Así como el resto de los espacios donde se presentó el documental dirigido por Antonio Manco, la Escuela de Arte La Llave estaba repleta. Se dice que la realización se completa en el acto de ver, que el público es parte de la producción. Fue así.
El debate posterior a la película duró lo mismo que ésta. Pibes y adultos opinaron sobre la producción y charlaron con Antonio, –El Tano– sobre cómo se sentían identificados y movilizados por las imágenes. Después lo entrevistamos.
El Tano contó que vino a la Argentina a participar de un Festival de Cine por los Derechos, quería conocer y filmar el trabajo de la Garganta Poderosa. En el medio fue la muerte de Kevin en la villa Zabaleta, en la plaza con su nombre por otro Kevin muerto antes también por otra bala perdida.
El documental Ni un pibe menos es una obra que puede hacer tambalear cualquier discurso de mano dura. Comparte la cotidianidad de la familia de Kevin, sin él pero estando. La cámara se hace tan cotidiana que ya nadie la mira y puede estar en el medio de una discusión con soldados de Prefectura o en un domingo a la mañana mientras la familia se levanta, se acicalan y preparan para ir al cementerio. No es de corte contestatario pero denuncia decenas de situaciones de injusticia estructural; no parece un film militante y muestra la emoción del encuentro entre organizaciones por el cuidado de los pibes; no muestra golpes bajos y logra que los niños jueguen a ser relatores de su realidad. No estigmatiza y muestra la intimidad sin ser voyeurista, como siendo parte de un homenaje. En una hora mil horas de mano dura quedan desarmadas.
El Tano es de Nápoles. Premiado anteriormente por un trabajo documental sobre linotipistas medio anarcos, vino a la Argentina intrigado por el trabajo de La Poderosa, que lo hacía pensar en el joven Che. Pasó del romanticismo latinoamericanista a la realidad de la villa Zavaleta, donde la ternura se mezcla con la violencia. Habla como Luca Prodan, y como él siente que aquí está entre los suyos.
Empezó él:
- Estamos en Bariloche en el medio de este tour “Poderoso” que venimos teniendo hace ya 6 semanas y con mucha ilusión de llegar con esta película acá. De participar, divertirse con la gente y poder llevar el caso de Kevin y de poder visibilizar a lo que viven sometidos las personas que viven en la villa. Y con la esperanza de que estas visibilizaciones puedan llevar a la búsqueda de soluciones para que estas situaciones vayan cambiando.
– ¿Qué buscabas en Argentina?
-Yo vine en el 2013 antes de que mataran a Kevin. Invitado por el festival de derechos humanos de Nápoles. Premiado por un trabajo mío anterior para participar en el festival de DDHH de Buenos Aires.
En este marco tenía como un mes que yo me había guardado para poder hacer una investigación fílmica acerca de La Garganta Poderosa. Esta revista villera que tiene como relator jefe a Rodolfo Walsh, que tiene 30.000 desaparecidos entre sus colaboradores y que en Italia nos ilusionaba por el nombre que tiene. Porque está organizada por La Poderosa. Poderosa por la moto con la que el Che y Alberto Granados dan vueltas por Latinoamérica.
Nunca, nunca -repite- me hubiera imaginado que tendría que tratar el asesinato de un pibe de 9 años.
Cuando pasó eso la misma familia, la misma comunidad, la misma organización me pidió apoyarlos y denunciar todo lo que estaba pasando. Todo eso estaba invisibilizado por los medios. Tardaron 8 días los medios en difundir eso. Yo estaba allá con los compañeros de La Poderosa para denunciar esto. Todo se hizo de forma anónima hasta que se hizo conocida la película.
– ¿Con qué sociedad te encontraste?
-Me encontré con una sociedad argentina hermosa. Con gente iluminada, con jóvenes que estaban ahí con ganas de cambiar esta realidad, de luchar contra la violencia institucional, contra la violencia económica en la que estaban sumergidos. Y me encontré con una humanidad presente allí donde había un Estado ausente. Me encontré con lo mejor que pudo parir la sociedad argentina, que es la sociedad que defiende los derechos humanos.
– ¿Y con qué realidad te encontraste en Zavaleta?
–Una realidad que no me imaginaba. Una verdad de mucha violencia y abandono estatal. De corrupción y una crueldad terrible. Porque no solo pasa el asesinato de un pibe, con la complicad de las fuerzas de seguridad, en una situación alarmante. Sino que además de eso, y que fue lo que me hizo cambiar algo adentro mío, Roxana, la mamá de Kevin, a la vuelta del hospital, después de que tuvo que llevar a Kevin sin ambulancia, porque las ambulancias no entran en la villa, después de haber dejado a su hijo ya fallecido, vuelve a la casa y se encuentra que la Policía, la misma que en teoría había tenido que cuidarlos y que estaba a 50 metros en un destacamento durante las 3 horas del tiroteo, que podrían haber intervenido y salvado la vida de Kevin, había allanado su casa y le había robado dos teléfonos y 200 pesos que había dejado escondidos bajo la almohada de su cama. Eso hace que me pase algo adentro mío, sobre todo cuando veo la naturalidad con que la madre de Kevin cuenta eso. Entonces entendí que eso era costumbre. Mi cara de bobo, de sorprendido era la que no estaba en la verdad.
Por eso es que se hizo esta película, para parar un poco con esta crueldad. Para volver a ser humanos.
– ¿Con qué pibes te encontraste?
-Con todos los que están relatados en la película. Hermosos, llenos de sueños, despiertos, despabilados, llenos de ganas de vivir. Con inocencia y con algo más. Con pibes adultos. Que me enseñaban a mí a encontrarle un sentido a la vida.
-Como persona, como ser humano, ¿qué aprendiste de esta experiencia?
-A mí me cambió todo. No volví a ser el mismo después de este asesinato, después de este duelo que tuve que vivir con la familia, que tuve que acompañar. Y sobre todo después de conocer la fuerza de esa asamblea poderosa. Vecinos que se armaran de coraje, se armaran de voluntad para poder cambiar esta realidad.
A mí me despertó algo. Yo vengo de Nápoles, allí también tenemos barrios carenciados, tenemos el mercado de narcotráfico más grande de Europa, y tenemos muchas dificultades también. Pero nos falta esta capacidad de organizarnos que Argentina me enseñó. Que Zavaleta en el corazón de Buenos Aires me fue como iluminando. Es un faro que me dio coraje, que me dio fuerza y me sostuvo. A la que yo estoy devolviendo lo que me estuvo dando. Yo desde el cine con este grano de arena, usted con su trabajo, para que esto no pase inadvertido.
Por Fabián Viegas Barriga
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen