La ciudad festejó un nuevo cumpleaños. ANB analiza junto a referentes sociales la situación de la niñez y la adolescencia en los sectores más castigados. ¿Cómo tratamos a nuestros chicos?, ¿qué medidas deben tomarse para enfrentar el problema?, ¿qué se hace y qué no en materia de políticas públicas? y ¿hay posibilidades de que la realidad cambie en un corto plazo?, son algunas de las preguntas que los entrevistados abordan.
Bariloche celebró este domingo su aniversario número 113. Más de un centenar de años de vida que conforman una rica historia, repleta de logros alcanzados, pero también de conquistas no obtenidas y metas sin cumplir que derivan, entre otras cosas, en una ciudad fragmentada, con jóvenes de los sectores más vulnerados completamente a la deriva, sin contención ni resguardo.
En el último tiempo, las muertes de niños y adolescentes se multiplicaron. Ajustes de cuenta, disputas territoriales, peleas intra familiares y consumo en exceso de alcohol y estupefacientes, son algunos de los motivos que desencadenan los hechos de violencia que se registran periódicamente en la ciudad. ¿Los protagonistas? Chicos estigmatizados, con una nube negra delante de los ojos que les impide divisar un horizonte claro y alentador.
“Los jóvenes son el producto de la sociedad en la que están inmersos”, suele decirse. Partiendo de este concepto, ANB dialogó con Alejandro Palmas, vicepresidente del Consejo Municipal de Protección de Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes e integrante del Colectivo Al Margen, con Fernando Fernández Herrero, director de la Casa Educativa Terapéutica (CET) de la Sedronar que funciona en Bariloche, y con Luis Fernández, referente del Grupo Encuentro.
Todos coincidieron en que las deudas pendientes son varias y en que hay mucho por hacer para comenzar, de a poco, a quitar ese nubarrón oscuro de la vista de estos chicos que hoy caminan por las calles con un futuro incierto.
ANB: ¿Cómo trata la sociedad barilochense a los chicos de los barrios más vulnerados?
Fernando Fernández Herrero: Los construye como el enemigo. Bariloche es una ciudad para la clase media y alta y otra totalmente diferente para la baja. A nivel territorial, hay una marcada diferencia. Está el circuito turístico que enamora a los visitantes y las barriadas en las que hay una precariedad muy grande.
Son dos mundos distintos en un mismo lugar y en los pibes de los barrios populares esta situación pega doble. Se crían en esta realidad. Una realidad que provoca que no entren dentro del sistema. Queda feo que un pibe con gorrita y cuellito esté caminando por la Costanera, dentro del paseo turístico que es el principal sostén de la ciudad.
Se genera una vulneración que se suma a otra vulneración, relacionada a la falta de los servicios básicos en las casas y a la no contención en sus hogares. Nacen en un contexto terrible que los convierte en los enemigos de la sociedad. Eso genera prácticas lógicas vinculadas con la supervivencia.
La mayoría de estos chicos son la consecuencia de la década neoliberal de los ’90. En las casas no está el papá. Es un esquema que se repite. Falta el padre y esto es muy grave, teniendo en cuenta lo que significa la figura paterna para un chico. Es un modelo y alguien que establece normas. En este marco, la madre hace lo que puede. Mientras tanto, la sociedad pide más cámaras y mayor vigilancia.
Luis Fernández: En Bariloche, y en cualquier otra parte del mundo, la niñez tiene una historia ligada a la sociedad que la produce. En este sentido, hay que pensar si la prioriza o no la prioriza y si permite vivir la infancia o no. Acá está claro que en determinados ambientes hay infancias más afortunadas que otras. Se fue construyendo la niñez y adolescencia de una forma equivocada. El adolescente es sinónimo de peligro y si es de una zona puntual, es más peligroso aún.
Alejandro Palmas: No hay el mismo tratamiento en la sociedad y en los medios de comunicación cuando pasa un hecho de violencia en los sectores incluidos que cuando ocurre en los excluidos. La comunidad los mira diferente. Cuando la víctima es un pibe de clase media o alta el caso toma importancia pero si es de clase baja queda invisibilizado. Esto claramente está vinculado con la marginalización. Las miradas deben ser para todos las mismas y los derechos también, pero acá no es así. Existe una cuestión muy clasista.
La sociedad y el sistema generan la exclusión de un sector. La conformación geográfica de esta localidad provoca que sea más notoria la diferencia entre la zona de la riqueza y la de la pobreza. Un pibe del Alto camina unas pocas cuadras y llega al centro de la ciudad o a un barrio lindo, con gente de dinero. Eso es muy violento, porque el contraste es abismal.
ANB: ¿De qué manera hay que abordar la realidad de estos chicos para impulsar cambios favorables?
F.F.H.: Tiene que haber mayor presupuesto estatal para lograr mejoras en los sectores más vulnerados. Se invierte muy poco en los barrios. Los pibes no tienen un lugar y esto va generando situaciones violentas. Otro punto del que hay que hablar es el desempeño del Poder Judicial que es un desastre.
L.F.: Hay que despertar la ternura de los niños y adolescentes, la cual hoy está opacada en muchos. Los chicos son nuestros y por lo tanto hay que cuidarlos. Hoy se notan las ausencias en distintos niveles. Los pibes pasan mucho tiempo solos y por diferentes motivos quedan relegados. Las políticas estatales deben tener mayor presencia. También hay que fortalecer los vínculos familiares.
A.P.: La mirada de la inseguridad está relacionada generalmente con los delitos, pero hay otra inseguridad que debe ser erradicada, y tiene que ver con la falta de gas en las casas, y las deficiencias en los hospitales y en la educación. A nivel local es necesario realizar un plan estratégico que rompa la fragmentación existente. Hay que hacer un verdadero diagnóstico de fondo de la situación y luego trabajar según los resultados. Hay que abrir el juego, para que no sea el turismo la única matriz económica.
ANB: ¿Están bien direccionadas las políticas estatales en materia de niñez y adolescencia?
F.F.H.: Hay políticas del gobierno nacional que son sumamente positivas y que apuntan a un objetivo concreto, como, por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo. Hay un cambio importante de base. Hubo una generación de empleo grande en los últimos años. Hay mayor seguridad social y la educación abarca a un porcentaje más alto de la sociedad. Sin embargo, esto no es automático. Los pibes de los que hablamos hoy nacieron en la década neoliberal del 90. Los efectos positivos se van a ver con claridad en unos diez años.
L.F.: Algunas sí y otras no. En Bariloche faltan espacios recreativos para que los chicos tengan donde jugar. En los planes de viviendas no se contempla la posibilidad de este tipo de lugares. Hacia acá tendrían que mirar las políticas del Estado.
A.P.: Hay una política paliativa que en muchos casos tiende al asistencialismo y esto no ayuda. Son parches que a veces contienen, pero no hay una dirección de esas políticas públicas que son fragmentadas y no tienen una conducción. En Bariloche no hay un diagnósticos ni estadísticas precisas que colaboren a abordar el problema de raíz. Las políticas en esta ciudad son espasmódicas y fragmentarias. Llegan tarde, después de un hecho trágico. No se vinculan. En esa marea están las organizaciones sociales tratando de subsanar lo que se puede.
De todas maneras hay acciones positivas sobre todo a nivel nacional, como la Asignación Universal por Hijo y el plan Progresar. En el plano local, el estacionamiento medido y solidario es un golazo de mitad de cancha. Bajo esta modalidad trabajan más de cien pibes que se encargan de cobrar por el servicio. Para casi un 90 por ciento de ellos significó el primer trabajo.
ANB: ¿Es posible pensar en que la situación mejore en un corto o mediano plazo?
F.F.H.: Sí, claro que sí. Hay que empezar por tomar conciencia de la problemática y mostrar las situaciones de injusticia. Hay dispositivos del Estado y organizaciones que trabajan muy bien para generar cambios. Algunos indicios de mejoras hay, pero falta mucho aún.
L.F.: Sí, es difícil pero se puede. El Estado tiene la responsabilidad de lo que ocurre en una medida muy grande y es uno de los que debe cambiar. Se trata de toda una historia de ausencias. Bariloche es una comunidad relativamente chica. Podemos mejorar.
A.P.: La situación puede cambiar, pero es clave romper la fragmentación. (ANB)