El colectivo evangélico viene ganando adeptos de una forma que se ve amenazante para ciertos sectores de la política y de la clase media. La semana pasada una serie en Netflix volvió a exponer el debate sobre el rol de este colectivo en los sectores populares desde un lugar simplista y estigmatizante apelando al miedo que genera lo desconocido. Aparece la sospecha de estar construido más para hacer prensa que para presentar un debate serio. Con el fin de profundizar entre tanto barro desde Al Margen entrevistamos a la Dra. Inés Barelli, cientista social que desde el CONICET investiga los cultos religiosos en la región patagónica.
El movimiento evangélico sigue creciendo en los sectores populares y eso genera preocupación, porque empiezan a ocupar lugares en los debates de la política. Lo cierto es que estas iglesias ocupan lugares que el Estado, la Iglesia Católica y la Familia abandonan, son el refugio para muchas personas con problemas de trabajo, de adicciones, problemas con la ley, de proyectos de vida. Desde la clase media, desde los sectores de gobierno e incluso desde sectores del progresismo se los vé como una amenaza, como una máquina de manipulación para acceder y mantener el poder. Traducen directamente la experiencia de Bolsonaro en Brasil al caso argentino, sin tener en cuenta las diferencias y particularidades de la iglesia evangélica local.
La Dra. Inés Barelli, investigadora del CONICET en Bariloche, trabaja los procesos socio-religiosos, creencias y movilidades en Rio Negro. A ella le preguntamos:
– ¿Qué te pareció lo que generó la serie “El Reino” al respecto de la Iglesia Evangélica?
-Me pareció que en un punto estigmatiza a la comunidad evangélica y hay que tener en cuenta que siempre fueron una comunidad que estuvo en minoría y ahora ya no tanto y generan otro tipo de condiciones. Hubiese estado bueno que, desde la producción de la serie, por lo menos pudieran vincularse con gente que trabaja estos temas para no errarle tanto. Hay algunos puntos que ellos toman, del acompañamiento casi ciego de los fieles hacia los pastores que me parece un poco brusco. Entiendo que es una ficción, uno no tiene que dejar de pensar en ello, pero también lo que sale en los medios son cosas que generan o construyen realidad, y uno no tiene que ser ingenuo al respecto. Me parece interesante que la serie haya puesto el tema en discusión, y también vea las contradicciones que se generan como en un campo de disputa, pero hay que tener cuidado por que los evangélicos son un colectivo que se está estigmatizando.
Históricamente ha sido un colectivo estigmatizado y negado en el espacio social. Seguir con esos pensamientos que estigmatizan a las minorías no está bueno, más allá de que haya en el mundo evangélico un discurso más conservador. En la serie muestran lo de los pañuelos celestes, los vinculan con la negación al aborto, y presentan su variante más conservadora pero que también es parte del mundo católico.
– ¿Son malos los evangélicos?
-Hay una simplificación que lleva la serie que invita a pensar esa vinculación de los negocios, la política, los crímenes y que todo eso está metido en el mundo evangélico. Hay varios cientistas que se dedican a estudiar esta religión que han salido a tratar de aclarar los temas con varias notas. Hay una de Pablo Semán que es interesante, cuando dice que, ni es una fantasía extraordinaria de la imaginación lo que aparece en la serie, y lleva a la denuncia de los colectivos evangélicos, ni tampoco lo son tan tremendos los ataques a los que hacen la serie, como para que se sientan ofendidos. Es cierto que no es un documental, pero tampoco como para defenderse como artistas, como si fuera ingenuo lo que hacen. En ese punto hay que tener en cuenta, que lo ficcional, por más que sea ficcional, también construye realidad. Creo que este tipo de caracterizaciones del mundo evangélico, responden a enunciaciones históricas que en algún punto resultan agresivas y dolorosas para cada uno de los bandos en pugna.
El mundo evangélico, en la Argentina, ha sufrido históricamente discriminaciones y violencias. Las iglesias evangélicas ahora han tenido un crecimiento significativo y están en el foco de atención por parte de los medios y de los sectores políticos, pero antes era muy difícil en algunos barrios abrir las puertas de un templo evangélico.
Hoy por hoy hay otro tipo de reconocimiento porque están disputando otros espacios, no hay que descuidarlo. Están entrando en el espacio de disputa donde antes hegemónicamente estaba el mundo católico. En ese sentido creo que también aparecen otras miradas del mundo progresista hacia ciertas banderas conservadoras de la mayoría del mundo evangélico que no significa que sean todas, pero que sí entran todas en la misma bolsa.
– ¿Por qué crees que hay una estigmatización en particular de los evangélicos?
-La estigmatización viene por varias cuestiones. Primero porque es un colectivo que viene creciendo exponencialmente. Hay varias encuestas del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales del CONICET, que están mostrando esto y en contraposición al mundo católico en descenso. Así el mundo evangélico empieza a ser un sujeto político.
Creo que también empezaron a echarle más ojo a partir del caso brasilero. Se hace una serie de vinculaciones de forma errónea entre el evangelismo brasilero y el evangelismo argentino. Varios cientistas sociales han planteado que hay una simplificación con el mundo político y a nivel de encuesta han mostrado que los seguidores no votan en función de lo que dicen sus pastores. Así no tiene la misma dinámica el mundo de Bolsonaro con el evangelismo argentino.
– ¿Qué roles ocupan los movimientos evangélicos para tener éxito entre sus feligreses?
-Creo que el mundo evangélico ha sabido leer las complejidades y los problemas que padece la sociedad y en ese punto ha sabido ofrecerse de otra manera a los sectores populares. Así aparece en espacios como el sistema carcelario, colaborando y ayudando de forma muy clave; en los espacios juveniles, con el mundo de la droga, asistiendo a los jóvenes. Ha sabido también leer ciertas necesidades juveniles en función de la música, en función de abrirles espacios que tengan cobertura sobre las problemáticas de una juventud vulnerabilizada. Asistiendo también a familias desmembradas. Hay una fuerte presencia en los barrios de las iglesias evangélicas, de ayuda comprometida con las familias, y creo que le han disputado a la iglesia católica ese lugar.
– ¿Por qué es necesaria una mirada crítica de los discursos progresistas que condenan a los evangélicos?
-Es importante tener en cuenta que casi siempre se los señala muy vinculados con no estar a favor de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, de estar vinculados casi siempre con las interpretaciones que se dan del caso brasilero, más ligados a la derecha. Acá se utiliza este espejo con Brasil, y no se tiene en cuenta la diversidad de este mundo religioso, presentando una mirada simplificante y estigmatizadora.
La serie genera esta mirada simplificadora cuando habla de “la base” y muestra una comunidad que no tiene niños, aparecen ritos repetitivos, como forma de convencimiento, como si el evangelismo fuera solamente eso. Tambien muestran un voto político del mundo evangélico como muy homogéneo, quitándole complejidad, cuando hay varios estudios que muestran una diversidad entre sus seguidores, que en realidad tienen una gran diversidad de posturas ideológicas. Por eso es necesario quitarnos estos lentes de prejuicio para analizar este colectivo.
– ¿Qué información está presentando la academia que te parezca interesante para este debate?
-Hay varios datos interesantes. Mariela Mosqueira, una socióloga que trabaja con evangélicos hizo una encuesta sobre pastores que sirve para deconstruir un poco la mirada que se tiene del pastor rico. En principio lo que ella publica es que el 70% de los pastores tienen instrucciones medias y bajas, que 6 de cada 10 pastores complementan sus funciones labores con actividades por fuera del mundo religioso, que no se sostienen con el circuito religioso, que son comerciantes, electricistas, remiseros. Otro dato importante es que el 28% son empleados y que el 48% de los pastores en Argentina hacen sus actividades religiosas de forma ad honorem. Sólo entre un 25% y 28 % reciben un sueldo por parte de la organización. Creo que eso desmitifica un poco el mundo evangélico como el lugar donde se encuentra el dinero.
Por otra parte, en la Patagonia, lo que vemos es que el crecimiento del mundo evangélico y la disminución del mundo católico son significativos. A nivel país el mundo evangélico paso del 9% de los encuestados en 2008 a un 15% en 2019. En la Patagonia en los mismos años, teníamos un 21,6% y pasó a un 24,3%. En esta región la disminución del mundo católico pasa de un 61,5% en 2008 a un 51,3% en 2019. Lo interesante también para ver en la Patagonia es que aumentó el mundo de los “Sin Religión”, que de un 11% pasó a un 24,4%, lo que también es bastante significativo.
El mundo católico viene bajando de una forma exponencial a nivel país. En 1947 había marcado un 90% de la sociedad y ahora se está en un 60%. Esto muestra los cambios en las formas y en las maneras de creer. A nivel local nos estamos dedicando a hacer una encuesta que todavía está en funcionamiento y en breve tendremos los resultados para esta ciudad y para la región.
– ¿Qué aspectos crees interesante incorporar al debate sobre la religión ahora que está abierto?
-Es importante ver qué despiertan estos debates en un mundo donde se empieza a pensar la inclusión y la diversidad. El cómo se piensa incorporar la diversidad religiosa en el debate social, tiene que estar en agenda. Es un tema central en un país donde la hegemonía del catolicismo ha generado formas discursivas para pensar y vivir las expresiones religiosas que, por momentos, resultan excluyentes. En esa disputa muchas veces se empieza a hablar de creencias, poniendo en cuestión la creencia del otro, poniéndolo en duda, mirándolo desde afuera y desde arriba.
Las palabras de Barelli invitan a la reflexión. Es fundamental que desde el progresismo se salga de la palabra del ilustrado para poder reflexionar al respecto de la inclusión de la diversidad del otro. Especialmente de ese otro que habita las clases populares con todas sus expresiones, incluso la religiosa.
Por Ramiro Sáenz
Fotos: Euge Neme y Ramiro Sáenz
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen