Mientras los valores en las góndolas se disparan, el cierre del Mercado Municipal demuestra la falta de interés en políticas que resuelvan la necesidad de fortalecer el rol central de los pequeños productores y su vínculo con los nodos de consumidores.
Mientras tanto, el trabajo concreto de cooperativas y organizaciones de la agricultura familiar siguen demostrando que sí es posible acercar a la comunidad alimentos saludables y a precios justos.
El cierre del Mercado Municipal para la venta de mercadería al público fue el corolario de un largo desgaste que terminó con la estocada de un espacio que nunca terminó de nacer, y que a lo largo del tiempo se transformó más en un anuncio de posibilidades que en una realidad beneficiosa para la vida cotidiana de la comunidad, sin cumplir, en definitiva, con el propósito para el que se supone que nacía.
Para la sociedad en general, fue difícil defender algo que no sentía como propio. Y es que, más allá de lo retórico, el mercado no logró acercar al público productos de calidad a precios razonables, ni ser ese espacio donde productores y consumidores tuvieran una relación más cercana, con una diversidad mayor de ofertas que sirviera de ambos lados del mostrador. En general, comprar en el mercado y comprar en cualquier supermercado no terminó de constituir una gran diferencia y la posibilidad de convertirse en un centro de venta y acopio, que luego distribuyera en nodos en los distintos barrios de la ciudad tampoco se concretó nunca.
Finalmente, tras un largo estertor, las puertas de este espacio se cerraron. Sin embargo, todavía hay una luz encendida: la que sostienen, como históricamente lo hacen, las organizaciones, que vienen caminado un trabajo real y concreto en torno a la distribución de alimentos saludables y a precios justos para la comunidad.
La Red
En este sentido, Red de Alimentos Cooperativos Patagónicos logró acordar para utilizar de manera programada en situaciones puntuales parte de las instalaciones del Mercado, utilizando las cámaras y los espacios para descargar y repartir.
“Cómo va a seguir el Mercado no sabemos, por ahora programamos actividad por actividad y la acordamos con la gente que está en el mercado. Hubiéramos querido que se abra todo, esas instalaciones hermosas, pero no depende de nosotros, aunque seguimos dando la pelea desde las organizaciones”, dice Carlos Irasola, integrante de la Red de Alimentos.
–Da la sensación de que se lo fue dejando morir…
-Sin duda hubo una actitud de dejar que eso se vaya desgastando, la venta al público era muy poca, nadie sale a defender lo que no está ocurriendo. No coincido con la mirada de que el problema sea la ubicación. Lo que pasa es que debiera ser un lugar central, con 20, 30 o 50 nodos barriales. Así estaba previsto el mercado en su momento, de manera que la gente acceda a los productos. Pero eso que en algún momento se insinuó no funcionó y tampoco cumplía la función de vincularse con productores genuinos.
Esto que señala Irasola, es un esfuerzo que sí vienen realizando las organizaciones, estrechando vínculos con los productores de las distintas zonas de la región patagónica, trayendo productos, arreglándose con la logística, fomentando los nodos de consumidores, capacitando, yendo al territorio, reuniendo a las organizaciones de consumidores con las de productores para que se conozcan, expresen sus dificultades, y toda una tarea real y concreta de largo alcance que, a fuerza de caminar, va trazando una dirección clara.
“Eso el mercado nunca logró hacerlo. Le terminan comprando a intermediarios y al final es más de lo mismo, con lo cual, para qué la gente va a ir a un lugar que es lo mismo que el supermercado”. También menciona los objetivos sociales que tiene toda esta articulación, en contraposición con la idea de que el mercado cerró porque iba a pérdida. “Primero no se si eso tiene que dar ganancias, porque es una política pública y no debiera pensarse desde esa lógica. Pero después termina siendo deficitario porque se lo trabaja mal”.
Facilitar herramientas
Con Mercado o sin Mercado, lo cierto es que el trabajo sigue adelante por las arterias que siempre lo hizo. Sin embargo, discutir y avanzar con políticas que faciliten y mejoren esta articulación sigue siendo necesario. “Hay un sector de la población bastante numeroso que está cansado de que cuatro firmas le manejen lo que comen, que está cansado de comer mal y tóxico y que quiere buscar otros caminos. En esa necesidad de mucha gente se asienta la Red y su crecimiento”, continúa el dirigente.
Actualmente son unas 29 organizaciones de consumidores y productores las que integran este espacio en la región Patagonia norte, números que tienen perspectivas de un constante crecimiento. Incluso, recientemente se armó un nuevo nodo en Maquinchao, y se están armando otros en Jacobacci y Comallo. “Hay grupos nuevos, gente que se interesa cada vez más en estas operatorias. En Pichileufu los chacareros nunca habían hecho este tipo de experiencias, y ya es la tercera vez que la llevamos adelante, con lo cual va tomando continuidad”, dice Irasola y cuenta que ahora empieza la temporada de piñones en Ruca Choroy, donde estuvieron con compañeros y compañeras de la comunidad. El año pasado se vendieron unos mil kilos de piñones, algo que reactiva la economía, a través de la red nacional -integrada por unas 150 cooperativas- con lo cual los productos llegan a distintos puntos del país.
Asimismo, en Jacobacci comenzaron a hacer talleres de elaboración con los productos agroecológicos, lo cual ya genera nuevos sectores de trabajo. También surgió la propuesta de hacer talleres para aprender a realizar salsas de tomate con los tomates que llegaron. Se va armando así el círculo virtuoso que permite acercar a la comunidad alimentos a costos razonables, algo que no se da en las góndolas. De hecho, hace pocos días nos anoticiábamos que la canasta de verduras y hortalizas se disparó en promedio un 70% en la región y solo el tomate, por poner un ejemplo, mostró por kilo subas del 401%.
-Siempre se menciona esta contradicción de los costos altísimos de frutas y hortalizas en una región donde la producción de algunas de ellas es relativamente cercana.
-Nosotros hemos traído peras y manzanas a 70 pesos, cuando no bajan de 200 pesos en el supermercado. Pero además, hablamos de producción agroecológica. Por eso, esta experiencia está mostrando en al práctica concreta que es mentira que lo orgánico es más caro. Ayer vendimos tomates perita agroecológicos a 100 pesos el kilo, por ejemplo, y es un precio que a los productores les cierra. Porque el mercado es cambiante, y cuando hay abundancia el precio baja, pero eso no se traduce en las góndolas. Le pagan menos al productor, pero lo siguen vendiendo caro.
Transición agroecológica
En este camino, más allá de los costos, precios y beneficios, hay una cuestión del andar que sostiene la red con principios que trascienden cualquier transacción. Los lazos de confianza, la gestión de los recursos, la organización del trabajo son puntos clave. “La gente sube muchos productos arriba de un camión que consiguieron para que llegue a las organizaciones, ahí se cobra y les pagamos. Y la verdad es que funciona. Si aparece algún problema siempre se responde, nunca falló y son millones de pesos que se mueven alrededor de los alimentos. Eso es extraordinario, porque muestra que además de la cuestión comercial los vínculos humanos adquieren una dimensión mucho más grande”.
Entre tanto, el andar se perfila en la propuesta de un camino hacia la transición agroecológica. “Queremos caminar hacia ahí y desarrollar ese camino desde lo técnico, lo académico, lo organizativo productivo, para ir hacia ese lugar y poner en discusión los sistemas. La agroecología necesita tener la propia generación de semillas, ver el tema del control de plagas. No se hace de un día para el otro, hay que trabajarlo”.
Así, lo que en algunas ocasiones no dejan de ser meros anuncios mediáticos de lo que vendrá, en este caso, se asienta en pasos bien concretos y cotidianos que ya registra un hacer con resultados a la vista.
Paso a paso se va afianzando también la cuestión organizativa, cruzada por el difícil contexto a nivel nacional y mundial que influye y repercute. “Tenemos que construir pensando que esta construcción es política, es decir, apunta a modificar con el aporte, a juntar organizaciones populares para una sociedad mejor. Y en ese camino hay debates, somo parte de esa construcción, estamos pensándonos, creciendo en ese espacio”.
Por Violeta Moraga
Fotos: Vero Moyano
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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