Por los besos de buenas noches.
Por las ganas de revisar carteras.
Por las escondidas en sus placares.
Por la comida siempre “más rica del mundo”
Por la posibilidad de ser “el más mejor”.
Por las velitas y los tres deseos.
Por la foto del primer día de clases.
Por la confidencia del primer amor.
Por la complicidad del cigarrillo robado.
Por la certeza de tener siempre la razón.
Por las anécdotas de cuando mamá y papá eran “los chiquitos”.
Por las sobremesas más largas del mundo.
Por la colección de objetos incoleccionables.
Porque las plazas están hechas para que los abuelos vayan con sus nietos…
Bienvenida a todo esto que hace treinta y ocho años te está llamando.
Bienvenida…bien..venida…