Los casos de “justicia por mano propia” aumentaron notablemente desde que la derecha está en el poder. Los medios lejos de reflexionar sobre el asunto potencian el fenómeno. El presidente lejos de condenarlos los promueve. Un análisis del retroceso social construido por el sentido común en los medios masivos y las políticas autoritarias impulsadas desde el gobierno.
Los linchamientos, volvieron a estar en boga después de comenzar y tener su auge en el 2014, cuando se suscitaron una serie de asesinatos en masa que tuvieron su clímax el 22 de marzo de ese año. David Moreira, un joven de 18 años que había trabajado de albañil y en una panadería, fue asesinado a patadas por unos vecinos de Rosario que lo habían interceptado robando una cartera. El primer delito de David culminó con su cuerpo agonizando durante 3 horas, mientras los vecinos miraban satisfechos la lenta agonía.
Ese mismo año el modelo publicitario Ivo Cutzarida se transformó en “la voz del pueblo” cuando sus declaraciones en un programa de TV resonaron como una necesidad imperiosa de salir de lo políticamente correcto y decir lo que nadie dice pero que todos tienen ganas de gritar: “Si puedo voltear al chorro, lo volteo en un segundo y si lo voltea el vecino le doy las gracias. Una vez que estas muerto te jodiste y no volves mas. No me importa la razón, yo te quiero ver muerto”.
El premio por esta desafortunada frase fue una precandidatura a la jefatura del gobierno porteño de la mano de Rodríguez Saá. Ivo y su lema de campaña “corta la bocha” no superaron las PASO.
En el año 2015 el diario La Nación analizaba que la percepción del mal funcionamiento de la justicia y la policía explicaría los recientes casos de “Venganza en masa”. En la nota exponían una encuesta donde el 23% de los argentinos se mostraban de acuerdo con el ajusticiamiento en las calles. Su conclusión determinaba que el aumento del índice era consecuencia de la falta de castigo institucional.
Entre masivas y fuertes voces justificando asesinatos por mano propia la voz de Raúl Zaffaroni se escuchaba a lo lejos: “Los linchamientos no son ajusticiamientos, sino homicidios calificados “
Legítimos ajusticiamientos
Por esos años el actual presidente manifestaba su preocupación por la inseguridad y la desesperación de la gente. Este flagelo lo atribuía a un estado ausente, por supuesto esta ausencia para el Macrismo solo significa la falta de fuerzas policiales en las calles.
El 2016 lo encontró en el sillón presidencial y el estado se hizo presente: gestionó el retiro político de la conducción del sistema de seguridad y el reintegro de plenos poderes a la policía. Frenó la reforma procesal penal. Pactó con los servicios de inteligencia y la fuerza de coerción del estado se hizo presente en las calles.
Aún con estas medidas parece que la violencia sigue reinando y la necesidad de justicia y venganza vuelve hacerse presente a través de los linchamientos. En septiembre de este año Daniel Oyarzún un carnicero de Zárate, provincia de Buenos Aires, se resistió a un robo y persiguió con su auto a los ladrones, aplastando hasta la muerte a uno de ellos. Brian González de 24 años murió aplastado entre el auto del carnicero y un poste mientras los insultos y las patadas de los vecinos acompañaban su agonía.
A Daniel Oyarzun se le dictó prisión preventiva por el delito de homicidio simple con dolo, no estaba en peligro su vida, salio a buscar y a matar. Pero esta vez, el justiciero tiene la bendición de un primer mandatario, el Presidente de la Nación dijo: “Es un hombre de bien, sano y querido, ¿Porque no puede esperar tranquilo con su familia?”.
Su voz es suave, no grita, ni escupe como Ivo Cutzarida, pero sus palabras tienen el mismo significado: La violencia empieza y termina con el que roba, si no lo detiene la policía, los vecinos tienen derecho a lincharlo, además el presidente los apoya.
Semejante apología de justicia por mano propia, hizo que el jefe de Gabinete Marcos Peña, saliera a rectificar sus dichos, intentando mitigar la falta de humanidad que la derecha siempre intenta disimular. Aclaró que ellos no están de acuerdo con que personas posean armas y hagan justicia por mano propia, pero que en estos últimos años la justicia estuvo alejada de la sociedad. Léase: el que roba no es parte de la sociedad, la justicia no es vista en términos sociales, solo como defensora de la propiedad privada y de la vida de los que la poseen. Declaró, además, que en los últimos tiempos hubo una mirada que se olvidó de las víctimas y se centró en los victimarios. Atrás de esa idea se encierra un proyecto de país y una manera clara de mirar el mundo: no hay causas sociales, no hay un estado ausente, la única violencia la ejercen las personas que roban, las cuales jamás serán vistas como víctimas del sistema.
La teoría de la ventana rota
Los medios masivos nuevamente expusieron infinitas horas del “justiciero” y del “chorro mal nacido”. Entre twitters, hashtags y frases hechas, el concepto de “legítima defensa” se iba transformando en “defensa de la propiedad privada. “
El show continúa, da rating y conviene que así sea. Hablar en profundidad y en serio de la inseguridad, sobretodo de las causas que la generan pone incomodo a mas de un monopolio de la comunicación, a los empresarios y a los políticos. Porque Implica hablar de injusticia, desigualad, distribución de la riqueza, del sistema carcelario y judicial y sobretodo hablar de algo que está implícitamente vedado en los medios masivos de comunicación: el cuestionamiento al sistema capitalista, en su etapa más excluyente, donde la globalización y el neoliberalismo generan mayores desigualdades.
Quien quiera osar a cuestionarlo como lo hizo el cineasta Damián Szifrón hace unos años en el programa paladín del sentido común de la derecha -Almorzando con Mirtha Legrand- será tildado como anacrónico, comunista y será denunciado como provocador e incitador de la violencia como lo hizo el dirigente Pedro Benegas, titular de Pro libres, presentando una causa ante la justicia por sus dichos.
Estas ideas y cuestionamientos se linchan, se aplastan como al “chorro” que roba un celular y así la lógica de la mano dura seguirá reinando en el inconsciente popular; aunque está comprobado que el disciplinamiento a través del castigo, no funciona en ningún país del mundo. Todo lo contrario, incita a más violencia.
Los países que bajan los índices de violencia, son democráticos, registran bajos índices de desigualdad y tienen una alta e inclusiva calidad educativa.
Por merito propio
Mientras que las cárceles están llenas de jóvenes y pobres los ladrones de guante blanco siguen saqueando recursos, manejando bancos, empresas y gobiernos, pero no hay ninguna condena para ellos ni linchamientos. El sistema global los avala. La libertad de mercado opera para que su robo parezca legítimo y para que no se vea la violencia intrínseca en el mismo. La lógica meritocrática es funcional en todos los niveles, si la persona fracasa o se vuelve violenta en todo caso fue por mérito propio y quien la defiende o busca las verdaderas causas defiende la “delincuencia.”
Mientras la culpa sea del que nos roba la cartera o el celular, los linchamientos seguirán siendo funcionales a un sistema que busca chivos expiatorios para perpetuar la desigualdad y la injusticia que genera. Como expresa el Sociólogo Eduardo Fidanza: “El fenómeno del linchamiento contiene una secuencia bien estudiada por la psicología social del Fascismo: Nace de la frustración, se vale del prejuicio y el estigma, busca chivos expiatorios, avanza hasta el odio y culmina en la violencia. Las masas movilizadas por Hitler y Musillini eran espoleadas por traumas reales o imaginarios, en busca de una nueva identidad, cuyo requisito pasaba por la destrucción de supuestos enemigos responsables de la desgracia colectiva.”
Por Irene Rassetto
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen