El 1° de Mayo posee una fuerte historia con sus logros y lutos, e invita a pensar y recordar que los derechos de la clase trabajadora son fruto del esfuerzo y la lucha colectiva.
Si bien en la mayoría de los países el 1° de mayo es el Día del Trabajador, no lo es en Estados Unidos, país donde acontecieron los sucesos que dieron sentido y significado a este día. Allí, el Labor Day (día del trabajo) se festeja el primer lunes de septiembre, quitándole así toda historicidad e intentando borrar el significado de la fecha, que consiste justamente en reflexionar sobre las luchas de la clase trabajadora organizada.
En 1889 el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional declaró al 1 de mayo como Día Internacional del Trabajador en memoria a los mártires de Chicago, aquellos militantes sindicalistas condenados a la pena de muerte por haber participado en movilizaciones y luchas sociales para lograr una jornada laboral de 8 horas.
El origen del conflicto fue una huelga general realizada el 1 de mayo de 1886 que perduró varios días con fuertes represiones policiales, revueltas y varios muertos. La consigna de estas jornadas de lucha fue nada más y nada menos algo que hoy ya no se discute mucho (aunque no todos los empresarios la cumplan):
8 horas para trabajar,
8 horas para descansar
y 8 horas para disfrutar!
A partir de estas movilizaciones y revueltas, los dueños de las grandes empresas tuvieron que aceptar estas peticiones e implementar la jornada laboral de 8 horas. Pero por otro lado el poder económico, que también tenía el control de una parte importante del aparato del Estado, vio en estas movilizaciones un peligro inminente ante la fortaleza de los trabajadores organizados. Por tal, como medida aleccionadora para que ello no vuelva a suceder, se acusó a varios dirigentes sindicales, principalmente anarquistas, de haber cometido delitos durante las jornadas de lucha.
El juicio realizado, testigos falsos de por medio y sin que se haya podido demostrar la culpabilidad, culminó con la sentencia de pena de muerte a cinco dirigentes (aparte que a otros se los sentenció a reclusión perpetua o a penas menores): George Engel, Adolf Fischer, Albert Parsons, August Vincent Theodore Spies y Louis Lingg. Este último, para no ser ejecutado se suicidó en su celda. Los otros cuatro fueron ejecutados el 11 de noviembre de 1887.
En un contexto nacional de retroceso de los derechos laborales, de intentos de eliminación de paritarias, de ajustes salariales muy por debajo de la inflación y de criminalización y represión de la protesta social, puede ser representativo volver a darle vida a las palabras pronunciadas por George Engel en su alegato en el juicio:
“…no combato individualmente a los capitalistas, combato al sistema que produce sus privilegios…”
Por último, el día de la ejecución a los Mártires de Chicago, José Martí, poeta, político y uno de los más importantes pensadores latinoamericanos para y desde nuestra américa, escribió como corresponsal en Chicago del diario La Nación de Buenos Aires las siguientes palabras:
“… salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el de Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: «la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…”
Por Mariano Lanza
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen