Luego de los resultados del pasado 22 de noviembre, es evidente que la actual agenda de discusión pasa por hablar y especular sobre el rumbo concreto que tomará el país durante el próximo mandato presidencial. Cambiemos fue la consigna que logró apropiarse la derecha en Argentina, que es conservadora en lo político y neoliberal en lo económico. Se impuso a partir del brillo destellante de la imagen tecnocrática y apolitizada, apelando una especie de oda a la alegría como el vehículo conductor de los lineamientos políticos a seguir, logrando captar a partir de una estrategia mediática conscientemente pensada y articulada –incluido el llamado cerco mediático-, además del núcleo duro representativo de la derecha, a una parte importante de la sociedad civil, ya sea porque entendieron que no había grandes diferencias entre los contrincantes del balotage (incluidos los votos en blanco que en última instancia apoyaron al ganador) y/o simplemente porque primó más el desgaste de los tres mandatos presidenciales del Kirchnerismo, en donde los medios de comunicación concentrados jugaron un rol de suma relevancia.
Una vez finalizados los comicios, la pregunta que resuena es la siguiente: ¿logrará ejercer la hegemonía política una alianza que principalmente es expresión de las fracciones del capital más concentrado, tales como el capital financiero internacional, los grupos económicos concentrados locales y las multinacionales? Ejercer la hegemonía, en un sentido gramsciano implica la existencia de un relativo consentimiento por parte del resto de las clases y/o fracciones de clase, en donde el interés de la fracción hegemónica debe ser percibido como el interés general.
La estrategia discursiva y mediática mantenida en el proceso eleccionario le sirvió a la derecha mostrarse como esa fracción hegemónica, ya que el discurso del período electoral, siguiendo las directivas del asesor de campaña, se mantuvo en un nivel de abstracción y de generalidad muy elevado, tales como buscar la felicidad y la alegría de las personas (recurso de la globología mediante), el profesionalismo, una oposición a la corrupción (en forma discursiva, no práctica) y la supuesta búsqueda incesante de la mejora en el nivel de vida y reducción de la pobreza. Estas son consignas que en si no dicen mucho si no van acompañadas de formas concretas que indiquen cómo se buscará cumplir dichos objetivos.
Pero ¿qué pasará cuando esas premisas generales mantenidas en la campaña se vayan llenando de contenido y se plasmen en un hacer concreto por la derecha?
Economía política del neoliberalismo
Sobre este aspecto, nunca está de más recordar que el neoliberalismo, corriente principal a la que adscriben los principales referentes de la alianza Cambiemos, surgió como expresión del capital en general bajo la órbita hegemónica de la fracción del capital financiero para dar respuesta a la crisis por la que atravesó la economía de posguerra, que estaba basada en una alianza policlasista entre el capital industrial y los trabajadores. En Argentina, los lineamientos neoliberales han sido aplicados durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983) y también durante la Convertibilidad (1991-2002), con lo cual una muy simple revisión histórica parece sugerir que no es de esperarse un futuro muy promisorio en términos de condiciones de vida, pobreza y desigualdad para una parte importante de la población. A términos generales, puede decirse que las políticas económicas del neoliberalismo estuvieron fuertemente direccionadas a la búsqueda de los siguientes objetivos:
- Liberalizar los mercados (movimientos de capitales y el comercio).
- Reducir la inflación (uno de los principales pilares de las fracciones del capital financiero).
- Disciplinar a la clase obrera para reestablecer la rentabilidad del capital. El empleo pasa a ser una variable de ajuste para la estabilización de los precios.
- Eliminar la participación del Estado y principalmente sus déficits.
- Generar espacios de inversión del capital mediante la privatización de empresas estatales, bajo el discurso de que lo público es ineficiente y lo privado eficiente.
Sobre esta base, si bien al momento de escribir esta nota es prematuro hablar de las políticas concretas que llevará adelante, parece más que evidente que por las recientes declaraciones vertidas es casi inminente algunas medidas que tendrán un impacto directo en el nivel de vida de los trabajadores, sobre todo sobre en los sectores más vulnerables: devaluación de la moneda, reducción de los subsidios a los servicios públicos, eliminación de los aranceles a las exportaciones del trigo y maíz y paulatina reducción del arancel de la soja, entre algunas otras medidas.
El impacto directo de dichas políticas económicas, tal como consta en el decálogo neoliberal recién expuesto, apunta a mejorar la rentabilidad de ciertas fracciones del capital (en forma directa e indirectamente) a expensas, claro está, de reducción del nivel de vida de los trabajadores, mayor desigualdad e incremento en la pobreza. Cabe recordar que para que una devaluación de la moneda sea efectiva en el sentido de los intereses del capital, se necesita que se produzca una caída del salario real, es decir, que el trabajador pueda comprar con su salario una menor cantidad de bienes (alimentos, vivienda, vestimenta, esparcimiento, etc.), con todo lo que ello implica en términos de nivel de vida. La eliminación de los aranceles a las exportaciones implica una reducción de las fuentes de financiamiento del Estado, por tal, ello implicará menos recursos para políticas sociales e inversión púbica y/o mayores necesidades de endeudamiento público. Los efectos de la futura devaluación ya se hicieron notar conforme ésta fue preanunciada con posterioridad al 22 de noviembre. La harina se incrementó más de un 40%, la carne se hizo casi inaccesible y la remarcación de los precios para casi la totalidad de los bienes fue evidente. Los retiros de los subsidios a los servicios públicos y el retiro de los aranceles a las exportaciones de trigo y maíz anunciados tendrán un efecto similar en el bolsillo de los trabajadores. Por tal, a priori puede verse que las políticas a seguir apuntan directamente a mejorar la rentabilidad del capital en general, pero lisa y llanamente a expensas de los trabajadores y los sectores de bajos recursos.
Hegemonía política y neoliberalismo
Ahora bien, en la Argentina de hoy, ¿la derecha neoliberal podrá mantener la hegemonía política en el sentido antes expuesto? Es evidente que el nuevo gobierno transitará por la delgada línea que va entre las políticas que solicitan las fracciones del capital hegemónico, procurando en la medida de lo posible que no se rompa el sostén político de los sectores de la sociedad civil que le permitieron llegar al poder a estas fracciones del capital, pero que en definitiva son sectores subalternos, tales como una parte de la clase media y también alguna parte de los sectores populares. Un claro ejemplo de esta tensión que se vislumbra como moneda común en los próximos tiempos, es que el propio Mauricio Macri, luego de haber dicho que el aguinaldo de diciembre del 2015 no quedaría exento del impuesto a las ganancias, al día siguiente tuvo que dar marcha atrás para no romper la alianza que mantiene con ciertos sectores representantes de los trabajadores, tales como el que tiene con Hugo Moyano, entre algunos otros.
Por tal, es evidente que el escenario próximo estará plagado de tensiones y reacciones, en donde las políticas económicas apuntarán lisa y llanamente a defender ciertos intereses que no son justamente los de los trabajadores, sino los del capital concentrado, en donde la liberalización de la economía y el retroceso del Estado no hace más que magnificar el poder que poseen los grandes y su carácter predatorio. La nota esperanzadora es que la economía no es una ciencia exacta, es una ciencia social en donde los resultados últimos de las políticas económicas aplicadas pueden tener efectos muy disímiles según la sociedad y el contexto histórico en el que se apliquen. Las dinámicas sociales generadas a partir de las tensiones y los conflictos que se produzcan entre los grupos y clases sociales serán, en última instancia, las que permitan o no la validación de las políticas neoliberales. El reto no es menor para los sectores que se vean afectados por las políticas económicas. El nivel de vida de los trabajadores en general dependerá de la organización y articulación de los mismos para defenderse de la embestida neoliberal y el avasallamiento mediático de los medios concentrados. Se trata en última instancia de que los trabajadores no permitamos que mañana se repita la economía del pasado.
Por Mariano Lanza . Equipo de Comunicacion Popular Colectivo Al Margen