Consumo problemático de sustancias, circuitos alternativos para conseguir celulares de última generación y robos en organizaciones que trabajan en la promoción de derechos de jóvenes y adolescentes parecen a primera vista hechos inconexos entre sí. Sin embargo, existe un hilo conductor, una economía manejada por y para adultos que perjudica al sector de adolescentes más vulnerables de la ciudad. Acerca de estas situaciones que ponen en riesgo a nuestros pibes conversamos con Luis Fernández y Edith Espinosa de la Organización Grupo Encuentro.
El pibe entra como siempre. Campera oscura, zapatillas espaciales, capucha tapándole la cabeza y visera para adelante. Los ojos un poco perdidos y las manos en los bolsillos. Ni bien llega saca un celular último modelo, blanco, brillante cual diamante y el resto de la barriada lo rodea, mientras meten y sacan chips del aparato y observan sus atributos. La oferta de venta hace dudar a todos, incluso a los adultos que pueden observar la escena. El valor es entre cinco y diez veces menos que lo que costaría el aparato en caso de que reposara en una vidriera de calle Onelli.
Si alguno de los pibes anda con la moneda suficiente y su chip fuera compatible, se hará dueño de uno de los objetos de deseo más preciado por los jóvenes y adolescentes de estos tiempos en los que pertenecer o no a la sociedad de consumo se dirime en el celular o en la marca de tus zapatillas. No importa mucho cómo lo consigas, lo importante es pertenecer, como manda la propaganda.
El pibe que trajo el celular apretará fuerte los dos o tres billetes que componen la venta del aparato y posiblemente se perderá entre pasillos y calles de tierra para convertir el valor de su venta en otro elemento de consumo para pasar el rato y divertirse.
¿Dónde empiezan a desentrañarse estas redes que por lo bajo usan a los adolescentes más vulnerables de la ciudad y por arriba terminan en la complicidad o en la indiferencia?
¿Cómo damos la batalla “cuerpo a cuerpo” con nuestros pibes, cuando las usinas del poder concentrado mandan miles de mensajes que asocian el consumir al pertenecer?
¿Cómo hablamos con nuestros jóvenes acerca de estos circuitos que muchas veces terminan con la salud y la vida?
Para pensar un poco en torno a estas inquietudes y a los distintos tipos de consumo a los que están expuestos nuestros pibes nos acercamos a charlar con Luis y Edith, fundadores y referentes de “Grupo Encuentro”, una organización que desde fines de los años ochenta trabaja en la promoción de derechos de niños y adolescentes en los barrios populares de Bariloche.
Al Margen: Vivimos en una sociedad de consumo. ¿A qué consumos están expuestos los chicos y chicas de hoy?
Edith Espinosa: -En esta década ha cambiado la calidad de los consumos y la oferta que hay para los pibes. Antes, no existía el consumo de ropa que existe ahora. Cualquier pibe del barrio, por más que no coma en tres días anda con un pantalón y zapatillas último modelo. Caso contrario, pareciera no pertenecer a nada. Ni hablar de los celulares y toda la tecnología que se está manejando. Y no están solamente expuestos a estos objetos, sino también al consumo de sustancias.
En la población con la que nosotros trabajamos todo tiene que ver con todo, porque para poder consumir, tenés que tener cómo. Y esta población, está carente de cómo acceder a lo que tiene que consumir sea: ropa, calzado, tecnología, drogas o alcohol. También la oferta está de forma permanente y en todos lados.
Hace un tiempo nos preguntaban por qué ahora no hay tantos chicos en las calles céntricas como ocurría veinte años atrás y en realidad lo que sucedió es que a los pibes les llevan al barrio todo: las cosas robadas, la droga, el alcohol, las pastillas. Allí está la oferta de todo lo que necesitan. Entonces no les resulta necesario bajar al centro. Por eso no vemos una población de niños y de adolescentes en la condición en que estaban hace veinte años. El acceso al consumo y la oferta que hay desde el poder económico para todos es impresionante.
Al Margen: -¿Qué efectos no deseados generan estos consumos para los jóvenes y adolescentes?
Edith: Lo no deseado son los riesgos que corren los pibes por conseguir algunos de estos consumos. Además, los jóvenes alimentan un mercado que es de adultos y una economía que manejan ellos, y que no beneficia en nada a las familias con la que trabajamos. Por otro lado, dicha economía los pone en contacto con cuestiones delictivas, porque para acceder a determinados consumos se los obliga a otras alternativas, vinculadas en muchos casos con el delito. En definitiva, los efectos no deseados se relacionan con el hecho concreto de entrar a muy corta edad a un ámbito que les perjudica la vida.
Al Margen: -Con bastante frecuencia nos enteramos que entran a robar a instituciones y organizaciones que están en los barrios y trabajan para mejorar la calidad de vida de la gente. ¿Cómo se explica este fenómeno?
Edith:- Hace años que venimos preguntándonos eso. Los pibes están en una edad que se caracteriza por la rebeldía. Esto te atraviesa al adolescente, seas pobre o seas lo que seas. Tanto en la etapa de la preadolescencia como en la de adolescencia misma necesitamos confrontar con alguien. A veces ese alguien son las cosas que mas querés, tú papa, tú mama, la gente que tenés cerca. Y si no podés, creo para buscar también una forma de comunicación, los pibes van contra las organizaciones como “Casa de Salud”, “Angelleli”, acá en “Grupo Encuentro” en fin, las organizaciones que hemos visto que han sido víctima de estas confrontaciones.
Cuando entraron por ejemplo al Angelelli (Colegio primario de adultos en el B° 2 de Abril), se descubrió que habían sido pibes de la escuela. Destruyeron fotos que eran de ellos, es decir que destruyeron sus propios logros
Al Margen: -¿Ven algún tipo de nexo entre los robos y el abuso de drogas en los pibes?
Edith:- Sí, porque estamos atravesando un momento en que el tema del alcohol y las drogas está puesto a disposición de todo el mundo en todos los barrios, escuelas, clubes, en todos lados.
También, el hecho de actuar bajo el efecto de algún tipo de consumo hace que sean capaces de hacer cualquier cosa y no sé, si se fijan mucho qué y dónde.
Cuando hemos conocido quiénes son los que entran a robar, descubrimos que tienen mucho que ver con este lugar y con la conexión afectiva. Al reconstruir los vínculos, se pasa a otra instancia de comunicación que es mucho más positiva y desde ya, esperanzadora.
Al Margen: -¿Cómo se te ocurre que hay que trabajar estas problemáticas con los chicos para promover cambios?
Luis Fernández: -Me acuerdo de alguna secuencia, donde pusimos esto de la “responsabilidad”, en la medida en que sabemos quién se mandó alguna de estas “macanas”, la posibilidad de cómo reparar. No solamente la cuestión punible, sino puesto en una cuestión de reparar de alguna forma. Cuando uno repara se hace conciente que se mandó un “moco”. Ahí es donde tenés la posibilidad de reparar. En la medida en que eso no es consciente y no llegamos a ese punto vital, la historia sigue, y sigue con cuestiones mayores. Tiene que haber un límite, pero por el otro la posibilidad de reparar. Hacer consciente tu nececidad y darte cuenta que te equivocaste desde la conciencia individual. Si eso no está, sigue todo igual.
Edith: – Una cosa es pensar una estrategia para curar esta situación a nivel macro. Otra, si lo pensás en grupos pequeños y podés focalizar. Se puede armar una estrategia para que se trabaje la temática de la responsabilidad. Y no solamente la responsabilidad de los chicos que cometen delitos o están con la cuestión de los consumos, sino la de los adultos responsables de esos niños o esos jóvenes. En la medida en que nosotros como adultos seamos conscientes de que están así por una irresponsabilidad nuestra, vamos a poder también trabajar otras aristas del asunto, porque sino los pibes solos es muy difícil. Y en general estas cuestiones a las que venimos refiriéndonos suceden cuando la historia que hay detrás del pibe es una historia de carencia, de soledad y a veces ni siquiera carencias económicas. A veces el consumo tiene que ver con otros vacíos. Los padres estamos todo el día fuera de la casa, los pibes están mucho tiempo solos. Es necesario que cada uno de nosotros como adultos asumamos que la responsabilidad es nuestra; sólo así podremos encarar algunas cuestiones más cercanas a una discusión política respecto a esto. Porque convengamos que todo lo que tiene que ver con el narcotráfico, con la venta al menudeo está manejado por alguien que no son ni los niños ni los jóvenes de nuestro barrio. Recién entonces vamos a asumir la responsabilidad de hablar de este tema a nivel de decisiones políticas, cuando responsabilicemos a los que tienen que ser responsables. De algún lado tiene que caer.
También dentro de lo no deseado que decíamos antes, está la muerte de los pibes, el encierro, donde no hay ninguna propuesta propositiva para sus vidas mas allá de estar castigados por algún delito y en eso tenemos que ver mucho los adultos.
Tenemos una punta que trabajar desde los espacios donde cada uno participa, de manera de poner este tema a discusión de la comunidad. Esto nos está pasando a todos.
Al Margen: Por último, ¿qué cambios sueñan para que los pibes estén menos expuestos a estos atajos que les ofrece el sistema?
Edith:– Uno a veces añora los tiempos de antes cuando vos llegabas a tu casa y estaba tu mamá, esperándote con la comida. El sueño es un cambio sustancial que les permita a todos nuestros pibes tener adultos responsables, que puedan controlar, que puedan abrazar todos los días y que los chicos sientan que nosotros como “grandes” los estamos acompañando y los cuidamos y estamos trabajando para que estén cada vez mejor.
A veces siento que esta vida tan acelerada que llevamos todos no nos permite ver las cosas simples, de los cotidiano de nuestros propios hijos y mucho menos de los que cada uno de nosotros no parió. Añoro que exista nuevamente una familia con adultos responsables.
Luis:– Muchas veces vemos que un chico vive una etapa de niño que es un ratito, un instante. Hay que vivir la niñez, los brazos de tu vieja, de tu viejo, de la familia que te cría. Vivir esa etapa es tiempo, son años con determinadas seguridades. Vos estás seguro, no tenés dudas porque todos los días vas a morfar, todos los días vas a estar en un lugar abrigadito. Vivís tu niñez con todas esas cuestiones garantizadas; en la adolescencia, no tenés que hacerte “un hombre”. Sos un adolescente, no tenés todo claro. Vas probando, vas viendo…pero no dejás de tener nueve años para asumir las responsabilidades de un muchacho de veinte. Hay que ir viviendo las etapas con todo el tiempo que eso lleva y con las seguridades necesarias. Ése es un poco el sueño.
Y que sea así, comunitariamente, que haya espacios pensados para chicos en los barrios, en las escuelas en los complejos de edificios. Yo sueño con eso. Con eso tan básico y elemental sería muy distinta la niñez de muchos chicos que conocemos, que dejan de ser chicos y ya son tipos adultos, que tienen que rebuscarse el mango y su condición de niño y adolescente fue un instante porque hay poco proyecto. Los proyectos de vida hay que construirlos, armarlos, quererlos, Si te equivocaste, tenés que contar con posibilidades de volver para atrás, pero siempre con un sostén que te lo permita, con un montón de brazos que te sostengan. La realidad nos dice que cuando nuestros pibes se caen, se hacen mierda.
Por Alejandro Palmas.
Campaña de sensibilización “Son Nuestros”