El periodismo “independiente” ha instalado la idea de que el gobierno anterior desarrolló un relato de la realidad para engañar al pueblo. En esta línea argumentativa, el relato K vino a encubrir la corrupción, el ataque a los medios independientes y a profundizar la grieta. En esta misma hipótesis, se piensa el discurso del nuevo gobierno PRO, como pragmático y eficiente. Contraponen así, un discurso desideologizado, despolitizado y sin relato. El sociólogo Ignacio Panaino propone en primera persona detenerse a pensar esta cuestión.
Vivimos un momento histórico cargado de pasión, donde amplios sectores populares nos estamos preguntando por el proyecto de país que necesitamos. Estos amplios sectores también hemos logrado limpiar el estigma que se cernía sobre la palabra política, ya no se entiende como sinónimo de corrupción y propiedad de hombres malos. Somos animales políticos. Todas las dimensiones sociales están cargadas de política, la forma en que se educa a los niños en la escuela es política, la manera en que se informa en los medios de comunicación al pueblo es política, cuando se fija el precio del pan se está haciendo política. La política es la concepción del mundo detrás del proyecto de país, lo que implícita o explícitamente orienta la práctica social.
¿Es cierto el argumento de la derecha, que existe un discurso de gobierno, despolitizado y sin relato?
La intención de los poderosos de despolitizar la política es en realidad una vieja táctica. Se utiliza generalmente para desposeer al pueblo de esa herramienta fundamental en la vida de la sociedad: la política. De esta manera, se busca generar dos fenómenos, por un lado, con la despolitización del pueblo, la dirección del país queda en manos de una elite. Por otro lado, al despolitizar las decisiones políticas de esa elite, las mismas pasan por un movimiento natural o divino, que trasciende el ámbito de los hombres.
La clase dominante nos oculta la política para dominarnos mejor, para hacer pasar su interés particular y de clase, como un interés general. Para imponer su proyecto político como algo natural, para orientar el rumbo del país como si fuera un destino manifiesto. Esto se debe a que sus objetivos políticos verdaderos son inconfesables. El saqueo, la pobreza, la desocupación, la concentración de la riqueza en pocas manos, se desarrolla en las tinieblas de un relato cargado de cinismo y perversión. ¿Hambre cero?, ¿Sinceramiento?, ¿Pesada herencia? Eso también es la construcción de un relato, aunque esterilizado, apolítico, higiénico y escondido detrás del eficientismo.
El relato y el proyecto
Si en algo se ha avanzado mucho en estos años, es en la construcción de un relato politizado, es decir, en pensar la realidad políticamente, de encontrar la política detrás de los supuestos neutrales o independientes.
Amplios sectores han avanzado notablemente en pensar en un proyecto aunque aún confuso y contradictorio, en pensar la dirección del país como voluntad de los hombres y mujeres. En este tiempo recuperamos la dimensión de sujetos activos de la historia y no ya simples objetos a merced de fuerzas inexpugnables.
El relato de la última década puede rastrearse en diversas acciones. Por un lado, un aspecto material relacionado a las políticas públicas que significaron una ampliación de los derechos populares y, por otro lado, entretejido a un aspecto ideológico que podemos ubicar en los discursos de barricada de Cristina, en los contenidos desarrollados en determinados medios de comunicación, como Canal Encuentro, Paka Paka, 678, etc. en un aspecto internacional, cabe mencionar las estrechas relaciones que se establecieron con los gobiernos progresistas de nuestra américa.
Lo que ataca la derecha con la mayor de las sañas, es la peligrosa masificación de un relato politizado. La posibilidad de que vastos sectores puedan discutir qué proyecto necesitamos de país, de que se extienda la idea de desarrollar un Estado que pueda controlar el mercado, de recuperar la dimensión de la Patria Grande, de desconfiar del imperialismo, de ver el interés político detrás del relato neutral, las ideas de justicia social, independencia, soberanía, etc. Todo esto se convierte en un peligro potencial que puede afectar los intereses de ese 10% en nombre del cual gobierna el PRO.
En este sentido, volviendo a la relación entre relato y política, el proyecto nacional y popular K ha ido más lejos en la construcción de un relato politizado que en la transformación concreta de la realidad. Podría decirse que el proyecto no ha estado a la altura del relato y se ha quedado con suerte, a mitad de camino. Otro punto débil, se expresa en que el relato no fue acompañado por la organización de poder popular que pueda llevar adelante la liberación del pais. El pueblo, durante este periodo, continuó desorganizado y hoy en día, en que los avances están seriamente en peligro, no puede asumir un rol protagónico de resistencia, mucho menos de avance. La concentración de masas más importante estuvo dada alrededor de la citación de Cristina a tribunales, mientras que los despidos, la disolución de la ley de medios, el endeudamiento externo, no encuentran suficiente resistencia del pueblo damnificado. Aun así, esos cambios fueron suficientes para que la clase dominante se declare enemiga acérrima del proyecto.
La idea de relato tiene correspondencia con las ideas de Mariategui, gran pensador de nuestra américa, sobre el Mito. Parafraseando algunas de sus ideas, este decía que la clase dominante carece de un mito capaz de apasionar a las masas, porque ya no tiene nada que ofrecer, más que pobreza, injusticia y padecimientos. En la posibilidad de una sociedad superadora, donde las riquezas de nuestra tierra y el producto de nuestro trabajo, ya no sean propiedad de un pequeño grupo dominante, sino propiedad social, donde el fin no sea el enriquecimiento de unos pocos, sino las necesidades de todos/as. donde ya no falte el trabajo, la educación, o la salud. Allí, en esas ideas, aguardan los elementos concretos para desarrollar un nuevo mito o un nuevo relato.
Según Mariategui. “Los pueblos que han triunfado son los pueblos capaces de crear un mito multitudinario”. Desde este punto de vista, la adhesión masiva a un proyecto popular, lo detenta por ahora el Kirchnerismo. Por otro lado, la izquierda, con un proyecto político más claro en términos estratégicos, no ha sabido interpelar a las masas para construir un mito multitudinario y no puede dejar de ser un grupo marginal, sin capacidad histórica.
Nosotros y nosotras tenemos que tomar conciencia de la dimensión política, poder analizarla y explicitarla para lograr desarrollar un proyecto desde nuestros propios intereses. Los sectores oprimidos necesitamos explicitar la dimensión política y construir nuestro propio relato de la realidad.
Por Ignacio Panaino* para Equipo de Comunicacion Popular Colectivo Al Margen
*sociólogo UBA