“Es la palabra que aparece con mayor recurrencia en los patéticos testimonios de quienes se movilizaron “en defensa de la democracia”. No es casual tampoco que la haya usado el presidente, para quien la ausencia de choripanes y de colectivos constituye una prueba de la pureza y la transparencia de la movilización del 1A. El choripán ha venido a ocupar el lugar que dejaron vacante la alpargata y el bombo en el vocabulario político de una derecha que profundiza sus rasgos xenófobos y racistas. Ese discurso excluyente y autoritario recorre toda la historia argentina y se aplicó por igual a los pueblos originarios, a los gauchos, a los gringos, a los cabecitas negras y a los piqueteros”.
La derecha argentina está obsesionada con el choripán. Es la palabra que aparece con mayor recurrencia en los patéticos testimonios de quienes se movilizaron “en defensa de la democracia”. No es casual tampoco que la haya usado el presidente, para quien la ausencia de choripanes y de colectivos constituye una prueba de la pureza y la transparencia de la movilización del 1A.
Esas palabras dejan al descubierto una capacidad de análisis político verdaderamente deplorable pero también una exacerbación de la conciencia de clase de quienes hoy ocupan el gobierno.
El choripán ha venido a ocupar el lugar que dejaron vacante la alpargata y el bombo en el vocabulario político de una derecha que profundiza sus rasgos xenófobos y racistas.
Es ridículo pensar que alguien en su sano juicio se movilice a cambio de un choripán, pero eso es lo de menos en tanto esa imagen mantenga su eficacia simbólica y sirva para reactualizar un viejo mito de la derecha: el que sostiene que las clases populares no quieren trabajar, que los pobres son haraganes por naturaleza y que cuando se movilizan nunca lo hacen de manera autónoma, ya que son incapaces de tener sueños, anhelos e ideales propios.
Es una forma de objetivar a las clases populares y quitarles historicidad.
Ese discurso excluyente y autoritario recorre toda la historia argentina y se aplicó por igual a los pueblos originarios, a los gauchos, a los gringos, a los cabecitas negras y a los piqueteros. Una derecha a la defensiva no hará más que reactualizar esas imágenes.
Habrá que estar atentos, porque como dijo Brecht no hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado.
¡Choripán y vino para todo el pueblo argentino!
Por Martín Obregón. – ANRed