Emilio Pihen militante de H.I.J.O.S. en Córdoba dialogó con Al Margen desde la Plaza Agustín Tosco rodeado de una multitud reunida para repudiar el intento de la Corte de habilitar el “2×1”. Nos cuenta los motivos para salir a la calle, parte de su historia y la realidad cotidiana que viven en torno a la violencia institucional.
– ¿Qué sensación te queda de lo que estuvo pasando estos días?
-La verdad es que todos estos días fueron esa vuelta a la incertidumbre, a la sensación de que en un segundo, las cosas que construimos durante tantos años, nos pueden ser arrebatadas por el simple hecho de que tienen poder. No me refiero solamente a la Corte o a los represores, me refiero a los dos puntos en articulación al Gobierno Nacional.
Es una sensación de una profunda angustia bien entendida. Una angustia colectiva, no una angustia psicológica… Una gran pregunta, porque uno había construido un cierto futuro para adelante donde teníamos -hasta hace pocos días- la certeza de que no íbamos a volver a cruzarnos con Menéndez, con Yanicelli en la calle, ni con ninguno de los represores más emblemáticos de Córdoba
De repente vuelve la posibilidad, la impunidad reinstalada. La norma de convivencia de que cualquiera que tenga alguna relación con el poder puede matar, asesinar, reprimir y que en algún momento va a ser perdonado. Eso fue lo que nos quedó de estos días. Hoy, tenemos una gran satisfacción de saber que por un par de largos años, calculamos que después de esta gran movilización y la respuesta social, a nadie se le va a ocurrir volver a plantearlo por lo menos así. Obviamente siempre van a estar los sectores que defienden el terrorismo de Estado.
– ¿Cuál es tu relación con la última dictadura cívico-militar?
El 16 de agosto de 1975 cuando en Córdoba ya había terrorismo de estado, todavía no se había dado el Golpe a nivel nacional pero la policía de Córdoba había dado un golpe que se llamó “el Navarrazo”, destituyendo el gobierno constitucional de Obregón Cano, los militares realizan un allanamiento ilegal en mi casa, secuestran a mis padres y se los llevan al Centro Clandestino de detención Departamento de informaciones 2 (D2). Yo estoy secuestrado varias horas en manos de los represores.
Luego mis viejos son blanqueados y por suerte después de pasar varios años en las cárceles de la Dictadura logran sobrevivir y logramos reunirnos como familia, logramos ganarle la partida a la muerte de alguna manera. Ellos son sobrevivientes y ex-presos políticos, esa es mi historia.
– ¿Cómo se está viviendo la cuestión de la violencia institucional en Córdoba?
-Nosotros tenemos un doble problema en Córdoba. Primero está la cuestión de la policialización de nuestra sociedad, tenemos uno de los números más altos de policías por habitante de Latinoamérica. Una policía militarizada, superpoblada, híper pertrechada que obviamente no resuelve ningún problema.
Lamentablemente tenemos una sociedad que hizo implosión hace un par de años atrás cuando fue el motín policial de diciembre de 2014 donde básicamente se perdió una gran oportunidad de mostrar que se puede vivir sin policía. La policía se amotinó y la respuesta de la mayoría de la sociedad fue salir a saquear, robar. La respuesta de las clases medias y altas fue realizar linchamientos selectivos.
Nuestro problema es una violencia policial y estatal muy marcada, con un aparato represivo que no deja a los jóvenes de barrios pobres ingresar al casco céntrico o moverse entre barrios. Una política de Estado que hace que cuando se construyen barrios nuevos se pongan a convivir en el mismo barrio a dos villas rivales, con todo lo que eso significa, lo peligroso que es.
Tenemos instalada la realidad narco en algunos de los barrios, sumado a que hay una corrupción social muy grande, lo que hace que la respuesta de la sociedad frente a situaciones extremas sea o el saqueo o el linchamiento, que no son ninguna solución válida para tener una sociedad mejor.
Por suerte en las marchas del 24, y en esta misma no hemos tenido ningún problema de persecución o represión. Son espacios que hemos construido donde logramos convivir con toda esa realidad. Acá nosotros somos conscientes de que no son marchas de una pertenencia ideológica. Si en Córdoba marchan 100.000 personas, marcha aquel que cree que está bien juzgar a los genocidas.
Por Mariela Martínez y Julia Biagioli
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen