Cultura, expresiones artísticas, política y trabajo territorial parecen conceptos sin conexión entre sí. Sin embargo, cuando esta trama comienza a hacerse visible surge un paisaje de esperanza y de comunicación. Poner en valor la sola existencia de centros culturales y artísticos en los barrios de Bariloche es echar luz sobre las posibles formas de transformación personal y social.
Creatividad
Como cuando las Madres decidieron hacer visible su dolor y su lucha llevando los pañales de sus hijos en la cabeza en una procesión religiosa, así como en aquél entonces, la creatividad sigue siendo la ventana de salida, la válvula social. Las actuales manifestaciones públicas están pobladas de creatividad, de intervenciones artísticas que hacen visible la desigualdad, el abuso de poder, la bronca.
Uno de los barrios más antiguos y más grandes de Bariloche comenzó con sus primeros procesos de organización durante la dictadura militar. Armar una junta vecinal en aquellos momentos no era una tarea poco riesgosa. La antropóloga Laura Kropff nos acerca el relato que “hacia fines de la última dictadura militar comenzó a constituirse una Junta Vecinal en el barrio El Frutillar conformado principalmente por migrantes procedentes de Chile y de las áreas rurales de las provincias norpatagónicas”. 1 Lo relatos de esos momentos dan cuenta de la creatividad que se puso en marcha para poder resolver cuestiones fundamentales del barrio, como por ejemplo, el centro de salud.
La casa de arte Paico también se vio a sí misma creciendo en momentos poco fértiles para nuestra sociedad. Eran los ’90, escaseaba el trabajo y el clima era inclemente tapando de nieve todo y a todos. Marta Elena Navarro recuerda que Paico siempre fue una casa de familia, que fue traída a El Frutillar en el año ’94, “se logró levantar una estructura pequeña donde vivía la familia. Eran años muy bravos, los ’90, pero nosotros teníamos trabajo. Yo trabajaba en la escuela Inayen. Hubo nevadas muy grandes, me traía de la escuela el unimov de los bomberos. Esta casa siempre tuvo teléfono, tempranamente, entonces desde ese momento comenzó a cumplir una misión importante. Yo me conectaba con Leonardo Jalil, de Gente de Radio para pasarle las novedades de lo que pasaba en el barrio ante el temporal de nieve”, rememora Marta Elena.
La marca temporal más antigua, rescata Kropff en su investigación, relacionada con El Frutillar refiere al momento en que fue loteado el barrio en el año 1951. En estas épocas de construcción de la historia de este barrio, se encuentran aliados y obstáculos. En ese entonces, Radio Nacional era el único medio radial de Bariloche y la zona y los vecinos utilizaron la estrategia mediática ya que la voz de los vecinos, gracias al apoyo de los periodistas, llegaba a toda la comunidad. Otra de las estrategias fue el autofinanciamiento, herramienta que aun hoy es utilizada por grupos que deciden crecer de forma independiente ganando en autonomía e identidad propia.
Paico no escapa a la forma en que este barrio se fue haciendo, los ’90 no fueron años en los que se pensara en crecimiento, sin embargo “por el hecho de tener trabajo la casa fue pudiendo levantarse y con los años se fue agrandando. Siempre con la ayuda de otros”. Ver crecer al barrio: “Es muy estrecha la relación del barrio con esta casa. Y hay una pertenencia y un afecto muy grande. En otro lado no sería igual, sería otra cosa. Se fue dando. No fue un proyecto que se ideó, fue dándose poquito a poquito a poquito, como la mayoría de las actividades que suceden acá. A veces las funciones son con mucho público, a veces con poco. En los talleres pasa lo mismo. No nos interesa la cantidad, sino vincularnos las personas. Por eso contamos con la ventaja de no pagar alquiler”.
El arte también puede cambiar al mundo
“Una nota distintiva de esta época es para mí el carácter colectivo que se va teniendo. Las manifestaciones artísticas. Creo que ya trabajar solo/a, hacer las cosas solo/a va perdiendo un poco de vigencia. Está más claro el concepto de que “el hombre” es un ser social, cultural, histórico y que está influido e influye continuamente. Y por otro lado, los “colectivos”. Esta casa de arte sería un Colectivo. El saber que cerca hay un lugar cultural donde se puede ir, donde hay una oportunidad de hacer cosas, es una ventana abierta. Y es muy distinto a no tenerla. Para el espíritu humano y social es muy importante que haya lugares culturales, una válvula para las cosas más lindas del ser humano. Se enriquece la vida, la salud”. Y todo esto puede ocurrir en un barrio. “El arte es una herramienta potencial para las modificaciones sociales, políticas, etcéteras”, resume Marta Elena.
Qué mejor nombre para esta casa de arte que el de una planta vivaz aromática, que se usa como condimento y como planta medicinal en muchos países hispanoamericanos. Marta Elena cuenta “nos interesa mucho la relación con la naturaleza. Ya desde el nombre, rescatar el nombre de la calle porque es una planta que hace bien, que ayuda. No había paico en este terreno, pero además hay muchas especies naturales que cada vez escasean más en los terrenos del barrio. Ya no hay tantos ñires, michay, laura, mutisias, maiten. Nosotros las cultivamos y las cuidamos porque es súper importante la naturaleza y el arte unidos”.
Paico se relaciona con otras agrupaciones artísticas, por ejemplo, cuando dieron la batalla por la ordenanza de los espacios culturales. Además, mantiene vínculos con la gente del barrio, con sus cooperativas, como la Cooperativa del Buen Vivir o Los Herreros de la Luz o El Galpón el Metal; con la ARB, con la Cooperativa Laburar que hizo las cabreadas en el techo. El cartel de Paico fue idea de Hugo Hernández, de El Metal, es reciclado de partes de auto cocidas.
La libertad la aprendí en el río
“En el arte estoy desde siempre, soy de una familia de artistas, mi hermano es Roberto Navarro, artista reconocido en Bariloche. Mi papá era músico, mi hijo es músico. Mi familia es una familia de trabajadores, pero a su vez de artistas. Hace muchos años que actúo”. Marta Elena Navarro es entrerriana, vivió hasta los 9 años en Entre Ríos. “La libertad la aprendí en el río, es lo que me hizo venirme acá junto con la invitación de mi hermano”. Actriz: el teatro es mi arte preferida. Docente. Tiene dos hijos, por el momento sin nietos. El estreno oficial de Paico casa de arte fue en septiembre de 2013, cuando decidieron estrenar la obra “Certificaciones médicas”, de Leo Masliah allí, con su grupo Puntos Suspensivos. Esa fue la primera función artística y a partir de ahí no paró nunca.
Paico casa de arte se encuentra en el barrio El Frutillar, en la calle Paico 617. Sus actividades invitan al encuentro y la reflexión, a continuar generando nuevos vínculos. En uno de los barrios “del alto” de Bariloche hay una ventana abierta a la creación invitando a asomarse.
[1]. Laura Kropff. Lic. en antropología, UBA-Conicet. “Disputas sobre la historia de la Junta Vecinal de El Frutillar.
Por Mariela Martínez
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen