariloche; frecuentado hace más de 40 años por amantes de la montaña y turistas, ha quedado destruido tras un incendio intencional. Mientras la justicia investiga para determinar quien fue el autor de los hechos, analizamos el rol que juegan los medios en la construcción de sentido.
En los últimos días medios de comunicación se han encargado de establecer titulares funcionales a un poder que buscar dividir las aguas hasta triunfar. Se han establecidos veredictos que riman más con el sentido común que con investigaciones profundas. Un diario porteño ha llegado a editorializar su semanario hablando de una “mapusemana” en relación a los distintos eventos que se hicieron audibles y visibles en lo que va de junio y julio de este año.
En las inmediaciones del refugio, tal como ha circulado, se encontraron carteles que adjudicaban la autoría del incendio al Movimiento Mapuche Autónomo del Puelmapu, también conocido como MAP. El mismo es una organización que nuclea comunidades, organizaciones y militantes mapuche que buscan la recuperación de los territorios que el Estado argentino les ha expropiado así como en sus palabras “la reconstrucción Integral individual y colectiva de nuestra Nación mapuche”. Este movimiento se ha hecho cargo de distintas acciones caratuladas como atentados. Y se ha proclamado muchas veces en contra de las detenciones realizadas por parte del Estado a personas mapuche en procesos de recuperación de territorio.
En el marco de la detención arbitraria del Lonko Facundo Jones Huala y la presencia en nuestra ciudad del Secretario de Seguridad Nacional Eugenio Burzaco la semana pasada se dio a conocer la noticia del incendio y el hallazgo de pancartas en el refugio Jakob. Estas tres situaciones funcionaron de abono para la construcción de “un otro” identificable, catalogable y en consecuencia juzgable: “el pueblo mapuche”. Desde lo discursivo se trató a la Nación Mapuche como un todo homogéneo, con un solo pensamiento, una única postura política y un único modo de actuar o hacerse escuchar. “A veces cuando hablan de los mapuches en los medios nos hacen quedar como un pueblito, un par de locos que pensamos igual. Tantas veces escuchamos una pregunta que empieza con Ustedes los mapuches ¿que piensan sobre tal o cual cosa.? Esta idea de que todos los integrantes de una nación o pueblo podemos tener consenso y pensar igual sobre algo es tan ridículo y obtuso como si yo preguntase, ¿Ustedes los argentinos que piensan sobre el uso de la minería? A veces en la mesa familiar hay ideas contrapuestas sobre ciertos temas, imagínese en un pueblo entero” Expresó una referente ante el conflicto con el SENASA.
Asimismo en los múltiples titulares publicados estos días, no salieron las voces de muchísimas organizaciones y comunidades mapuche que hacían referencia a lo doloroso de esta situación. A lo injusto y ridículo de volver a ser sospechosos como un todo juzgable. Y a las discusiones que se emprendían al interior de cada espacio en relación a modos de actuar de algunos integrantes del pueblo mapuche que podían llegar a ser funcionales al discurso estatal. Al mismo tiempo que denunciaron junto a distintas organizaciones sociales de nuestra ciudad el “arduo trabajo” de los medios y la justicia por sacar de la lista de sospechosos en torno al incendio del refugio a los servicios de inteligencia del estado.
Indudablemente son los poderosos y los accionares funcionales a estos grupos los encargados de difamar y destruir la imagen y conocimientos que un pueblo como el Mapuche ha sabido cultivar durante tantos años hasta la actualidad.
Al interior de cada pueblo se disputan diferentes formas y visiones en torno a la construcción de líderes o referentes. Ha sido así histórica y culturalmente. Y es cada pueblo el encargado de caminar y decidir las formas de llevar a cabo los distintos proyectos políticos que los llevaran a los horizontes visibles y soñados.
Lamentablemente la coyuntura genera miradas simplistas y reduccionistas, como así también largos debates al interior de las organizaciones y colectivos mapuche y no mapuche. Será responsabilidad como habitantes de un mismo territorio, informarnos bien, empaparnos de los temas que hace años deberían estar en la cima de la agenda política, escuchar más y participar, pudiendo entonces hacernos eco de cualquier situación de injusticia que vivenciemos.
Teniendo a su vez, siempre presente, en el trabajo colectivo que hacemos, que los actos de violencia son funcionales a los dueños del poder que justifican con los mismos su violencia intrínseca en las desigualdades e injusticias que generan perpetuando el statu quo teñido de un sentido común difícil de soslayar. Las raíces del verdadero cambio están en el cambio de consciencias, en la construcción política de abajo hacia arriba, en esa batalla ardua pero concisa que es la batalla cultural donde lo colectivo pondere sobre lo individual y se adueñe del sentido común como única forma de construcción social posible.
Por Mariel Bleger
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen