Se cumplen diez años del fusilamiento público de Carlos Fuentealba. El aniversario llega con otra larga huelga docente. Formación, revalorización, compromiso diario y estrategias de lucha renovadas son el desafío de maestras, maestros, y el sindicato.

fuentealba

Una nube de gas sobre la ruta, gritos, agua. Un hombre de campera violeta tirado en el asfalto cubierto de sangre. Un docente muerto. El regreso a Neuquén. La permanencia en Casa de Gobierno. Casi un mes más de paro. La huelga docente de comienzos de 2007 y la represión que terminó con la vida de Carlos Fuentealba marcaron a la sociedad neuquina. Arroyito ya no es más la rotonda, ni el embalse. Cambió todo, se resignificó todo: el lugar, la docencia, la calle, la lucha, el gremio.

“Por las realidades que vemos en las escuelas hay un mayor compromiso con la tarea estrictamente pedagógica, se valoriza más la labor pedagógica y política del docente dentro del aula”, asegura Marcelo Lafón, profesor de Historia, integrante de Aten y autor de –entre otros libros- “La lucha de clases y la posmodernidad”. En 2008 se conformó dentro del gremio la Escuela de Formación “Carlos Fuentealba”, que mantiene el objetivo de capacitar a docentes en distintas temáticas. “Hay mucho interés para formarse tanto en Capital como en el interior”, afirma Lafón y remarca que también es importante el rol del sindicato en esta tarea. “En el último periodo el sindicato está participando activamente de la construcción de la currícula del nivel medio. Algo impensando tiempo atrás, ya que Aten no participó del foro educativo, por ejemplo”, agrega.

El aula

Lafón también sostiene que la enseñanza cobró otro sentido después del 4 de abril. Volver a las aulas implicó no solo la necesidad de formarse sino también de impartir conocimiento desde otro lugar. “Se enseña con un sentido emancipador. Nos encontramos con experiencias aisladas, fragmentadas, sin sistematicidad, pero interesantes de enseñar otras cosas, como movimientos sociales en Latinoamérica, el fenómeno de fábricas recuperadas, la cuestión de género, los pueblos originarios, las comunidades campesinas”, afirma. Estos procesos no son consecuencia exclusiva de la represión de 2007, pero el fusilamiento de Fuentealba marcó un quiebre, puso sobre la mesa la necesidad de profundizar otros caminos. “Hay un intento de una pelea contra hegemónica en el terreno epistemológico, poniendo en debate los contenidos que imponen los poderes económicos y políticos de turno y dando lugar a otros saberes”, destaca el docente.

Angélica Lagunas, secretaria general de Aten Capital, sostiene que “los y las trabajadoras de la educación aprendimos a defender más nuestra dignidad, y nos pusimos más tozudos y tozudas al no permitir que nadie los pisotee”.

La calle

En la semana del décimo aniversario se cumplirá un mes de paro. El gobierno mantiene una oferta salarial insuficiente al 40% que exige Aten. En este contexto, Lafón analiza que, a diferencia de otros años, no se han tomado medidas de acción directa sobre la ruta. “Es una medida suscitó grandes simpatías cuando surgió, pero al reiterarnos tanto en esa metodología, no tiene nada de imprevisto, el propio gobierno prevé un corte cuando empieza la huelga docente, y en la población provoca hastío y cansancio generalizado. De todos modos no creo que el sindicato las tenga que olvidar”, explica.
Nos costó mucho volver a la ruta. Hubo compañeras y compañeros que estuvieron años con tratamiento psicológico. Creo que aun hoy nos cuesta”, indica Lagunas sobre las implicancias actuales y aquel trágico 4 de abril.

“El colectivo docente tomó nota de hasta dónde los poderes políticos de turno pueden llegar en la represión de las luchas sociales. Lo de 2007 lejos estuvo de amainar la capacidad o decisión de volver a la lucha cuantas veces sea necesario, pero sí entró en consideración de manera general, sopesar bien la relación de fuerzas”, destaca Lafón.

Para el profesor de Historia donde no hubo modificaciones fue en el gobierno provincial: “Yo creo que en la matriz del poder político económico está siempre latente la posibilidad de un salgo trágico para los sectores populares. Pero a la vez desde 2007 se desarrolló un sustrato cultural donde se torna prácticamente imposible que el gobierno de turno acuda a una represión que contemple una consecuencia trágica”.

En primera persona

Marcelo Lafón, profesor de Historia.

Fui en una combi desde a seccional Capital. Ese 4 de abril no llegamos a cortar la ruta. Cuando empezamos a replegarnos, las combis se fueron. Así que muchos de los que fuimos en combis nos subimos a autos. Yo me subí al 147 en el que iba Carlos. La represión adquiría tales niveles que me sentí mas seguro caminando y corriendo que arriba de la ruta. Diez minutos antes nos bajamos. Unos metros más adelante nos paramos dos autos detrás del 147. Cuando llegamos a Neuquén, se nos informaba que Carlos difícilmente saliera de esta.
Fue un impacto doloroso. No estaba previsto. Esa mañana fuimos a Arroyito preguntándonos si nos dejarían o no cortar. A mi compañera le dije ‘del almuerzo me encargo yo’, y nos encontramos con esto. Fue Carlos, pudo haber sido cualquiera.
Durante mucho tiempo no pase por ahí, nos preguntábamos hasta qué punto había valido el reclamo salarial. El análisis político nos demostró después es que valió y mucho y que la responsabilidad es del poder político.
Aten tiene el desafío de trascender la ritualidad del 4 de abril, que no sea solo un día sin clase y con un acto. Tenemos que seguir discutiendo nuestras metodologías de luchas y reclamos. Tenemos que discutir al propio Carlos, mientras lo podamos discutir permanecerá vivo.

Angélica Lagunas, docente 

Desde lo personal fue una pérdida tremenda. Carlos era un compañero docente pero además, especialmente teníamos una afinidad muy grande. Era papá de la escuela donde yo trabajaba. Sandra trabajaba conmigo. Con Carlos teníamos una relación asidua.
El día anterior a ir a Arroyito como trabajábamos juntas con Sandra, habíamos discutido hacer guardias para ir a la ruta, rotarnos para el corte. Por todo el despliegue comprendimos que para instalar el corte de ruta, era necesario ir en un número importante, por eso éramos muchas en la ruta. En la escuela la mayoría nos habíamos anotado para ir a las 6 de la mañana, entre ellas Sandra. A las 11 de la noche del día 3 me llama Carlos a mi casa para plantearme que ellos habían estado charlando como familia, y como Sandra se tenía que quedar con las nenas habían arreglado que el que iba a las 6 de la mañana iba a ser él.
Al otro día cuando íbamos en las trafics, nos paraban en cada semáforo. La policía estaba con armas largas y nos pedían documento. Carlos iba en un auto con sus compañeros de escuela, y alzaron en la ruta a una docente de mi escuela, Rosana Campos. En Senillosa antes de llegar, hicimos una parada para tener novedades. En ese momento le pedimos encarecidamente que cuide a Rosana, ése fue el último momento que hablé con Carlos.
Cuando estábamos en medio de la represión Sandra me llama por teléfono y me pregunta que qué pasaba porque en la radio decían que un tal Carlos había sido herido muy gravemente. Los que estábamos escapando y corriendo no sabíamos nada, yo estaba encerrada en la estación de servicio. Ella me dice que lo llamaba y no atendía. Era Carlos. Pero nadie podía decir el nombre.
Después tuvimos una responsabilidad muy grande en las asambleas, di una dura batalla incluso con un grupo de compañeros que intentaron responsabilizar a la conducción provincial, ahí les dije que no era el momento de discutir ni de hacer balances sobre lo que se hizo bien o no. El responsable es Sobisch y el gobierno.

Por Melina Fit – 8300.com.ar

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