La ley de Servicio Penitenciario federal es la única ley en materia penal que no se ha reformado desde la época de la dictadura. El juez de Ejecución de Bariloche Martín Arroyo analiza cómo debería ser una reforma que contemple servicios penitenciarios formados por civiles
“Si te doy oportunidades cuando estás en la cárcel para estudiar y formarte para tener trabajo, ¿después te puedo exigir que me trates bien cuando estés afuera? Si te golpeo, si no te brindo ningún derecho, si te tengo diez años hacinado en un habiente violento, después ¿te puedo pedir que te comportes como es esperado?”
La frase del juez Martín Arroyo es eje de la entrevista que tuvimos con él. Remite justamente al punto por el que pivotea la cuestión educativa en la cárcel: rediscutir el pacto social en tanto cómo se construyen oportunidades para vivir y cómo son vistas las personas en esas instituciones. Hay dos formas más comunes de ver a los detenidos que pueblan los sectores más complicados de la cárcel: como sujetos vulnerables, a sabiendas que gran parte de las personas que pueblan las cárceles provienen de sectores muy pobres y con muy pocas oportunidades de relación con el mundo laboral; o son vistos como sujetos marginales a los que no les cabe otra que el abandono.
¿La cárcel es entonces un lugar para castigo, es un lugar para demostrar con todo el peso de la venganza social lo que no hay que hacer, o puede ser una oportunidad justamente, para aquellos que no las tuvieron antes y que puedan adquirir herramientas para elegir otra forma de vida? ¿Quién puede gestionar las oportunidades? ¿Integrantes de una fuerza, personal civil especializado, ambos? Arroyo se juega con su propuesta. Compartimos algunos fragmentos de esta entrevista.
“En el penal hay unos 95 internos, de los cuales 48 son condenados, el resto procesados. Una persona procesada si dice “yo quiero estudiar” tiene que poder hacerlo a pesar de estar privada de su libertad. Pero obviamente, la falta de espacios atentaba contra ese derecho, ahora el escenario es otro, y a partir de la inclusión en los espacios educativos se empiezan a ver avances. Me lo cuentan no sólo los referentes del área educativa sino también los referentes del área penitenciaria y eso es importante. Dan nombres de personas puntuales que a partir de empezar a ir al aula cambiaron radicalmente su comportamiento y su perspectiva.”
A.M- ¿Cómo se ve la educación desde a ley de ejecución?
–La ley de Ejecución ve a la educación como uno de los pilares de la reinserción social. El objetivo de la ley es que la persona que está cumpliendo una condena cuando salga y agote la pena no vuelva a cometer un delito. Obviamente que hay personas que por el tipo de delitos que cometen, que se incorporen o no al aula no va a incidir mucho. Por ejemplo, una persona que esté por estafa, o un desfalco a los fondos públicos. Empecemos por la base que son muy pocas personas condenadas por esos delitos.
Si quiere estudiar y en el penal están dadas las condiciones, con que diga “quiero estudiar”, hay que darle todas las facilidades para que lo haga, y no ponerle todos los palos en la rueda para que no lo haga. Y eso irá en la formación del agente que actúe ahí.
– ¿Cómo es? ¿Los procesados viven en el pabellón de población y los condenados en Autodisciplina?
-La única cárcel que puede separar condenados de procesados es la de Viedma. La realidad supera el deber ser y terminan confluyendo en los mismos espacios. Nuestro penal no tiene lugar. La separación se da por otras cuestiones, no tanto por su estadío procesal sino por convivencia. Hay sectores antagónicos entre los detenidos, familias que ya tienen historias de muertos entre sí. Por eso, el principal factor de sectorización es ese. La posibilidad de que convivan. Luego el grado de avance en la pena. Se supone que una persona que está cercano o ya en período de salidas transitorias, debería, si la convivencia lo permite, estar en un sector de menor rigor en los controles, como el de Autodisciplina.
– Nos contaban los alumnos que es muy difícil estudiar en el pabellón de Población, y los docentes nos decían que a veces hay desidia sobre los detenidos de ese pabellón. ¿Lo ves así?
–El año pasado nos hablaban de internos que tenían que llegar al aula a las 9 y llegaban 10:30hs y no servía, o directamente no lo subían. Estas son lógicas relacionadas al mal trato de aquellos que se llevan mal con sus compañeros, o se llevan mal con los penitenciarios. Genera una especie de castigo “y no te voy a subir al aula porque no te lo merecés”. Yo creo que es una cuestión psicológica que funciona así. Es meritocrático, “ganátelo”.
-Bueno, hay al menos dos formas de ver las cosas: se los puede ver como los marginales o como los vulnerables. ¿De esa perspectiva depende el accionar?
– Depende la formación que tenga cada agente penitenciario. En las cárceles de río Negro conviven policías y penitenciarios. La formación es más o menos la misma para los dos. No hay porqué pensar que necesariamente el Servicio Penitenciario tiene que ser una fuerza de seguridad. Bien podría ser una fuerza integrada por civiles. Dentro de la cárcel confluyen dos aspectos, uno que corresponde a la seguridad, interior y exterior. Por ejemplo en el caso de un motín o que un detenido esté siendo agredido por otro, y hay que intervenir por la fuerza porque no queda otra, que este equipo esté especializado para usar la fuerza mínima. Pero bueno, hay un aspecto que hace a la seguridad, pero son intervenciones concretas y puntuales. El resto, el que está con el interno cotidianamente, no tiene porqué ser una persona integrante de una fuerza de seguridad, bien puede ser integrado por asistentes sociales, por terapeutas, por psicólogos, por personas con tecnicaturas en trabajo penitenciario. Entonces si la formación de la persona que está día a día lo lleva a ver al interno como una persona vulnerable, su actitud va a ser una, si lo va a ver como un marginal, su actitud va a ser otra. Todo va en la formación del operador que está actuando allí.
Se gestan en la cárcel círculos viciosos donde se copian algunos códigos… porque hay que subsistir y sobrevivir ahí adentro. No es lo mismo hablar de afuera a estar ahí 8 horas por día en un lugar donde todo el tiempo se escucha gritos, peleas… hay que tener una formación muy fuerte para no entrar en esa lógica perversa que hay dentro de los penales.
No nos olvidemos que la ley de Servicio Penitenciario federal, que es el que replican las provincias, es la única ley en materia penal que no se ha reformado desde la época de la dictadura. Es una asignatura pendiente y cuando se reforme creo que se tiene que apuntar a formar los servicios penitenciarios con civiles. Chaco es la primera provincia que legisla una ley que hace integrar al Servicio Penitenciario por civiles.
Si el que está ahí comprende que el interno cometió un delito y debe cumplir una pena, y que la privación de derechos que justamente el Estado tiene que privar es el derecho ambulatorio y no los demás derechos… …entiende que conserva sus otros derechos y eso significa que el otro sigue siendo un ser humano.
Por Fabián Viegas
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen.